martes, 28 de diciembre de 2010

La larga historia del monumento a Arriaga





LA LARGA HISTORIA DEL MONUMENTO A ARRIAGA

Arriaga, Juan Crisóstomo Arriaga, había nacido cien años antes, cuando el Ayuntamiento de Bilbao decidió levantar un monumento en su recuerdo. Murió joven, muy joven, diez días antes de cumplir veinte años.
Durante más de medio siglo, nadie se acordó de aquel músico. Fue a finales del siglo XIX cuando empezaron a interesarse por su obra, cuando ya sus datos biográficos, se habían perdido en el tiempo y poco se sabía de él.
Pero el Bilbao surgido después de la última guerra carlista, el Bilbao industrial y burgués que iba construyéndose poco a poco. Necesitaba levantar monumentos a los personajes más ilustres de la villa. Ya en 1890 se había inaugurado el teatro lírico de la ciudad y le habían puesto el nombre del joven músico. En el teatro Arriaga se representó por primera vez la ópera Los esclavos libres, la única que tuvo tiempo de escribir el músico.
Para celebrar el centenario del nacimiento de artista, se convocó un concurso público en 1906 y el ganador fue el escultor Francisco Durrio.
La primera piedra se colocó en 1906 y se dio un plazo de quince meses para terminar la obra. Veintisiete años después, el 13 de agosto de 1933 quedaba inaugurado el monumento.
El porqué de la tardanza tiene diferentes interpretaciones. Para el ayuntamiento de Bilbao, Durrio no cumplió su contrato, para Durrio el ayuntamiento le había mandado menos dinero que el que necesitaba para realizar el monumento.
Pero aquel 13 de agosto, por fin se pudo ver el monumento.
Una mujer joven, desnuda, con la cabeza levantada mirando al cielo y sosteniendo una lira apretada sobre su pecho. Unos dicen que es la musa de la música, Euterpe, otros que es la musa de la tragedia, Melpómene. De la lira mana agua, lagrimas de dolor por la muerte del joven músico.
La mujer de bronce dorado, se posa hierática sobre un pedestal de granito rosa. Decorado con tres mascarones que recuerdan a Egipto. El monumento se encuentra en medio de un pequeño estanque.
La obra de líneas muy geométricas, tiene una estética modernista.
En agosto de 1933 a nadie le pareció mal aquella musa desnuda que lloraba por la muerte del músico. Nadie se escandalizó y si lo hizo no tuvo la necesidad de hacerlo público.
Pero lo que en un tiempo está bien visto, en otra época es una inmoralidad.
Tras la guerra civil, se impuso una moral única. En 1948, las autoridades de la ciudad decidieron quitar la escultura de Durrio. Aquella joven desnuda era demasiado atrevida, demasiado libre para estar expuesta a los ojos de los paseantes, podía despertar pasiones que hasta entonces nadie había sentido.
Se encargó al escultor Enrique Barros, una escultura de la musa, pero esta vez vestida. Había que quitar de la vía pública aquel cuerpo joven, desnudo y bello.
Se quitó la escultura de bronce dorado y se colocó sobre el mismo pedestal, una figura vestida con una túnica clásica, tallada en piedra.
Durante veintisiete años la musa de bronce dorado estuvo secuestrada en los sótanos del museo de Bellas Artes.
En 1975, se decidió volver a colocar la escultura de la joven desnuda sobre su pedestal. Desde entonces está allí, llorando por la muerte de Arriaga.
Durrio creó un monumento armonioso del que hoy podemos disfrutar esperando que nunca más vuelva a los sótanos de ningún museo.

Mireya Martínez-Apezechea

miércoles, 22 de diciembre de 2010

ANA Y PACA




ANA Y PACA

Marta ama a las vacas.
Llama Ana a la blanca
y a la parda Paca.

Al alba las baja a la playa
para bañar las patas,
y andan hasta la charca.
Allá, tras las cañas,
las vacas sacan la cara
para atrapar las plantas.
Para zampar, cada mañana,
da a ambas mazapán,
batatas y castañas asadas
hasta hartar las panzas.

A la blanca llama Ana,
Paca a la parda.

¡Y hala a andar hasta la atalaya!
Tras pasarla hay zarzas
y salamandras a rayas
Hasta allá andan
y acaban cansadas.
A las tantas Marta acama
a Paca y a Ana.
Las sábanas las tapan hasta la cara.
Canta la nana y apaga la lámpara.
Ssshhh… hasta mañana.

Marta ama a las vacas
y las vacas a Marta.

Paloma ©
Dibujo vaca: dibujitosparacoloreardevacas.blogspot.com





Felices fiestas a todos los que visitáis este blog.

martes, 14 de diciembre de 2010

NO SOLO UN HOMBRE


NO SOLO UN HOMBRE



39.785 Km. recorridos a caballo en apenas 13 años, dan idea de la magnitud del viaje que emprendió el joven de 20 años desde su Macedonia natal, y que le llevó hasta los confines del mundo conocido en el S. IV a.C.

Y no sólo cabalgó, fundó 24 ciudades, conquistó el Imperio Persa, Egipto, Babilonia: Asia Central desde el Mediterráneo hasta el rio Indo. Se divirtió con sus amigos, amó al suponemos bello Hefestión y llegó a desposarse con cuatro mujeres, siendo padre de dos hijos.

ALEXANDER
ALEJANDRO MAGNO
ALEJANDRO EL GRANDE

La muestra “Alejandro Encuentro con Oriente”, que hasta mayo de 2011 puede verse en Madrid en el Centro de Exposiciones Arte Canal, sobrecoge. Cómo un ser humano pudo ser origen de tanta belleza y de tales proezas militares, hacen pensar que efectivamente como tantos pensaban, incluyendo él mismo, era más que un simple hombre. Los dioses le dejaron acercarse a ellos, pero luego sintiéndose celosos, acabaron con su vida. No con su leyenda que permanece intacta al cabo de 25 siglos.

Quién era

Oficialmente hijo de Filipo II de Macedonia y Olimpia, princesa que se decía descendiente de Aquiles.
Macedonia es una tierra glacial en invierno y abrasadora en verano: da hombres fuertes. El que es fuerte puede ser agresivo. Como Filipo, que ensanchó sus dominios con continuas guerras y conquistas. Olimpia, sacerdotisa, siempre sostuvo que en el encuentro carnal con Filipo, Zeus se encarnó en el rey para engendrar un hijo: Alejandro.
En una mitología como la griega, en que Zeus tomaba las más extrañas formas, fuera polvo de oro o la de diversos animales para llegar a la mujer que le atraía, esta idea acabó por ser aceptada incluso por el propio Filipo muy reticente en principio, que le nombró su heredero.
Alejandro nacido bajo el signo de Leo, creció en la corte en un ambiente en que se cultivaba el cuerpo con distintas disciplinas y formas de lucha, y la mente con educadores como Aristóteles que fue durante unos años preceptor suyo.
Era, por tanto, un hombre culto, inteligente además, brillante, con una idea de la política que excedía a su época. Valiente, ambicioso, inmisericorde y magnánimo, orador convincente y estratega sin par, Cesar y Napoleón siempre le admiraron.. Cuando tomó el poder, las tierras conquistadas por Filipo, Atenas incluida, le parecieron poco para sus planes de gloria y Alejandro utilizó el ejercito creado por su padre, disciplinado y eficiente con sus famosas falanges: grupos de 16 filas de fondo en apretada formación, en la que los hombres de la vanguardia portaban armas cortas y los demás largas lanzas que presentaban al enemigo una barrera de picas que las hacían inexpugnables, junto a la caballería para acometer la misión, que estaba convencido, los dioses le tenían reservada. Con un ejercito de 35.000 hombres salió de Macedonia a conquistar el mundo. Y lo consiguió.

Héroe y Mito

Alejandro siempre tuvo muy en cuenta la posteridad. Dirigió con astucia el “marketing” sobre su imagen, llevando en el séquito además del escritor que recogía sus hazañas, a un escultor, un grabador, y un pintor cuidadosamente elegidos, y únicas personas que podían plasmar su figura.
Alguien dejó constancia, por envidia tal vez, que Alejandro era de baja estatura, andaba con la cabeza ladeada y un mechón de pelo caído sobre la frente. Nada extraordinario, si no fuera porque todas las efigies que nos han llegado representan el busto, o la figura ecuestre de un joven de apostura y rostro perfecto, según los cánones de belleza clásica griega.
Cualquiera que fuera su realidad física, poco importa. El ejercito le admiraba porque nunca pedía nada que él no hiciera también; sus conquistas, algunas sin ni siquiera luchar, proporcionaban suculentos botines y los soldados eran conscientes de estar realizando un camino no seguido antes por ningún otro general. Hasta que se cansaron y le obligaron a volver, a renunciar a llegar más allá del Indo. Por el camino fue dejando como gobernadores de las ciudades conquistadas y de nueva planta a gente de la milicia.
No tenían motivo de queja.
Los pueblos subyugados tampoco: respetaba sus costumbres y leyes, permitía que continuaran con sus dioses y favorecía el mestizaje de la población. Naturalmente compartía con ellos el idioma, el arte y la organización griega, pero no parecía imposición, lo aceptaban sin protestar.
El Helenismo, fusión de la cultura griega con las de las tierras ganadas, fue una experiencia enriquecedora, fruto de una visión de futuro superior a la de sus contemporáneos. Facilitó la convivencia y el intercambio cultural en aquel Imperio sin parangón en la historia. Su impronta permaneció mucho después de desaparecer Alejandro y los romanos tuvieron muy en cuenta este proceder para consolidar su poder en las campañas que llevaron a cabo.
Nadie es perfecto, ni siquiera Alejandro, que no pudo resistir la tentación de permitir que le dieran culto divino. Por unos era considerado el decimotercero dios del Olimpo, por otros la reencarnación de Amón. Él aceptaba y callaba.
Los dioses se enfadaron por usurpar su puesto, le retiraron la protección y decidieron su muerte. Tenía 33 años. El Imperio conquistado se desmembró al repartírselo sus generales. Sus hijos fueron asesinados. Pero nadie tuvo bastante poder como para borrar a Alejandro del recuerdo de sus contemporáneos que le siguieron adorando, ni de que las generaciones posteriores hasta hoy, le consideren Grande.
Su leyenda se extendió por todo el mundo y llegó hasta Hispania donde le erigieron una estatua en lo que hoy es Cádiz, se cantaron sus gestas en el Libro de Aleixandre, e incluso Cervantes cita a Bucéfalo, su caballo, en el Quijote. A través de los siglos ha sido motivo artístico en importantes obras del patrimonio español. Tan popular era. Continua siéndolo.

ALEJANDRO
ALEJANDRO MAGNO
ALEJANDRO EL GRANDE

Alicia

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿La CASA WINDSOR era la CASA WINDSOR?


El sábado a la noche vinieron a cenar a casa dos amigos españoles y entre charla va y charla viene, uno contó que iba a pasar el fin de año con amigos en Londres y que entre todas las cosas que tienen pensado hacer, figura un recorrido “Real” por las propiedades de los Windsor. (Foto superior Castillo de Windsor)
Nos enganchamos hablando de la monarquía, del casamiento de año que viene entre Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton (al cual pensamos ir, porque una boda real en Inglaterra no se ve todos los días) y ahí me enteré, ya que no lo sabía, que la casa Windsor, no fue la casa Windsor hasta 1917 y que dicho nombre en realidad fue puesto por el rey Jorge V (Foto inferior) en plena guerra mundial.

Aquí una breve síntesis.
La Casa de Windsor, previamente llamada Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha (Sachsen-Coburg-Gotha), es la casa real del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte desde la muerte de la reina Victoria I en 1901 hasta nuestros días.
La dinastía capitulará tras la muerte de Isabel II, su actual soberana, ya que sus descendientes adquirieron por decreto real el apellido Mountbatten-Windsor.
La casa Windsor fue renombrada así, el 17 de julio de 1917 por Jorge V, dado el origen germánico del anterior nombre y debido a que entonces el Reino Unido estaba en guerra con Alemania.

El hecho de adoptar el nombre de Windsor fue una medida popular: era una forma de "nacionalizar" una dinastía extranjera desde 1714, alemana y con un sinfín de vínculos familiares e históricos en suelo germano.
Ni los Hannover ni los Sajonia-Coburgo-Gotha carecían de ilustre linaje, aún tenien do en cuenta que descendían de señores feudales de la Edad Media.

El 10 de febrero de 1840, la reina Victoria I del Reino Unido, nacida en la Casa Real de Hannover, se casó con Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha. El hijo de ambos, Eduardo VII (1841-1910) se convirtió, a la muerte de su madre, en el primer rey de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha en el Reino Unido, desapareciendo así la Casa de Hannover en Inglaterra. Hay que tener en cuenta que el apellido original de todas las ramas de príncipes de Sajonia es Wettin aunque éste no ha sido utilizado nunca por los reyes de Gran Bretaña de esta familia.

Le sucedió su hijo Jorge V del Reino Unido (1865-1936). Separada ya completamente la dinastía de sus orígenes alemanes, en 1917 cambió su denominación oficial por Casa de Windsor (que alude al castillo de la ciudad inglesa del mismo nombre, construido por Jorge III sobre el emplazamiento de una residencia empleada por los reyes desde el siglo XI), denominación que han conservado los monarcas británicos hasta la actualidad. Bajo su reinado se produjo la independencia de la mayor parte de Irlanda (1922).

Seguidamente ocupó fugazmente el trono su hijo Eduardo VIII del Reino Unido (1894-19 72), cuyo matrimonio con la divorciada Wallis Simpson lo obligó a abdicar el mismo año de su ascensión (1936) en su hermano Jorge VI (1895-1952). Éste, superados sus problemas de tartamudez, mala salud y timidez extrema, se convirtió en un rey muy popular, sobre todo por la dignidad con la que hizo frente a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En esos años permaneció en Londres para compartir la suerte de sus súbditos bajo los bombardeos alemanes, visitando los frentes de guerra para elevar la moral de las tropas y esforzándose por reforzar su amistad personal con el presidente Roosevelt con el fin de ahuyentar la tentación aislacionista de Estados Unidos. En la posguerra desempeñó con total lealtad su papel de rey parlamentario, colaborando con el gobierno laborista, y hubo de asumir los inicios de la descolonización del Imperio británico.
En 1952, Jorge VI dejó el trono completamente asegurado para su hija Isabel, segunda de su nombre (nacida en 1926), que es la actual soberana.

Bueno, gracias a mis amigos españoles aprendí algo nuevo de la historia Inglesa. Nota mental, tendré que leer un poco más sobre la rica historia de Inglaterra.

Hasta el próximo post.
O.M.

martes, 30 de noviembre de 2010

EL NOVIAZGO



Libre interpretación de EL NOVIAZGO de Antonio Lobo Antunes

Naroa apareció corriendo, bajo la lluvia, entre los árboles del parque.
Yo la miraba desde el otro lado de la pared de cristal que, me separaba del parque. Cuando pasó cerca de la escultura de Chillida, creí que va a ser absorbida por ella.
Pero Naroa pasó veloz a su lado y entró en la cafetería del museo.
Dejó su paraguas abandonado en el paragüero que habían colocado a la entrada.
Naroa llegó tarde, como siempre. Me besó y pidió perdón con su boca y con sus ojos. Sus ojos verdes, profundos, llenos de vida, se disculpaban a medias.
Pidió café con leche y pastel de arroz. No había desayunado para no llegar demasiado tarde.
Yo me pedí el tercer café de la mañana.
Otro domingo pasado por agua, comentó Naroa mientras se quitaba el gorro de colores y dejaba a la vista su pelo color azabache.
Se sentó y sacó de una bolsa de plástico cuatro fotografías de 18 x 24.
Son las fotografías de las que te hablé, las fotografías que hizo mi madre en Lisboa hace veinte años, dijo Naroa.
Me las pasó y mientras ella comía pastel de arroz y bebía café con leche, yo miré las imágenes. Tres fotografías en blanco y negro y una cuarta virada en sepia.

En aquella época, mi madre hizo varios viajes a Portugal para visitara su familia. Su madre estaba muy enferma, así que durante aquel año fue unas cuantas veces a Lisboa para verla. Mis abuelos, vivían en la zona de Alfama, donde todo el mundo se conoce. Aquel año, ocurrió una desgracia en el barrio y mi madre fotografió a los protagonistas del suceso. Comentó Naroa.
Mientras ella desayunaba, miré las fotografías. En la primera aparecía un hombre de mediana edad, entrado en carnes. Lo que más me llamó la atención fue un delantal largo que le llegaba hasta los pies. El hombre estaba apoyado en la puerta de su tienda. Tenía un aspecto normal, nada especial, más bien vulgar.
La segunda fotografía estaba virada en sepia, como para diferenciarla de las demás. Aparecía una niña de trece o catorce años.
Vestía como una colegiala y llevaba unas trenzas largas. Está sentada debajo de un árbol, en un jardín. La niña miraba fijamente a la cámara, seria, con una mirada neutra.
En la tercera foto estaban retratados los padres de la niña, me dijo Naroa.
Estaban de pie, firmes como soldados. Eran una imagen de otro tiempo.
El hermano de la niña aparecía en la cuarta foto. Un niño delgado y sonriente, el único de los retratados que, parecía estar contento. Posaba ante la cámara, con las manos en los bolsillos de los pantalones y con un pie sobre un balón.
Mientras desayunaba, Naroa me iba contando quien era quien. Cuando terminó con el café y el pastel, pasó una servilleta por la mesa y colocó las cuatro fotos sobre la superficie y como si estuviera explicando una viñeta de tebeo o un retablo, se puso a contar la historia:

“Aquel año, la niña que siempre había sido muy estudiosa y que sacaba muy buenas notas, comenzó a suspender todas las asignaturas. También dejó de ver a sus amigos. No quería salir a la calle. Estaba triste y se comportaba de una forma extraña.
Como dejó de comer, la llevaron al médico y fue él, el que dijo que la niña estaba embarazada.
La cría no quería hablar, se sentía culpable, sentía vergüenza. Pero las palabras fueron saliendo de su boca y los padres supieron que el tendero de toda la vida, aquel hombre simpático que siempre estaba dispuesto a hacer algún favor, era el causante del embarazo. No entendieron nada, no sabían si su hija era la culpable o la víctima. Decidieron que la niña abortase y olvidarse del problema.
La niña abortó, pero dejó de hablar, de estudiar, de jugar.
El médico le recomendó un hospital psiquiátrico y allí dejaron a su hija.
Los padres y el hermano siguieron con su vida, pero todos los domingos iban a visitarla.
El tendero siguió vendiendo en su tienda, como si nada hubiera pasado.
La gente del barrio comento lo ocurrido durante un tiempo y luego se olvidó.
El mundo siguió girando, mientras la niña se perdía en las cuatro paredes del psiquiátrico”. .

Creo que esta historia te puede servir para tu trabajo sobre abusos sexuales a menores, dijo Naroa.
Luego me miró y dijo. No sé si la niña superó el trauma o si se quedó de por vida en el hospital, eso no te lo puedo contar, pero podemos ir a Lisboa y descubrirlo. Hace muchos años que no voy allí.
Yo me imaginé allí junto a Naroa y por unos momentos me sentí feliz.
Nos levantamos de la mesa, guardamos las fotografías. Ella se volvió a poner su cazadora, su bufanda y su gorro, yo me puse mi gabardina, la que uso los días de lluvia. Pagamos y con los paraguas abiertos nos perdimos entre los árboles del Parque de Doña Casilda.
Fue la última vez que la vi. Unas semanas después Naroa se marchó a Asia con una amiga y no he vuelto a saber nada de ella.
Yo estuve un par de meses en Lisboa. El hospital psiquiátrico ya no existe. Pero tuve acceso al informe de la niña de Alfama. Así pude enterarme que la niña estuvo tres años en el psiquiátrico. Pero el informe no hablaba de la evolución de la paciente. No pude incluir el caso en el estudio que estoy que ya he publicado. Pero gracias a aquella historia conocí Lisboa y a María.
Vuelve a ser otoño, llueve, el parque está lleno de hojas. Hemos estado en el museo, a María le han gustado las esculturas de Oteiza. Cuando salimos nos sentamos en la cafetería del museo. Miro a la puerta, veo la escultura de Chillida, pero sé que Naroa no va a entrar por la puerta. Dentro de una semana volveré a Lisboa con María y esta vez no será para dos meses.

(Antonio Lobo Antunes es un escritor y psiquiatra portugués. Nació en Lisboa en 1942. Participó en la guerra de independencia de Angola, como médico militar en el ejército portugués. Está experiencia ha marcado su vida y su literatura. Suele colaborar en el periódico El País)

Mireya Martínez-Apezechea

miércoles, 24 de noviembre de 2010

SIN AZÚCAR


Sin Azúcar

Al contarme mi suegra su proyecto de irse a África, quizás imaginó que tocaría enormes baobabs con forma de botella, pero nunca que su destino fuera América ni que muchos niños de la calle acabarían llamándola abuela Lola.
Aquella noche ella se subió a un sueño y yo recordé uno después de muchos meses
sin lograrlo: el asfalto de la carretera se había convertido en agua, un ancho cauce por el que nadaban cientos de delfines, era un espectáculo maravilloso. Lo miraba con atención desde un ángulo del que no puedo dar ninguna referencia, pues sólo es posible en los sueños. La sed me despertó en medio de él por eso pude retenerlo, así que tendré que dar las gracias a las anchoas que Lola había traído desde Santoña y las cuales me cené en una ensalada que podía llamarse de cualquier forma menos frugal.
Sentí frío en los pies al tocar el suelo. Mi mujer se empeñó en ponerlo cerámico cuando hicimos la obra: «Así se limpia mejor, se le pasa la fregona y listo» pero estaba gélido y esto molesta sobre todo en los meses de invierno. En cambio el agua la quería de la nevera. Un vaso, otro vaso y a la cama. Al cerrar los ojos los delfines seguían allí. Parecían estar esperándome para ponerse a nadar de nuevo. Nadaban y nadaban contracorriente a gran velocidad sin aparente esfuerzo, apareciendo y desapareciendo de la superficie continuamente, parecía tan fácil hacerlo que daban ganas de zambullirse y bucear con ellos. El Sol estaba muy alto y se reflejaba en sus lomos como si aquellos animales estuvieran hechos de titanio. Años más tarde, navegando en una pequeña embarcación por el Amazonas, al ver delfines rosados, Lola se acordaría del sueño que le conté aquel amanecer, cuando después de haberme bebido los dos vasos de agua tuve que levantarme a desbeberlos.
Al salir del cuarto de baño un olor a café me convirtió en un dibujo animado flotante que siguió la estela del olor por el pasillo.
─¿Te pasa algo Lola?
─No, estoy bien. No podía dormir.
Con los ojos guiñados por el exceso de luz miré el reloj del microondas, las seis y media.
─Pues yo llevo una noche ajetreada con animales marinos. Por una parte tus anchoas me han dado sed y por otra no he parado de soñar con delfines que iban por la M- 607 camino de la sierra. Al llegar a La Pedriza subían por El Manzanares que parecía el Amazonas, figurate su anchura . Yo creo que el alcalde los está agrupando en La Charca Verde para el día que acabe las obras de la M-30 mandarlos río abajo para más gloria de la inauguración…
─Seguro que no era el Manzanares Jorge, era el Nilo.
―¿El Nilo?
―Tengo que decirte algo importante. Vas a ser el primero en saberlo.
. ─Dejame adivinar, te has echado novio y vais a hacer un crucero por Egipto.
―No hay novio ni crucero.
Esperé impaciente, seguro de que lo venía después me iba a sorprender.
―Quiero irme a África.
―¿Quieres irte a África? ―desde luego no había calibrado bien el grado de sorpresa.
Ella daba vueltas al café igual que si en aquella taza hubiera un horizonte en el que perder la mirada.
―Me encontré con Pepa y Carmen hace unas semanas: “¿Que preparando las Navidades para repartirte entre tus hijos y tus nietos?” Y antes del verano me dijeron: “Ya te estarás organizando para que te traigan a los nietos en vacaciones. Es lo único que te queda, son los que te dan la vida después de lo de tu marido".
Se quedó en silencio. Comprendí que esas palabras habían sido combustible para su cerebro y que ahora mismo sus neuronas estaban en plena manifestación con una gran pancarta que decía: Exijo mi derecho a no ser comodín.
―Mi tiempo siempre podía esperar frente al de Ernesto, frente al de los niños. Pensé que aquello cambiaría, pero mi tiempo sigue esperando, ahora por mis hijos y por mis nietos. Y así seguirá si no hago algo para que sea diferente.
No quería interrumpirla sabía que no había terminado de hablar y aunque hubiera querido no habría sabido que decir.
―Quizá Pepa y Carmen lleven razón ―continuó― en lo de las navidades, quizá tengan razón, el verano es siempre así y así tenga que ser, pero yo necesito algo más que a mis nietos. ¿Imaginas lo que se debe sentir al cambiar el destino de un niño sin futuro? Jorge, en alguna parte tiene que hacer falta una maestra sin experiencia pero con muchas ganas de aprender y enseñar. No sé como contárselo a mis hijos, la que me da más miedo es tu mujer siempre ha sido muy burra. Ayúdame.
Era su yerno preferido. Yo lo sabía, todos lo sabían. No se cortaba en decirle a su hija, como ella me había confesado, que tenía un mirlo blanco en casa, que me cuidara porque no iba a encontrar a otro que la aguantara tanto como yo. Cuando Ana se enfadaba conmigo su frase preferida era: “Vaya, parece que el mirlito blanco no lo hace todo tan bien”.
―Te ayudaré. Te voy a echar mucho de menos Lola. Eso sí, tendré una buena excusa para conocer África. Procura que delante de tú casa haya un baobab, desde que leí El principito quiero ver uno de verdad.
A los niños aún no se les oía rebullir pero escuchamos que Ana se había levantado y antes de que entrara por la puerta nos miramos a los ojos y yo tomé un sorbo de café como a mí me gusta, sin azúcar.

Paloma ©

miércoles, 17 de noviembre de 2010

PERRO LADRADOR. (Relato)

Perro Ladrador.

Ay Señor. Eres incapaz de poner tu solito Canal + para ver el partido. Siempre tan listo y ya ves, no puedes con la técnica. Eres un antiguo. Claro que bien pensado siempre lo has sido. Mucho bla, bla, bla, nadie tan liberal como tu, con mayor amplitud de miras en todos los temas, sobre todo en lo referente a las mujeres y luego en casa... Hombre, no voy a decir que seas un maltratador, ¡como que yo lo iba a consentir!, pero si un mandón, aunque realmente la culpa es mía por no haber defendido bien mis posiciones: ¿para qué vas a trabajar después de casada? Para lo que ganas, me repetías. Y cuando llegó el primer hijo: ¡ Tampoco es cosa de abandonar tus obligaciones de madre por dos duros!.
Pero es que no era el dinero lo importante para mí, entérate. Me gustaba mi profesión, ya se que no es para presumir el ser Asistente Social, pero es que me agrada interesarme por la gente, solucionar problemas, moverme, estar al día, salir, arreglarme, y respirar libertad. En serio, ¿tu crees que he sido feliz en nuestro matrimonio? Vamos ya, el ser ama de casa está bien, muy bien, para quien tiene esa vocación, no para mi que nunca de soltera había entrado en la cocina y ahora tengo la impresión de que he pasado mi vida delante del fogón de butano, eléctrico, gas, vitrocerámica, esperando que el aceite tomara temperatura para freír patatas, croquetas o lo que fuera.
Haberte casado con una cocinera, y encima yo, cobarde, si wuana, si wuana, sin enfrentarme nunca. Claro que cuando te ibas después de comer, salía detrás de ti a ver una exposición, al cine, escuchar una conferencia, a una tertulia con amigas. Total con tal de estar en casa cuando volvías, aquí no ha pasado nada. Ni tu preguntabas, ni yo hacía ninguna alusión. Pues para que lo sepas, ha sido gracias a mi otra vida que he podido soportar esta. Y te digo una cosa, ahora que has dejado la empresa a nuestro hijo y pasas más tiempo en estas paredes, es cuando creo que voy a tener que tomar una decisión. Y sabes lo que quiero decir.
-Rosa, que empieza el partido y esto no marcha, échame una mano mujer
-Claro, creí que ya lo habías puesto tú ¿te apetece una cerveza y aceitunas?
-Nadie como mi Rosa, dame un beso chata.
Pues ya ves, solo una palabra cariñosa y me entrego. Ay, una que es débil.

Alicia

martes, 9 de noviembre de 2010

CONFESIONES EN EL TREN.

-¿Para que sirve la fidelidad?
Con esa pregunta se despachó Anita, mi compañera de trabajo, hoy, casi de madrugada, cuando nos íbamos a Guadalajara.
Semejante planteo a las 8 de la mañana, en un tren que está cruzando Castilla-La Mancha, no me hizo mucha gracia, pero sí logró que me despertara de golpe, ya que hablo como si le hubieran dado cuerda.
Su relato se centró en que hacía un tiempo atrás, (No precisó fechas exactas) en una de las tantas cenas de fin de año, su novio le confesó, luego de unas cuantas copas de Cava, que había tenido un desliz pasajero, sin importancia según él, con una joven anónima, de la calle, de la cual no sabía su nombre, ni su edad, ni de donde era, ni nada. Sólo un cuerpo que pasó, tal la definición que usó.
Se imaginarán mi cara ante semejante confesión, me puse muy incómodo y no sabía que decir, no tengo tanta confianza con ella, somos compañeros de trabajo y hace muy poco que la conozco, pero me acomodé a la situación.
Ella continuó (acentuando con su soliloquio el bamboleo del tren), enumerando las razones y causas que su “boyfriend” puso sobre la mesa esa noche, de por qué había hecho lo que hizo y por qué se había comportado de esa forma, después de casi seis años de noviazgo.
Los ojos de Anita, comenzaron a llenarse de lágrimas.
El segundo piso del vagón del tren de cercanías estaba lleno de gente y algunos me miraron un poco raro (¿Qué pensaría esa gente? ¿que qué le estaba diciendo yo a esa joven que lloraba sin consuelo? En fin, allá ellos)
Hasta que llegó la temida pregunta, que estaba esperando que no llegara:
-¿Existe la fidelidad? Seis años tirados a la basura por un momento de debilidad (¿Carnal?) ya no le creo lo que me dice… Anoche discutimos muy fuerte porque no quiso hacer nada… Claro, seguramente tuvo otro momento “fugaz” durante el día… ¿A ti qué te parece?...
Como no paraba de llorar, la abracé y traté de calmarla, mientras el altavoz del tren anunciaba que estábamos en Alcalá de Henares. Le di un pañuelo para que se limpie las lágrimas, junté coraje y comencé a buscar en la galera argumentos verosímiles (La situación era un poco delicada) le dije que debía preocuparse por ella, que tratara de no ponerse mal, que abriera un compás de espera y pensara que quería hacer, que ella era demasiado bonita para llorar por un hombre y bla, bla, bla…
Estuve bastante tiempo tratando de levantarle un poco la autoestima y el ánimo, que a esa altura del viaje estaban debajo de los durmientes de la vía. Hasta que me acordé de una vieja canción que cantaba Marilina Ross que decía: (Si la memoria no me traiciona)

¨···Si el amor no es egoísta, ¿por qué la fidelidad?
Si mi amor se fue está noche y es feliz con quien está,
porque me muero de celos, si el amor antes que nada es dar···”


Anita me quedó mirando, dejó de llorar y luego de unos instantes comenzó a reírse. Ya casi habíamos llegado a Guadalajara y no se habló más del tema. La expresión de su cara había cambiado por completo.
A la tarde volvimos a Madrid, hablando de trabajo, de cómo estaba la nueva oficina comercial y todo ese rollo, y, un minuto antes de bajarse en Atocha, me miró a los ojos, me agarró la mano y me dijo:
-Gracias por prestarme tu oreja y escucharme. Gracias por los consejos. Tengo la canción muy presente, la canté durante todo el día en voz baja. Creo que la voy a poner en práctica…
Me dio un beso en la mejilla y se bajó.
Omar Magrini.

martes, 2 de noviembre de 2010

THANATOS Y EROS.

Mujer Llorando.

Lloraba dulcemente sin descomponer el rostro, como persona acostumbrada a dar rienda suelta a su dolor sin la esperanza de ser consolada. Lloraba y las lagrimas resbalaban por las mejillas, mojaban los labios y empapaban el papel que sostenía entre las manos.

Solo una mujer sin fuerzas para rebelarse, podría aceptar tan mansamente la causa que le producía una tristeza tan honda.
La miró con atención sabiendo que no detectaría su presencia, tan abstraída estaba. ¿50, 55 años? La cirugía estética o la naturaleza, no sabría decirlo, la mantenían bella en la madurez, atractiva. Las manos sensitivas ni siquiera estrujaban el papel donde estaba escrito aquello que le provocó la pena. La testigo no necesitaba leerlo para saber que era un adiós definitivo pero no inesperado para su protagonista. Esos ojos de mirada perdida en los que parecía estar proyectándose toda su vida, el rictus de la boca entre la sonrisa y el grito, los hombros caídos, derrumbados ante el peso de lo inevitable; todos los síntomas externos hablaban del impacto que provoca una despedida impuesta, no elegida.

Contuvo su impaciencia ¡ tenía tanto trabajo! Este lo realizaría como siempre de forma aséptica, profesional, sin dejarse llevar por la simpatía o la emoción. Había sido llamada tan insistentemente que no pudo sustraerse, aún a sabiendas de que siempre hay un margen para la esperanza o la desesperación, y que tendría que esperar.
De pronto la mujer sufriente se puso en pie, recompuso su ropa, retocó el rostro en el espejo frente al que estaba sentada y marcó un número de teléfono.
-Acepto el papel. Una mujer con una enfermedad incurable es una prueba, un reto. Saldré airosa.
-Impostora, aulló sin voz la Muerte. Solo representabas, ensayabas un personaje...
Y desapareció muy ofendida.

Nunca Es Tarde

Debía ser cosa de la edad, pero ya no podía con aquellas hembras recias, bravías que tanto le gustaban en su juventud. Ahora las prefería jóvenes, tiernas, casi abandonando la infancia.

Él mismo las escogía una a una cuando se las presentaban: esta para hoy, aquella para dentro de dos semanas... tampoco podía, ni quería, hartarse de su carne delicada, perfumada, dulce, a veces con un cierto resabio como si hubieran vivido ya, a pesar de las apariencias, alguna aventura amorosa.

Mientras esperaba dejaba volar la imaginación, para que su cuerpo se alborotase y respondiera ante un estímulo como el que estaba a punto de llegar a sus manos. Si, con ella entraría en su jardín de las delicias, y un hilo de saliva se desprendía de sus labios. Primero la admiraría en la desnudez de sus formas perfectas y luego su boca la iría recorriendo por entero, lamiendo cada centímetro de piel tersa, dorada, mordisqueando aquí y allá solo por juguetear, aún sin prisa, disfrutando los preliminares y embridando su impaciencia con una copa de vino para demorar el momento decisivo del encuentro.

Sabía que cuando todo hubiese terminado, volvería a caer en una especie de sopor, de alejamiento, del que solo retornaría al día siguiente al iniciarse el rito de la elección. Tenía la certeza de que es lo único que le mantenía con vida, ¿por qué negarse esa satisfacción, aunque fuese cruel?.

Llamaron a la puerta
-Señor, le presento su cría de gacela asada con aroma de romero y dátiles maduros. Salud mi Rey.

Alicia

martes, 26 de octubre de 2010

RÍO GUAREÑA



Río Guareña

Mis pies empiezan a resbalar sobre piedras de color canela y con rapidez piden ayuda a las manos. Cuando la izquierda se agarra a la barandilla, el tacto con la madera astillada le hace tener cuidado para que ningún trocito sienta la tentación de viajar entre su piel, pues, aunque cree en la libertad de elegir lugar para vivir, no quiere que después anden hurgando con una aguja entre sus dedos para hacer bajar al pasajero.
Todavía no le veo, pero ya oigo volar sus aguas al final de la cuesta. Puedo imaginar su carrera entre piedras y a la vegetación echarse encima de él como cientos de comensales sobre la mesa que les ofrece comida. Después de la última vuelta del camino mis ojos toman el relevo a la imaginación y ven al perro de otros viajeros jugando con la orilla, tan lleno de diversión que lo miran con algo de envidia; con miedo también porque juega a escasos metros de donde el río se lanza bajo tierra.
El Guareña decidió no formar un cañón. Humilde, escribe su historia a escondidas, reservada sólo para los que tengan la inquietud de ver más allá de lo que hay en la superficie de las cosas, para los que no sientan claustrofobia al adentrarse en el centenar de kilómetros de cuevas formadas con la lentitud del que sabe que tiene tiempo de sobra.
Me acerco al cauce y tomo entre las manos un poco de río, quiero tenerlo más cerca para preguntarle: ¿Desde cuándo llevas haciendo esto? Y después lanzo el agua al agua.
Cuando estoy bien borracha de sombra y de frescor, en este caluroso día de julio, subo caminando hasta la ermita de San Bernabé. Me la encuentro en la base de una gran ola petrificada cuando iba a romper. Frente a esa pared escucho un sonido sordo y constante. Cualquiera diría que es el río que, detrás de mí, se deja caer por el sumidero sobre los huecos que él mismo ha abierto, pero yo sé que es mi pregunta que resuena debajo de los pies, en el interior de las galerías. Viaja por dentro de la montaña en un paseo que la lleva por: cuevas de paredes grabadas, salas adornadas con pinturas, simas de silencios absolutos, oquedades en las que una gota de agua que cae es un concierto. Puede imaginar el largo camino de la religiosidad del hombre al entrar en santuarios prehistóricos. Atraviesa la Sala de las Huellas, donde contempla con devoción las marcas que los pies desnudos de mis antepasados dejaron impresas en el suelo. Caerá por torrentes con ruido ensordecedor, por salas anegadas de agua bajando de nivel en nivel hasta lugares donde solo expertos espeleólogos tienen permitida la entrada
Durante el tiempo que estoy contemplando la fachada de la ermita, unos sillares y una puerta tapando la entrada de la cueva, tengo la certeza de que mi pregunta ha dejado de pertenecerme desde el mismo momento en que la he empujado a hacer un viaje que yo nunca me hubiera atrevido ni siquiera a empezar. También estoy segura del alivio que va a sentir cuando salga a cielo abierto y también de que va a seguir acompañando al agua hasta que alcancen el mar.
Me contará todo, el día que la recoja en una playa y prometo escucharla con la máxima atención mientras dejo un rastro de huellas sobre la arena.

Fotos: ermita de San Tirso y San Bernabé, río Guareña y camino de subida a la ermita.

Paloma ©









miércoles, 20 de octubre de 2010

DONANTE. (relato)

- ¡Me dono integra!
- ¿Qué estás diciendo?, no me hagas reír… -dijo Mora sorprendida.
- Sí, como escuchaste. Estoy rendida a sus pies. Quiero un hijo de él y te aseguro que lo voy a tener.
- Ana… por favor. Ya no sabes que hacer para llamar su atención. Parece que vivir un tiempo afuera no te hizo muy bien. ¡Qué cambiada estás!
- La gente no cambia, modifica hábitos. -dijo Ana sonriendo- Y dos años no es mucho tiempo…
- En dos años pueden pasar muchas cosas, buenas y malas.
- El tiempo no significa nada. Estoy enamorada y punto. –dijo ana mientras sacaba un cigarrillo de la cartera.
- ¿Y pensás que “donarte” a él, es el camino correcto para retenerlo?
- No lo sé. Ni me importa. Es lo que siento.
- No te entiendo. -dijo Mora-. Y no fumes que me hace daño.
- Yo soy así, sin condiciones ni secretos.
- Anita querida… estás perdiendo la poca dignidad que te quedaba.
- Para que sirve la dignidad si no puedo ser feliz, ¿eh?
- No me vengas con planteos filosóficos de feria. Sabes muy bien a que me refiero.
- No Mora…no lo sé. Decímelo…
- Lo que intento decirte es que… no puedes ponerte un moño en la cabeza y regalarte o donarte, como quieras llamarlo, a un hombre así… -Mora dejó de hablar y la miró fijo. Luego continuó-, así como así, a cuatro semanas de haberlo conocido.
- No me estoy regalando. Me quiere y lo quiero.
- ¡Qué seguridad…! Ana por favor. Habló la voz de la experiencia. ¿Y cómo sabés que te quiere?
- Porque me lo dijo. -dijo Ana encendiendo el cigarrillo.
- Palabras… son solo palabras que se las lleva el viento… cosas que se dicen en un momento de placer extremo y nada más… Abrí los ojos… ¿No te das cuenta?
- ¿De qué? –preguntó Ana exhalando el humo de la primera pitada.
- Que te engaña con cuanta mujer se le cruza en el camino…Vamos… no hay peor ciego que el que no quiere ver. –dijo Mora mirándola fijamente-. ¿No te das cuenta o no te querés dar cuenta?
- Que parte de “l o a m o”… ¿no entendés?
- Amor… Encuentros al paso que no te dejan nada. Formas que se mueven, cuerpos que se funden, fluidos que se mezclan –dijo Mora mientras gesticulaba con sus manos-. Te das vuelta y no se cae nada, estás vacía. Hoy un juramento, mañana una traición y si te he visto no me acuerdo.
- Algo es algo ¿no?… Peor te fue a vos, que el único que tuviste se te fue…
- Sí, -respondió Mora abatida-, tenés razón. Me dejó y fue. Dicen que no hay mal que por bien no venga.
- Mora… disculpame, no quise…
- No te hagas problema. Estoy acostumbrada.
- Perdóname. ¿Sí?… -dijo Ana cambiando el tono de voz-. Con esa panza pareces un dirigible a punto de explotar.
- Apoyá la mano y sentilo… ¿lo sentís?, se está moviendo.
- Es verdad… está como… inquieto –dijo Ana con la mano apoyada sobre la panza de Mora.
- Mamá siempre me decía, “si tu hermana te ataca, tenés que defenderte”. Pero te quiero y deseo lo mejor para ti.
- Entiendo que quieras protegerme. -Ana retira su mano de la panza de Mora y ambas siguen caminando-. Y te agradezco, pero te aseguro que puedo hacerlo sola. Amo a Roberto y estoy completamente segura que él también a mí. Me habló de casamiento… y de irnos a vivir juntos a su casa. Puedes venir a visitarnos cuantas veces quieras, mi casa es tu casa y yo también quiero ver crecer a mi sobrino…
- Gracias por la invitación hermanita. Pero no. –dijo Mora mientras le hacia señas a un taxi para que se detenga.
- No te vayas –dijo Ana, agarrándola del brazo.
- Soltame Ana. Saluda de mi parte a mi futuro cuñado. –dijo Mora mientras se subía al taxi-. No será el primero ni el último en cumplir con ambas hermanas la función de padre. Adiós.
Ana se quedó parada inmóvil en medio de la vereda, mirando el taxi que se alejaba.

Fin
Omar Magrini.

martes, 12 de octubre de 2010

La vaca




LA VACA

La puerta se iba volviendo roja, de un rojo violento que recordaba a la sangre. Crecía. Cada momento que pasaba, la puerta se hacía más grande. El agua entraba violentamente en la habitación por las ranuras de aquella inmensa puerta roja.
El miedo se apoderaba de él, se sentía pequeño ante la inmensidad de la puerta, ante el flujo de líquido que invadía el espacio.
El hombre se movía nervioso, buscando algo con que achicar el agua.
De pronto la puerta saltó en pedazos y un inmenso río, entró sin pedir permiso en la habitación.
Era el final.
Al otro lado de la puerta había una estación repleta de gente.
¿Qué hago yo aquí? Se preguntó el hombre. Yo no quiero ir a ninguna parte. Pero no podía elegir, la masa humana le empujaba, le llevaba, no le permitía volver atrás. Comenzó a moverse contra corriente. Era difícil desplazarse, luchaba por abrirse un hueco entre el flujo humano. Se asfixiaba, no podía respirar, quería gritar, pedir paso, pero su boca permanecía cerrada, sin emitir ningún sonido.
La estación se hizo pequeña, ya no había nadie, el silencio era total, estaba solo. Solo con una vaca blanca.
Era una vaca majestuosa, de una belleza increíble, nunca había visto una vaca parecida. Alguien le había pintado los ojos con khol negro y le había puesto un collar de flores alrededor del cuello.
Que vaca tan preciosa, pensó y se acercó para hablar con ella.
La vaca le miró con una mirada coqueta y él comenzó a decirle algo. En ese momento sintió que alguien le llamaba, le tocaba en el hombro. Él seguía con la vaca, quería comentar algo con ella.
Ya no había vaca, ni gente, ni estación, ni agua, ni puerta, estaba tumbado en su cama. La cama de todos los días. Una joven pelirroja le decía algo, pero él no entendía bien, no deseaba escuchar nada, sólo quería seguir en la estación con la vaca.

Mireya Martínez-Apezechea

martes, 5 de octubre de 2010

¿DÓNDE ESTÁN LAS LÁGRIMAS DE ANOCHE?

La bruma llegaba desde la bahía atravesando los bosques de pinos que desde la cima en que se asentaba la casa, se despeñaban montaña abajo hasta detenerse respetuosos en la alfombra de arena. Quizá decir que hacía frío fuera exagerado teniendo en cuenta la época del año, pero el relente se hacía sentir y Marta y yo nos abrochamos el chubasquero que, en previsión, le obligué a coger antes de salir.
La luna guiaba nuestros pasos y mil sonidos nos acompañaban; unos reconocibles, como el cri-cri de los grillos, otros, imposibles de identificar. De todos modos eran perfectos para ilustrar la aventura de caminar a altas horas de la noche camino de la playa. Con cuidado de no resbalar por la pendiente, —por otra parte tan conocida—, íbamos asentando los pies con cuidado y cuando una piedra empujada sin querer se deslizaba dando trompicones y haciendo un ruido infernal, —eso nos parecía—, la seguíamos con la luz de la linterna hasta que desaparecía en la oscuridad.
Marta, nada más llegar a nuestro destino, se empeñó en buscar entre las rocas cercanas alijos de contrabando abandonados allí para ser recogidos por los enlaces de tierra. Historias sobre operaciones así eran muy corrientes, y tal vez ciertas, en el pueblo que se escondía tres kilómetros tierra adentro. Sentados en el suelo, con la espalda apoyada en la piedra, en silencio, esperábamos.
Pasó un tiempo en que medio nos adormilados con el sonido del oleaje, cuando escuchamos vocerío, gritos, — ¿sería cierto lo de los piratas?— y entonces vimos siluetas borrosas que caminaban sobre las aguas, desapareciendo para volver a surgir en posición sedente, aisladas o formando grupos; cuerpos fosforescentes sin rostro y algunas manos levantadas como buscando apoyo en el firmamento para conservar la estabilidad. Marta se apretujó a mi cuerpo y creo, no estoy seguro, que la ceñí con el brazo en actitud protectora. Las palabras, si lo que llegaban hasta nuestros oídos lo eran, parecían pedir socorro, o ayuda, no sé. Marta instintivamente se puso de pie y encendiendo la linterna se acercó a la orilla. Unas manos, apenas entrevistas unos segundos, envueltas en la espuma de la marea, se acercaban. —Mira, ahí, me indicó—, y yo también vi entonces la patera que arrastrada por sombras se balanceaba peligrosamente a punto de zozobrar. Sin pensarlo me introduje en el agua y traté de echar una mano a aquel esfuerzo. — ¿Policía?— me preguntó el hombre del anorak verde y moví la cabeza negativamente sonriendo y sudando por el esfuerzo. —Gracias amigo— y puso su mano mojada sobre mi hombro.
En apenas unos minutos la playa quedó vacía de nuevo; las figuras corriendo encorvadas, pegadas casi al suelo, desaparecieron camino de la carretera, supongo. La escena vivida me pareció irreal, fruto de una pesadilla, y cuando todavía perplejo miraba, sin ver, hacia la oscuridad que los había engullido, el llanto de un niño me hizo dar un respingo. Marta, siempre tan decidida, dirigió el haz de luz al fondo de la embarcación y allí descubrimos la cara de una mujer joven que apretaba con una mano un lío de ropa sobre su pecho, y con la otra acariciaba la cara de un niño de unos cinco años que se despertaba lloriqueando en su regazo. Sonrió; enderezándose me tendió el paquete que portaba para poder saltar a tierra y una vez en ella, juntando las manos en actitud de súplica susurró mirando mis brazos rígidos, casi formando un ángulo recto con el cuerpo, y señalando el fardo que yo sostenía dijo: — Tú cuidar, Maila venir a buscar, tú cuidar—, y agarrando a su hijo se perdió en la noche.
¿Qué había ocurrido? Me sentía asustado. El bulto de mis brazos rebullía; era incapaz de reaccionar. Marta, que durante aquella situación demostró madurez y una valentía superior a la mía, se acercó y entreabriendo la ropa gritó: —Un bebé, es un bebé—. Miré con curiosidad, aunque nada sorprendido y un ser del que desconocía el sexo, piel morena y grandes ojos negro, me miraba ¿confiado? Yo, un hombre solo que pasa las vacaciones con su hija de doce años, había accedido a bajar con ella a la playa para disfrutar desde allí la lluvia de estrellas, lágrimas de San Lorenzo, que se anunciaba para aquella noche: —Se puede pedir un deseo a cada estrella que caiga, y se cumplen, ya lo verás —me repetía Marta. ¿Tuvo lugar el fenómeno atmosférico? En cualquier caso nos lo perdimos. Pues bien, yo, repito, la persona menos adecuada, era el depositario de una vida humana a la que me sentía ajeno. Le llevaría al Centro de Salud, al Ayuntamiento, a la Guardia Civil... Marta como siempre adivinó mis pensamientos.
—No papá, tienes que esperar a que venga su madre, ella lo prometió.
_¿Esperar, pero cuanto tiempo?_ pensé.
—No te preocupes, le cuidarán las tías de mi amiga Leticia. Ellas ayudan a los que llegan sin papeles.
_¿Cómo sabía esto mi hija? Resignado a reconocer que ella dirigiría el futuro de aquel bebé, exclamé
—De acuerdo, no perdamos tiempo, llévame hasta ellas.
Alicia

martes, 28 de septiembre de 2010

UNA INVITACION MUY ESPECIAL...

Quería comentarles sobre una invitación que recibí (para el primer fin de semana de octubre) para ir una despedida de soltero. El que se casa es un compañero de la agencia de viajes donde trabajé hace unos años y los que invitan son sus amiguetes.
La novedad, al menos para mi, es que la fiesta de despedida es de ¡tres días!, en el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, cerca de la ciudad de Huesca, en el pre-Pirineo y la actividad principal a desarrollar esos tres días, además de las pantagruélicas cenas y bebida libre hasta caer desmayados es el ¡barranquismo!
Sí. Para los que se están preguntando ¿qué es el barranquismo? les digo que es un deporte extremo que consiste en la incursión en montañas, caminatas, trekking y el descenso por barrancos, cañones o cauces de ríos… (¡chupate esa mandarina! y yo, que la única experiencia que tengo en la materia fue hace años cuando hice rafting en el cañón del Atuel, en Mendoza, Argentina ¡y estuve en cama 3 días todo magullado por los golpes!)

A continuación les detallo lo más jugoso del programa.
Día 1-Llegada e instalación- Presentación de la estancia- Cena a cargo del participante. Realización de la actividad nocturna: rapel y excursión nocturna.
Día 2-Descenso Acuático Nivel II, muy acuático. Saltos, toboganes, badinas de agua, cascadas…Barranco del Vero, Peonera, Formiga… o similar. Se incluye picnic de mediodía-
Dia 3-Barranco Nivel II, muy acuático. Rapel en cascadas. (El rapel es un sistema de descenso por cuerdas en forma vertical!!!) Barranco del Formiga, Oscuros del Balcés, o similar. Se incluye picnic de mediodía.

En todos los programas se incluye: 3 días en régimen de alojamiento y desayuno en el establecimiento escogido. Posibilidad de realizar adaptaciones del programa y de los recorridos abonando los suplementos correspondientes (adaptación del programa a la carta).
Para la realización de las actividades se incluye: Guía especializado en cada una de las disciplinas. Material técnico necesario para el desarrollo de las actividades. Seguro de asistencia. Comida picnic durante el desarrollo de la/s actividad/es de barranquismo.
* No se incluye el desplazamiento a la zona de actividades. (Sacando la billetera...)

¿Qué necesito para los programas? Para la realización de Actividades: Calzado deportivo (calzado cerrado, atado con cordones –no tipo chancleta- para poder andar protegido por dentro del agua), con suela gruesa. Ropa y calzado de recambio (mínimo 2 pares de calzado deportivo). Bañador. Crema de protección solar. Impermeable. Mochila pequeña de espalda. Aquellos que lleven gafas deberán atárselas con un pequeño cordón o en los mejores casos ir sin ellas. Aquellos que lleven lentillas deberán protegérselas con gafas de natación o en los mejores casos ir sin ellas. Guantes de cuero o similar para la práctica del Rápel.

(Algo más?)

Opcionales nocturnos…. (los más peligrosos) que los amiguetes quieren agregarle al plan original... Masajes eróticos. Masajes relajantes. Actuación erótica, baile del caño. Karaoke. Fiesta total. (¿Qué significará Fiesta total???)

Y los precios… no vale la pena que los enumere, bastantes euros, demasiado para mi gusto. Porque mucha invitación, mucha invitación, pero cada uno tiene que pagarse todo!!!
Sí, como leen, todo… (Y encima el regalo) En fin, yo todavía no confirme que iba, no creo, no es mi estilo y tampoco me veo haciendo barranquismo ni colgado de una cuerda bajando un barranco.

Lo voy a pensar...

Ahora, vuelvo a hacerme la misma pregunta que hace un año cuando recibí una invitación similar; ¿qué hará la novia??? Me gustaría saberlo.

Hasta la próxima.

martes, 21 de septiembre de 2010

CARIÑO MIO


Cariño mio
Ha muerto entre mis brazos. Quizá todavía le quede un hilo de vida, quizás alguien entendido podría resucitarla, pero para qué ¿para qué siga haciéndome desgraciado?
La mujer de la que me enamoré un día de otoño, me ha hecho la vida imposible desde el principio por no querer cumplir unas sencillas normas de convivencia: no volver a casa nunca después que yo, no coquetear con ningún hombre y que yo supiera siempre donde estaba. ¿Por qué ese empeño en verse con amigas? ¿Por qué esa manía de querer reunirse con su familia? Yo debía bastarle, no le hacía falta nadie más. Yo debía ser su mundo.
Al volver más temprano esta tarde no la encontré en ninguna habitación. No me avisó que pensaba salir, lo ha vuelto a hacer a escondidas como otras veces para provocarme, para echarme un pulso, ¿todavía no se ha dado cuenta de que siempre gano yo?
―¿De dónde vienes? ―le pregunto nada más abrir la puerta de la calle.
Tiene la osadía de apartarme de un manotazo para que la deje pasar.
―¿Cómo te atreves a tratarme así? ¿no te das cuenta de que estoy preocupado por si te ha pasado algo?
No me contesta.
―No me vas a dejar otra salida que quitarte las llaves y cerrar cuando me vaya. Es la última vez que te consiento esto.
Sigue sin contestarme.
―¿Me entiendes? ―le grito a pocos centímetros de su cara.
―Tienes razón es la última vez. Me voy
―¿Cómo qué te vas? A dónde vas a ir si eres una mierda, sin mí no eres nada.
Siempre que le digo esto la hago reflexionar y entra en razón. Esta vez parece diferente mete ropa en una bolsa deprisa sin hacerme caso. Creo que me cuenta algo sobre un abogado.
Podría haber cogido la pistola y pegarle un tiro o dos o tres pero habría sido una muerte demasiado aséptica daría la impresión de que no quería tocarla como si no la quisiera, como si no me importara. Son mis manos las que tenían que matarla, tomar contacto con su cuerpo. Su cuello me invita a cogerlo. Yo en realidad no quiero es ella la que lo lleva desnudo, provocativo.
Al principio es blando después encuentro más resistencia. Noto en las manos la vibración del aire que se escapan con gran esfuerzo por su garganta. Se agarra a mis antebrazos con los tan dedos crispados que me está clavando las uñas. No sé de dónde saco la fuerza pero la hago arrodillarse y en esa posición aún puedo hacer más y evito que pueda darme un rodillazo en los huevos, hoy la creo capaz de todo, ha enloquecido.
Su vida se escapa entre mis dedos como húmedas lombrices que traen olor a tierra mojada, a tierra recién cavada. Mientras le voy diciendo:
―Cariño, a mí esto me duele más que a ti. Desde que estamos juntos no he tenido más remedio que enseñarte la forma de vida correcta, has tenido la desgracia de tener unos padres que no te han educado ―y sigue luchando. En las películas la gente no tarda tanto en morir, hasta el último momento quiere hacerme la puñeta.
Después se va quedando lacia igual que un trapo.
―¿Y ahora qué voy a hacer sin ti? Debías haber pensado en eso, en cómo voy a seguir viviendo solo.
El cañón está frío. Sabe a metal. Me impide tragar saliva y un hilo de baba me cae por la comisura derecha. Bajo el dedo poco a poco, el gatillo ofrece alguna resistencia, sigo presionándole con el dedo y recuerdo las palabras del cura: “Hasta que la muerte os separe, hasta que la muerte os separe”.

Paloma ©

martes, 14 de septiembre de 2010

DESTRUCCIÓN Y RECONSTRUCCIÓN DE VARSOVIA.

El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán cruzaba la frontera polaca, este iba a ser el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Unos días después, el 16 de septiembre Varsovia caía en manos del ejército invasor. Durante los siguientes cinco años, Polonia fue administrada por el gobierno nazi.
Un año después, los judíos varsovianos fueron conducidos a una pequeña parte de la ciudad. Era octubre de 1940, en noviembre un muro rodeaba la zona, quedando inaugurado el mayor gueto de la Europa invadida por los nazis. Durante año y medio 450.000 personas vivieron hacinadas en aquel lugar. Hasta que en mayo de 1942 se abrió el campo de exterminio de Treblinka, cerca de Varsovia. El gueto comenzó a vaciarse, todas las personas que no trabajaban, que no producían ningún beneficio desde el punto de vista de los nazis, fueron conducidas al campo de exterminio. Niños, ancianos, enfermos… desaparecieron en Treblinka.
Los habitantes del gueto vieron que no les quedaba más remedio que luchar y en abril de 1943 se levantaron contra sus verdugos. El gueto fue aniquilado por los nazis.
Tras estos sucesos, el 1 de agosto de 1944, el ejército polaco en la clandestinidad y la resistencia se levantaron. Durante dos meses estuvieron luchando contra el ejército alemán, pero no tuvieron fuerzas suficientes. Los aliados no les ayudaron. El ejército soviético no se encontraba lejos de Varsovia, pero no intervino. En la noche del 2 de octubre, los polacos firmaron la capitulación.
Después de aquello, el ejército alemán decidió destruir la ciudad. Edificio por edificio, casa por casa, toda la ciudad se convirtió en objetivo militar. Un noventa por ciento de los edificios fueron destruidos. La ciudad estaba en ruinas.
Los alemanes abandonaron Varsovia y en enero de 1945 entro el ejército rojo.
Varsovia había tenido un millón de habitantes antes de la guerra, cuando llegaron los soviéticos se encontraron con una población de alrededor de ciento cincuenta mil habitantes.
Existen filmaciones de la época donde se puede ver como quedó la ciudad.
En la película El Pianista, Roman Polanski nos lleva a la Varsovia invadida y viéndola nos podemos hacer una idea de lo que ocurrió.
Polanski se basó en el libro escrito por el pianista polaco Wladylaw Spilman, que en 1945 escribió la experiencia vivida por el mismo en el gueto de la ciudad. El libro no gustó ni a vencedores ni a vencidos y estuvo ignorado hasta que en 1998 fue publicado en varias lenguas. Hay una edición en castellano en la editorial Amaranto.
Pero tras la destrucción de Varsovia, comenzó la reconstrucción de la ciudad. Los polacos necesitaban volver a tener su capital. Reafirmarse como una nación.
A finales de enero de 1945 se comenzó a reconstruir la ciudad. Fue difícil, todavía había cadáveres debajo de los escombros, había que abrirse camino para llegar a los sitios, había objetos de valor perdidos en medio de las ruinas y había mucha necesidad.
Se creó el Buró de Planificación y Reconstrucción que terminó siendo el Ministerio de la Reconstrucción.
Se tuvo que organizar el trabajo, desescombrar, sacar los cadáveres, intentar que no se robase nada que tuviera valor, recuperar el propio material para luego reutilizarlo, poner otra vez en funcionamiento el alcantarillado, remover los escombros con cuidado porque, todavía había restos de material explosivo.
El trabajo era inmenso, pero las ganas de volver a poner en marcha la ciudad también lo fueron.
Habían desaparecido archivos y documentos, algunos se recuperaron, pero fue de gran ayuda los cuadros que había realizado Bernardo Bellotto “Canaletto el joven”. El pintor veneciano del siglo XVIII que, vivió dieciséis años en la ciudad. Los cuadros del sobrino de Canaletto, fueron muy importantes en la reconstrucción de edificios.
El trabajo que se hizo fue tan magnífico que cualquiera que pasee hoy por las calles de la Stare Miasto (el casco antiguo) y que no sepa nada de lo que ocurrió allí, puede creer que está contemplando una ciudad medieval y barroca.
La UNESCO lo entendió así y en 1980 reconoció esta reconstrucción como Patrimonio de la Humanidad.

Mireya Martínez-Apezechea


lunes, 6 de septiembre de 2010

¿POR QUE LOS VENDEDORES TE TRATAN TAN MAL?

No entiendo sinceramente cual es la causa, razón, motivo o circunstancia por la cual, aquí en Madrid, los vendedores de los comercios, los mozos y/o camareros te tratan tan mal, justamente cuando estás consumiendo/comprando un bien o un servicio. (Del maltrato no se salvan ni las compras cotidianas en el supermercado).
No soy muy aficionado a salir de compras, sólo lo justo y necesario. Casi siempre sé lo que quiero comprar, por lo general algo que me hace falta, ergo voy directamente a buscar eso que quiero; así que; sea un pantalón, una camisa, una resma de hojas, un cartucho para la impresora, una caja de cds, un par de zapatillas, una docena de churros o regalos para mi familia, voy elijo y a la caja para pagar, y es ahí, en ese punto, donde se produce el encontronazo.
Uno va con la mejor buena voluntad y en cuanto le preguntas algo al cajero o a la cajera cajera te miran con una cara como si te quisieran comer, pero mal, muy mal, o algunos directamente ni te miran, te contestan mirando para otro lado o te hacen gestos, haya o no haya gente en la cola, les da lo mismo. Igual que cuando les pagas en efectivo y te dicen:
-No tengo cambio.
-¿Y qué querés que haga?. No es mi problema, anda a buscar o me voy y no llevo nada. No pretenderás que salga a la calle a buscarte cambio. Eso sucede muy a menudo con los taxistas.

A veces tengo la impresión que te quieren hacer sentir como que te están haciendo un favor atendiéndote o cobrándote. Sí es la percepción que tengo.
Hace poco me pasó en un supermercado; venía con un canasto lleno, llegué a la caja y me agache a buscar algo, unos chocolates que estaban allá abajo, en oferta, en una góndola en la cabecera de la caja. La cajera comenzó a gritarme como una loca desaforada:
-¿Que qué estaba haciendo ahí abajo? –me increpó con el dedito índice acusador.
-Buscando esta caja de chocolates- le dije, mientras le mostraba la caja y continué-, a mí no me vas a gritar de esa forma. ¿Quién te crees que sos?– Acto seguido, dejé todo lo que pensaba comprar, en el canasto ahí nomás y me fui, ante la mirada atónita de otros clientes que estaban en la cola.

Esta situación es la misma que pasaba hace unos años atrás, en los grandes centros comerciales de la ciudad de la ciudad de Buenos Aires, los vendedores se sentían allá arriba y desde ahi te miraban y vos, que ibas a comprar, ahí abajo. No sé como será ahora, pero la mega-crisis del 2001, en la cual desaparecieron miles de puestos de trabajo, les bajo el copete a muchos.
Con los camareros sucede algo similar, te atienden de muy mala forma y con muy mala cara. Hace un par de semanas paré en seco a uno, que casi me vuelca una copa de cerveza encima. Me paré y le pregunté si yo le había hecho algo, -¿por qué?- me preguntó, -por el trato y por la cara de ano-, le dije y me fui a hablar con el encargado, no sabían como hacer para pedirme disculpas. Le pagué las cervezas y nos fuimos.
No sé, pero yo pienso que si no están conforme con el trabajo o con el sueldo que tienen, que culpa tiene el cliente que va a comprar. -Si estás mal con las tareas que desempeñas, andate y busca otra cosa, es muy sencillo-, también le dije a una empleada de una panadería que no contestaba al saludo de los clientes y cuando le pedías bufaba y para cobrarte también, ¡de locos! Cuando vienen los dueños o encargados te tratan bien.
No le están pidiendo un favor, estás comprando y pagás por lo compras, pero no hay caso.
Yo me fui muchas veces de varios lugares, ante la primer cara de ano, chau, andá vendele algo a tu abuelita.
Y el cliente que se va por mal trato no regresa jamás y te hace una propaganda pésima, el boca a boca es la gran venganza, “no vayas, te tratan para el upite, caminá una cuadra más y andá ahí, que te tratan bien, comes lo mismo y pagas menos”.
Crisis de por medio, en la que los clientes escasean, deberían tener más cuidado, hay cientos, miles de locales comerciales y restaurantes vacíos y ahora con el ajuste mas todavía, pero parece que no se dieran cuenta.
Lo mismo paso hace una semana, iba en un autobús y me levanté para consultarle al chofer donde quedaba tal lugar para bajarme, le pregunté si me podía avisar y me respondió, “si me acuerdo te aviso” y después me mando a sentar. Conclusión; como no sabía donde era, me baje una parada antes. Pobre tipo, si sigue con ese carácter, le va a salir una ulcera.

En fin, los dejo; me voy a comprar el pan que me cierra la panadería y después no me quieren atender.
Omar

lunes, 30 de agosto de 2010

TURNER con ojos profanos.

En el Museo Nacional Del PRADO en Madrid y hasta el 19 de septiembre, se ofrece la exposición sobre este autor, sin representación en ningún museo español, en la que sus más importantes obras aparecen colgadas junto a las de los pintores que le sirvieron de inspiración: Claudio de Lorena, Tiziano, Veronés, Wateau, Poussin, Canaleto, Rembrand... por eso la muestra se llama: TURNER y los Maestros.

Breves Notas Biográficas.


Joseph Mallord, William TURNER nació en Londres en 1775 un 23 de abril (como Shakespeare) hijo de un barbero y de una carnicera del mercado de Conven Garden, que murió muy joven en un manicomio.
A los 14 años empezó a trabajar como topógrafo y debido a su buen manejo del lápiz fue recomendado por Hardwick, arquitecto, para entrar en la selecta Royal Academy School, donde ya en 1790 expuso sus primeras acuarelas. Thomas Monro coleccionista, lo contrató para que hiciera una réplica de algunos de los mejores cuadros de su propiedad; allí TURNER adquirió gran formación como copista de obras maestras
Fue un hombre sin amigos y un gran trabajador. A su muerte se encontraron en su casa más de 19.000 dibujos y bocetos. Su ansia de trasladar al papel lo que veía fue compulsivo. Era capaz de andar 40 Km. al día para llenar sus cuadernos de criptas, monumentos, iglesias, ruinas.

A los 24 años vio cumplido su gran sueño: ser elegido miembro de la Royal Academy. Para un chico del pueblo un salto muy importante.
A principios del S.XIX viajó a París al Louvre, visitó Italia ¾Venecia varias veces¾ recorrió los mejores museos de Europa y estudió a fondo a los artistas más representativos que en ellos se exponían. España nunca le sedujo.

En cuanto a su intimidad se sabe que era de estatura baja, con perfil de loro y barbilla prominente. Sus manos manchadas de pintura le daban un aspecto descuidado, y el fuerte acento cockney delataban su baja extracción social. No tenía aspecto de gentleman, pero tampoco lo intentó. Sentía atracción por las viudas y mujeres maduras y aunque nunca se casó, convivió con alguna y tuvo dos hijas que no reconoció.
Gozó de la consideración de público y crítica de la época: triunfó.
Murió el 19 de diciembre de 1851.

Encuentro

TURNER era para mí un pintor inglés de marinas, aunque también recordaba alguna acuarela de tema arquitectónico, tan del gusto romántico.
En absoluto me sentía atraída por su obra.
Esta primavera asistí a un seminario sobre “Los colores del Arte”y uno de los temas versaba sobre los efectos cromáticos de J.M.W. TURNER.
Recuerdo que la Prf. Dra. Delgado nos explicó cómo al principio de su carrera a TURNER le interesaban las masas de color monocromáticas, evolucionando primero a los colores azul y gris y adscribiéndose después al movimiento Paisajista Pintoresco.
(Pintoresco era todo lo que tenía color, aunque fueran solo detalles. Dentro de lo Pintoresco podía tener cabida lo Sublime, como en los fenómenos naturales dramáticos: tormentas, aludes, marejadas. Estos conceptos se unían en el paisaje que además debía lograr Armonía, eligiendo un tono clave que saliendo del cielo participara de él todo el cuadro.)
TURNER incorporó a sus paisajes el movimiento en el agua, viento, y la luz y viveza en los colores que descubre en Lorena, pintor italiano del S. XVI. En sus cuadros hay una línea divisoria: arriba amarillo, quintaesencia de luz, abajo color cada vez más degradado. El color es el mensaje para el espectador.
Con el tiempo deja de interesarle el realismo y se centra en capas trasparentes de color, que una vez secas crean formas. La pintura produce su propia pintura.
Pone manchas de color y a través de la luz se pueden adivinar objetos, invitando así a participar de los cuadros; es un antecedente del arte abstracto: el mundo es como cada uno lo imagina. En su última etapa como pintor, el espectador se ve envuelto en la vorágine del color, representa el infinito imposible de captar. TURNER se encuentra con la divinidad. La revelación es la luz.

Los cuadros que glosaban estas palabras, todos de su última etapa, demostraban la teoría expuesta y la emoción se unía al bellísimo efecto visual.
Me sentí fascinada.

Reencuentro

Voy al Prado, y paso a las salas donde se exponen los cuadros de TURNER junto a los de aquellos maestros del pasado que le influyeron, o de contemporáneos con los que compitió por un premio o por el favor de la crítica y público.
No le han hecho ningún favor.
La primera impresión es que como artista no ha tenido una idea original en su vida. Los temas que pinta son reinterpretaciones muy pegadas al original, aunque incorporando en algunos casos una atmósfera poética: haciendo menos plano el lienzo al sumergirlo en una luz más viva y dando la pincelada más larga.
Vista sola, como en el seminario, la obra de TURNER resulta admirable. En compañía pierde la magia. Pretendió crear una réplica mejorada de obras inmortales y al verla al lado de la primitiva, te decantas por ésta.
Los pintores siempre estudian a los grandes maestros y se empapan de su técnica y tratamiento del lienzo, pero nadie dudará quién es el autor de las Meninas de Velazquez o de Picasso: son mundos diferentes. No es el caso de TURNER y sus maestros. Llegas a dudar de si fue efectivamente un precursor del impresionismo, o simplemente no se atrevió a pintar la cara de las figuras y las abocetó tan solo.
Toda su vida fue una lucha constante por no abandonar los presupuestos clasistas y no ser rechazado en el entorno elitista de la Academia, medir su arte con pintores del pasado o contemporáneos, estar atento a las tendencias del mercado que diríamos ahora, y pintar aquellos temas que el público demandaba, vivía de su trabajo. Todo esto y además, su deseo de pasar a la posteridad y el temor a no alcanzar la gloria, llenaron sus días.
Mi impresión personal es que estas obsesiones por gustar a los demás, le impidieron dar rienda suelta a su creatividad, malográndose como artista. TURNER es un buen técnico, no un genio.
Sólo en sus últimas obras rompió el corsé que le oprimía y es cuando en sus cuadros estalló la luz y el color. Dejo de pintar “a la manera de” para ser él mismo. En esta etapa de su vida, siendo ya un anciano, conoció a Ruskin el mejor propagandista de su obra, el cual con sus elogios hizo exclamar a TURNER: “Él ve más en mi pintura de lo que yo jamás he visto”. Se refiere a estos lienzos personales por los que hoy es considerado en la historia del arte. Pero en la exposición del Prado apenas hay cuatro y el espectador ve más a los Maestros que al mismo TURNER. Una pena que siga siendo un desconocido, o casi.

Advertencia: ninguna de las personas con las que he hablado sobre Turner, ha estado de acuerdo conmigo sobre la valoración que hago de su obra. Una vez más queda demostrado que la ignorancia es muy audaz. Mi ignorancia.

Alicia
Fotografía
(Snow Storm-Steam-Boat off a Harbour’s Mouth. JMW Turner. 1842. Óleo sobre lienzo)

lunes, 23 de agosto de 2010


Nagasaki 9 de agosto de 1945

AGOSTO TODAVÍA HUELE A BOMBA ATÓMICA

Ya no existe la ciudad de Kokura, no porque desapareciese durante la Segunda Guerra Mundial, como muchas ciudades japonesas, sino porque en 1963 se unió a otras cuatro ciudades, para crear la metrópoli de Kitakyushu.
Kokura había sido elegida para ser bombardeada el 9 de agosto de 1945.
Aquella mañana, la ciudad estaba cubierta por una capa de nubes.
El nuevo y moderno B-29 de las fuerzas aéreas estadounidenses, sobrevoló varias veces la zona, pero no tenía visibilidad suficiente para tirar la bomba que llevaba a bordo.
Aquella bomba a la que habían bautizado con el nombre de “Fat Man”, era mucho más potente que la que habían arrojado tres días antes sobre la ciudad de Hiroshima. Aquella bomba, no se podía tirar en cualquier sitio, tenía que caer en un blanco concreto, sobre una ciudad.
El avión sobrevoló varias veces la ciudad esperando que se despejase el cielo, pero después de varios intentos, el comandante al mando de la operación, decidió volar al siguiente objetivo.
Nagasaki aquella mañana también había amanecido nublada. El avión pasó sobre la ciudad, eran casi las once de la mañana cuando de pronto se abrió un claro en el cielo y la tripulación del “Bockscar” aprovechó ese momento para dejar caer la bomba.
Veintidós toneladas de TNT mezcladas con plutonio caían al vacío sobre el barrio de Urakami, a tres kilómetros del centro de Nagasaki.
De pronto, la bomba estalló, miles de personas desaparecieron, se convirtieron en sombras, no quedó nada de ellos. Otros sufrieron quemaduras en todo su cuerpo, heridas. La zona de Urakami desapareció, entre las ruinas e incendios, las sombras de los que se habían desintegrado, los cadáveres de los muertos, los heridos, los supervivientes.
El horror. Imposible imaginar.
Las cifras son frías, no huelen, no gritan, no lloran, no piden auxilio. Podemos leer que murieron entre 40.000 y 70.000 personas en un momento y que unas 75.000 quedaron heridas. En Nagasaki vivían en aquella época, 240.000 personas. Luego con el tiempo se fueron desarrollando diferentes clases de cánceres y de enfermedades relacionadas con las radiaciones y con la lluvia negra que siguió a la deflagración.
El B-29 siguió su viaje hasta la isla de Okinawa, donde había una base militar estadounidense. Allí la tripulación informó a sus superiores del “éxito” de la misión.
Tres días antes, el 6 de agosto de 1945, otro B-29, el “Enola Gay” había despegado de la isla de Tinian, llevando en sus entrañas una nueva arma de destrucción masiva, la primera bomba atómica.
Le pusieron el nombre de “Little Boy”. El avión voló desde las islas Marianas hasta Japón y dejó caer la bomba sobre la ciudad de Hiroshima.
El ejército estadounidense pudo comprobar en el acto la eficacia de la nueva arma y el horror que había generado.
Muchas personas, sesenta y cinco años después, todavía se siguen preguntando ¿cómo se pudo volver a utilizar otra bomba nuclear tres días después? ¿Qué culpa tenía la población civil? ¿Cómo se puede seguir investigando, fabricando y vendiendo armas de destrucción masiva?
Los que defienden el uso de este tipo de armas, justifican los bombardeos diciendo que gracias a ellos, el 15 de agosto de 1945, Japón se rindió.
Pero muchos historiadores opinan que el ejército japonés ya era consciente de su derrota y que tarde o temprano se iban a rendir.
Aquellas malditas bombas poco tuvieron que ver con la mecánica de la guerra.
A la entrada de la capilla Sintoísta de Sanno, en el barrio de Urakami, en Nagasaki. Dos viejos alcanforeros sobrevivieron al ataque nuclear. Hoy son considerados como un símbolo de resistencia contra la barbarie de la guerra. Son un símbolo del horror y de la esperanza al mismo tiempo.

Mireya Martínez-Apezechea

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