miércoles, 26 de diciembre de 2012

Saturnalia.

¿Por qué celebramos la navidad el 25 de diciembre?, bueno para entenderlo tenemos que viajar 1700 años al pasado aproximadamente, cuando Constantino I, el emperador romano, hizo coincidir la fecha con los saturnales o como se dice en latín Saturnalia.


El 25 de diciembre se celebraba el nacimiento del sol invictus o sol invencible. Celebraciones en éstas aparecen en muchas culturas, ya que va estrechamente relacionado con el solsticio de invierno, como sabemos hasta a mediados de diciembre, los días suelen ser muy cortos, y después del solsticio comienzan a alargarse. En la antigüedad, imaginaban que el sol se hacía viejo, hasta morir, y que después nacía un niño sol. Lo curioso es como el festival de Saturnalia se parece cada vez más a lo que hoy, en el siglo XXI celebramos como Navidad.

Las Saturnalia eran unas fiestas en honor a Saturno, dios de la agricultura y las cosechas. Con el tiempo fue equiparado a la divinidad griega Crono, dios del tiempo.

Esta celebración duraba sólo un día, el 17 de Diciembre, pero posteriormente se prolongó del 17 al 23 del último mes de año.

Esta fiesta rememoraba la Edad de Oro de la Humanidad en la que Saturno gobernaba y en la que no existían las diferencias sociales, el sustento no se ganaba con el trabajo, reinaba la paz y siempre había comida.

Igual a lo que se hace en nuestra era, el año se cerraba con unas festividades de alegría, paz y felicidad, pues estas conmemoraciones festejaban el fin del año y el comienzo de otro nuevo.

Las celebraciones se abrían cortando la cinta de lana que sujetaba al dios durante todo el año para que no huyera de la ciudad. A continuación, se celebraba un sacrificio en su honor en el templo que tenía ubicado en el Foro y se continuaba con un banquete público al que podía asistir todo el pueblo.

Para poder participar de las conmemoraciones, las actividades de la ciudad se paralizaban. Se cerraban los comercios, las escuelas, los tribunales, se otorgaba la libertad a los presos y se suspendían las ejecuciones de los condenados a muerte.

Para que reinara la felicidad entre los ciudadanos se llevaban a cabo sorteos de lotería y la gente deambulaba por la calle, permitiéndoseles jugar y apostar en público. A su vez, podían asistir en el anfiteatro a combates de gladiadores.

El vino y las comidas abundantes caracterizaban a esta semana festiva.

La gente vestía con sus mejores galas para asistir a los banquetes, dejaban de lado sus togas cotidianas para ataviarse con los trajes festivos.

Los esclavos coronaban sus cabezas con unos gorros llamados pileus, símbolo de libertad.


En el núcleo familiar, las celebraciones eran más relajadas, pues se intercambiaban regalos; a los hijos se les regalaban muñecos de barro (sigilla) y a los amigos velas (cerei). Durante estos días las familias se reunían y comían todas juntas, principalmente un dulce de miel y frutos secos que llevaba con un obsequio en su interior, un haba seca, el que lo encontraba era coronado como princeps Saturnalicius y sus órdenes debían de ser cumplidas.

Se sabe que en el segundo día de las Saturnalia se llevaba a cabo un carnaval que sería el preludio de nuestros carnavales.

La fiesta finalizaba el 23 de diciembre tras seis días de banquetes, de regalos y de inversión del estatus social.

Tras leer las celebraciones que se realizaban durante las Saturnalia resulta difícil no ver reminiscencias de la fiesta pagana en la celebración de la Navidad:



- Reuniones familiares con abundante comida y bebida.

- Intercambio de regalos.

- Sorteo de lotería.

- Consumo de un dulce con un haba seca en su interior, el que la descubre tendrá buena suerte y se cumplirá su voluntad.

- Uso de vestimenta más lujosa.



Hay un detalle que llama poderosamente la atención, se usaban árboles de pino por doquier, para representar el calor del nuevo nacimiento del dios sol, en forma de fuego (Libro "El hombre y sus dioses" pag 201). Esto se basaba en una antigua leyenda babilónica: durante una noche, un árbol verde se desarrolló de un tronco muerto. Esto hablaba de que el dios sol Nimrod (tronco seco), reencarnaba en Tamuz (árbol verde), cuando su madre Semíramis lo daba a luz en esa noche.



Las leyendas se propagan con los años. Y esta, pasó a ser dominio entre druidas y egipcios y fue adoptada por Roma, la que colgó al árbol, entre otras cosas, cerezas rojas, que después fueron bolas brillantes (esferas), como símbolo del dios sol.

Y esto fue incorporado a la celebración de la Navidad hasta el día de hoy.



O.M.

viernes, 30 de noviembre de 2012

A VISTA DE PÁJARO


Su minuto de gloria. Toda aquella gente pendiente de él, e incluso preocupados por su destino. Que ironía.
El espectáculo era grandioso visto desde el alfeizar de un ventanal situado en el piso quince de un moderno edificio donde estaba de pie, con medio cuerpo fuera, en un difícil equilibrio. La ciudad a sus pies. Esa misma ciudad que ignoró su preparación académica y los triunfos conseguidos en competiciones deportivas internacionales. Las mismas personas que le habían avocado a aceptar su trabajo actual, gris, peligroso, aunque no mal pagado tuvo que reconocer, ahora le miraban angustiados y con expectación morbosa  esperando la caída. Que se arrojara al vacio.
La calle acordonada por la policía permanecía desierta en la fachada principal de la casa. Las luces parpadeantes de los coches celulares actuaban como un imán, el murmullo humano que llegaba hasta allá arriba le mecía como el batir de las olas.  Se movió venciendo ligeramente el cuerpo. Escuchó nítidamente el grito y el silencio.   Respiró profundamente, todavía no había llegado el momento. Aún no.
En el cine las cosa parecen fáciles cuando se ven en la pantalla, pero cada plano lleva horas que transcurren lentas, terriblemente lentas. Tendría que esperar la orden del director para, como doble del protagonista, rodar la secuencia. Lo que visto desde el suelo parecía un suicidio, en la película sería una huida precipitada del héroe.
Hacer puenting, arrojarse al vacio sujeto por un arnés, no era complicado y además, se dijo para espantar los negros pensamientos que se iban apoderando de su mente, el actor principal sería famoso y guapo, pero quien se beneficiaba a la estrella femenina era él. Una aventura sin importancia, solo para saciar su vanidad, que todo el equipo parecía no ver. Si llegara al gran público el cotilleo de que el galán macizo e irresistible no actuaba en las escenas peligrosas y que su chica le ponía los cuernos, el tinglado saltaría por los aires,  literalmente. Demasiado dinero en juego para no mantener ocultas las andanzas de la bella y el especialista.
La voz del ayudante de dirección puso en aviso a todos. Se escuchó: acción. Y sabiendo que los cables pararían bruscamente el descenso a la altura del segundo piso, donde él a través de la terraza se perdería en su interior, siempre de espaldas a la cámara, claro, se tiró.
Afortunadamente nunca supo que alguien había manipulado el equipo, así que su momento de gloria se prolongó hasta la calzada.
Alicia

jueves, 22 de noviembre de 2012

Cortitos (y al pie)



Desconocido

Él creía en ella y en el hijo que llevaba dentro. Tenía esperanzas de que todo cambiaría. Y cambió. Como siempre esperó esa migaja de amor diario, pero fue en vano. Su única certeza, la noche.
Entre las aguas calmas de la orilla se vislumbra la imagen solitaria de un bastón blanco, a su lado, un cuerpo ajado se balancea al abandono del silencio. El hombre cubre su desnudez con una armadura transparente, tan solo sus toscos dedos cubiertos de sangre viscosa son el referente de su vida y de su muerte, pues se abrió las venas antes de tumbarse sobre una roca a esperar que la marea se lleve sus ensoñaciones de sujeto abandonado.
Su hijo nació. Ella no lloró, nadie preguntó.


El Genio

Había cumplido su sueño… y sus fantasías, y quiso más. Buscó en las calles un indicio, una señal y nada. A todos les preguntó, pero nadie lo había visto. Recorrió el pueblo hasta quedar agotada. Sintió pena por sí misma. Nunca pudo explicarse cómo pasó, si sólo se distrajo un instante pronunciando su nombre mientras él se quitaba el turbante, la ropa, las piernas y el torso. Lo último que recordó, antes de que su cabeza se escurriese dentro de la lámpara, fue aquel vivo y dulce beso del adiós; irrefutable prueba de su mágica y efímera existencia.


Yo digo

Siete maderas, siete machos y siete hembras.
Siete lluvias, siete mares y siete noches.
El sol, los hijos del hijo y un altar.
Las uvas, el agua y el pan.
Mi palabra, sus cuerpos y sus almas 
y las siete llaves para los siete cielos.


Ayudante

Abrí los ojos y me encendió la luz.
Comencé a caminar y despejó mi camino.
Me acosaron pesadillas y durmió al borde de los sueños.
Encontré el amor y me guió con el primer beso.
Entramos al altar y tocó la trompeta.
Surgieron dificultades y no pudo evitarlas.
Tropecé con la muerte y huyó para que no le cortara sus alas.


Lindo gatito

El cuerpo tenso y los ojos fijos, apenas un ondular del pelo por la brisa.
Saltó, las punzantes garras brillaron y un bullicio de plumas y sangre ensució el aire.

Trabajos prácticos del taller de microrrelatos
O.M.

viernes, 16 de noviembre de 2012

LA PARTIDA DE AJEDREZ

-¿Y si hacemos un sufragio por su alma?
-¿De veras crees que va a ser tan fácil?
-Bueno, por intentarlo tampoco pasa nada.
-Pero te olvidas, que él no era creyente.
-Eso no tiene importancia. Nosotros podemos recordarlo como queramos.
-Ya, pero yo tampoco soy creyente. No me gustan los actos religiosos.
-Hombre, tampoco pasaría nada por juntarnos algunos de los que quedamos y recordarlo en una ceremonia íntima.
-Vamos a seguir jugando y olvidemos lo del sufragio.

Anochecía, casi no había luz en la habitación. Uno de ellos encendió un flexo que había sobre la mesa. Una luz tenue iluminó la habitación, donde dos ancianos se encontraban sentados uno frente al otro.
Sobre la mesa, en medio de ellos, un tablero. Una botella y dos pequeños vasos completaban la escena.

-A mí nunca me había interesado el ajedrez hasta que le conocí. Él me enseñó a mover las piezas sobre el tablero, a concentrarme, a retener varios movimientos en la cabeza.
-Él era muy buen jugador. Era difícil ganarle. Era muy paciente.
-Gracias al juego conseguía olvidarme de donde estaba. Conseguía olvidarme del frío, del hambre, de todas aquellas penalidades que tuvimos que pasar.
-Sí, a mí, también me ayudó mucho. Jugar era una forma de abstraerte de la realidad.

No hay ningún movimiento en el tablero. La conversación ha detenido la partida. De vez en cuando, los hombres beben algún trago y siguen hablando.

-Las guerras no deberían existir.
-Estoy de acuerdo contigo. Pero existen, como también existen los campos de prisioneros, las cárceles, los perdedores, los vencedores.
-La vida es tan corta.
-Sí, es muy corta para desperdiciarla en estupideces. Nosotros a punto de caducar y aquí estamos, hablando de sufragios por el alma de alguien que no creía en el alma.
Creo que la mejor manera de recordarle es, que terminemos esta partida de ajedrez, que nos tomemos unos tragos a su salud y que volvamos a seguir jugando.

Los dos hombres levantaron sus vasos y los chocaron. La partida continuó en silencio. La noche siguió avanzando.





Mireya Martínez-Apezechea

domingo, 30 de septiembre de 2012

ESQUIVA PRESENCIA


Aquella mujer le estaba obsesionando. Era consciente de ello y sin embargo, no podía dejar de pensar en ella.
Su compañera de mesa en la biblioteca le pasó un papelito. -¿Te animas a tomarte un respiro?
Levantó la cabeza sorprendido, abandonando su mundo de ensoñación.
   -No sé, todavía tengo mucho trabajo por delante- garabateó.
   -Venga, necesitamos estirar las piernas- fue la respuesta.
Sí, Martina tenía razón. Eran muchas las horas pasadas tomando notas, consultando  libros, comprobando datos. Y la tesis no parecía avanzar en su redacción definitiva. Le acompañaría.
Juan sorprendía no solo por ser un joven en quien se adivinaba un futuro brillante, sorprendía porque compaginaba muy bien la faceta de estudioso con su otra más mundana de ligón. Cierto que para un chico guapo y con buena facha el camino era más fácil que para otros, y más dominando todos los trucos de la seducción con los que el resultado estaba prácticamente garantizado. Hasta ahora. Su actual “doña Inés” se le mostraba esquiva y distante; indiferente a su interés. Pero él insistía en acercarse desde todos los ángulos, conocerla hasta donde fuera posible. Su admiración crecía de día en día al considerarla  muy inteligente, además de bellísima.
   -¿Cómo vas con la investigación- se interesó Martina.
  -Me encuentro en un punto muerto -contestó- creo que me iré unos días a Berlín para ver si salgo del impasse
   -Me parece bien. Así te limpiarás las telarañas y verás todo con ojos nuevos
La idea se le acababa de ocurrir y agradeció a Martina que le confirmara que era buena. Sí volaría -esto su novia no podía sospecharlo- para encontrarse con quién le quitaba el sueño. El tiempo que tardó en encontrar un pasaje de bajo costo y alojamiento le pareció eterno y breve, imposible de racionalizar, tal era su estado de ánimo.
Cuando ya en Berlín se acercó a la Isla de los Museos, lugar de la cita, el corazón de adolescente que todavía quedaba en él, se sumía en la esperanza y la frustración a velocidad de vértigo. Ascendió al primer piso y con paso lento se fue acercando, salvando los grupos que se arremolinaban frente a la vitrina del fondo,  hasta quedar frente a frente.  La miró embelesado, incapaz de pronunciar palabra, entregado sin haber librado batalla. Ella le recibió imperturbable y un punto desdeñosa, acostumbrada como estaba a subyugar a todos cuantos la veían.
Y es que Nefertite, cuyo rostro ha traspasado el tiempo llegando hasta nosotros, y ahora expuesto en el museo, seguía siendo una mujer extraordinaria. ¿Cómo no amarla?

Alicia


miércoles, 25 de julio de 2012

No suena igual un Kitaj que un Goya

            
Antes de que sucediera todo me encontraba en medio de los cuadros con ganas de abrir los brazos, girar y convertirlos en una película para que se encontraran todos con todos y así ahuyentar la soledad que intuía en cada uno de ellos, pero me mantuve quieta volviendo la cabeza a un lado y a otro hasta que despacio, con los brazos pegados al cuerpo, me acerqué a uno de ellos, El griego de Esmirna , en el que hay más de un personaje , pero no por ello me cuenta una historia de compañía. Entonces, en pocos segundos, ocurrió: el cuadro se descuelga y caen sobre mí: el griego, la prostituta y el hombre que baja por las escaleras. Estoy segura de que es un escalón de ellas el que golpea mi cabeza dejándome tendida en el suelo, donde aprovecho para arrebujarme debajo de los tres personajes. No puedo perder la oportunidad de sentir la pintura con los cinco sentidos y no sólo con los ojos. Están sobre mi nariz así que solo debo aspirar su olor. Pongo mis manos en los pechos de la prostituta. Paso la lengua por el óleo que pinta la boca del griego. Tamborileo los dedos sobre el lienzo para escuchar su sonido, es imposible que suenen igual este Kitaj, que un Goya o que un Van Gogh.
     Oigo, a mí alrededor, exclamaciones en varios idiomas, pasitos de hormigas a las que se les ha descontrolado su rutina y andan dando vueltas sin razón Quiero que dejen el cuadro donde está a pesar del dolor que siento en la frente, pero reconozco que esto es imposible, allí fuera habrá tanta gente preocupada por el cuadro como por mí. Al quitármelo de encima siento el desconsuelo de separarme de un amante al que nunca voy a volver a tener tan cerca.
     Noto: que me cogen por los brazos y muchas manos sobre mi cara.
     − Poned pañuelos nuevos Quitad esos que ya están llenos de sangre
     −No, no, pongan más encima, pero no quiten los primeros porque entonces no paramos la hemorragia −dicen unos y otros.
     La bola de papel en mi cabeza es cada vez más grande y mayor motivo de discusión.
     Al cuadro le atiende personal del museo que mira alternativamente a él y a mí con gran preocupación.
     −¿Cómo se encuentra? −me dice uno de ellos.
     −Creo que me estoy mareando
     −Túmbenla y súbanle las piernas − da las ordenes escuetas y llenas de autoridad. Puedo imaginarle dando instrucciones para trasladar un Cézanne de un sitio a otro.
     −Usted quédese quieta y tranquila, ya hemos llamado a una ambulancia.
     Y en estos momentos, que la timidez ha debido quedar noqueada también, pongo los brazos en cruz y aspiro con profundidad para ver si un poquito de toda la creatividad que me rodea se me queda impregnada.
Cuando lleguen los de Samur, pienso en mi media inconsciencia, les diré que no me hagan una sutura muy estética, quiero tener una cicatriz que me recuerde el día en que tuve encima a un Kitaj, a un griego, a una prostituta y a un señor que baja por las escaleras.
Paloma ©

miércoles, 11 de julio de 2012

LA CHICA DEL ARCÉN


-¿Y si hacemos un sufragio por su alma?
- Pero que dices, no  creo que este tipo esté en el purgatorio. Ni yo, ni nadie.  Seguro que se encuentra en las garras de Pedro Botero
-Una oración solo demostraría que somos mejores que él. Ya no es un peligro para nadie
-A Dios gracias. Nos ha costado mucho llegar a esta situación
Mucho tiempo, horas y horas de vigilancia. Esfuerzo personal y profesional, dos victimas civiles y un compañero muerto. Si, efectivamente les había  costado resolver el caso, pero antes de dar carpetazo al asunto ¿Por que no desearle que encontrara la paz, allá donde estuviera?
Era una sentimental, lo sabía. Por eso no insistió a su compañero, más pragmático que ella. Pragmático, valiente y leal con quien resultaba soportable la larga jornada, los dos metidos en un coche camuflado patrullando las carreteras, o donde el servicio les llevara.
 Toda la Brigada Central andaba revuelta  desde hacía meses. Las denuncias de robo se amontonaban, cortadas por un mismo patrón. Al atardecer, no lejos de cualquier gasolinera de no importa que autopista, un coche de gran cilindrada da un brusco frenazo. El conductor, varón, viaja solo y ha visto algo que le impulsa a parar y bajarse del vehículo. Se trata de una mujer rubia, joven, vestida de negro, esbelta y sobre altos tacones, de aspecto desolado. En una mano agarra un maletín, en la otra una  enorme sombrerera. Como aturdida, sobrepasada por los acontecimientos, se muestra hierática sin ni siquiera pedir ayuda. Su silueta se perfila dibujada por los últimos rayos de sol.
Quien sabe si por curiosidad o innato reflejo de conquistador, el hombre se acerca hasta ella confiado, protector, galante, estúpido. Sonriente.
De la nada surgen en ese momento unas  manos que le reducen en cuestión de segundos y le maniatan, a la vez que le colocan un esparadrapo en la boca. Le arrastran hasta unos matorrales y le despojan del reloj y móvil. Luego desparecen de su vista, y con naturalidad, dado que él se ha dejado las llaves puestas, arrancan el Mercedes, Audi, Ferrari, BMV, despareciendo a toda velocidad.
Algunas de las victimas, tras ímprobos esfuerzos consiguen llegar a la cuneta y pedir ayuda. Nadie para, aunque tienen el detalle de llamara al 112. Sin embargo, dos de los conductores uno por infarto múltiple, otro por un ataque agudo de ansiedad,  cuando fueron descubiertos ya no pudieron prestar declaración.
Los coches, el robo de vehículos de alta gama se atribuye a bandas del Este de Europa, aunque en este caso nunca nadie oyó una palabra en idioma alguno, y se admite que son sacados con matriculas falsas para su posterior venta en mercados emergentes.
En el estudio del modus operandi se llegó  a  la conclusión de que alguien daba el aviso desde la gasolinera sobre el posible incauto, y que solo entonces la chica que servía de gancho, preparaba la puesta en escena. El Comisario-Jefe preparó una trampa. Pondrían un cebo adecuado, y en ese coche que sería robado, un GPS oculto para que les condujera hasta el escondrijo de la banda.
Pasó un tiempo y más operaciones de la chica del arcén, pero al final la espera tuvo su fruto y así llegaron hasta una finca en lo intrincado del monte. Más que finca de caza como rezaba el cartel, un recinto amurallado por alambrada electrificada y vigilancia constante. Con los prismáticos de rayos infrarrojos se descubrieron aparcados camiones contenedores donde, previsiblemente, meterían el material robado.
El cerco, el asalto por los GEOS, no fue fácil ni incruento; hubo bajas por ambos lados. Eso sí, el cabecilla, español y dueño de la finca, de conducta social intachable  fue reducido cuando pretendía huir, y resultó herido. Antes de que lo pudieran trasladar al hospital murió.
Y allí estaban la pareja de policías velando su cadáver hasta la llegada del juez. Ella queriendo que rezaran una oración, él muy renuente. Y además preocupado.
 -¿Y la chica? -se preguntaba en ese momento- se nos ha escapado. Ninguna mujer ha intervenido en el tiroteo, estoy seguro. Y el Jefe se ha ido  dando la operación por terminada. No lo entiendo.
Empezó a moverse, a registrar la casa presa de un nerviosismo inexplicable. Subió escaleras, bajó al sótano, recorrió el garaje y de pronto descubrió un pabellón de invitados semi oculto por los arbustos. Se acercó tomando las precauciones  reglamentarias, con el arma en la mano, pegado a la pared, deslizándose hacia la puerta. Estaba abierta.
Y entonces las vio. Eran unas cinco o seis que permanecían sentadas en silencio.
Contempló despacio a  las que tenía enfrente: bellísimas. Entonces lo comprendió: eran las cómplices perfectas. Enfundó la pistola y acarició a la que tenía más cerca. Y ese contacto le gustó.

Alicia

martes, 19 de junio de 2012

El bosque encantado de Orrius


En la provincia de Barcelona se encuentra uno de los lugares más mágicos y misteriosos  de toda Cataluña, el bosque de Orrius, uno de esos sitios que derrochan encanto y misterio por los cuatro costados. Perderse en este bosque, que para muchos está hechizado, es entrar en un mundo mágico de leyendas, de extrañas figuras talladas en piedra, de duendes, e incluso, de misteriosos aquelarres y altares de sacrificios en los que algunos hasta ven manchas rojas…
 Siguiendo el sendero del bosque, encontramos diferentes figuras talladas en roca que no nos van a dejar indiferentes: desde un elefante gigante, hasta cabezas de personas que intentar emular a las representaciones de los mayas, en incluso un moai (esas enormes cabezas de piedra de isla de Pascua, en Chile).
 Pero esto no es todo, ya que si caminamos un poco más y llegamos al corazón del espeso bosque nos toparemos con rincones tan interesantes como la roca de las cruces, lugar que tenemos que relacionar con Perot Rocaguinarda, un bandolero catalán que asaltaba los caminos que unían Barcelona y Gerona. Con el nombre de Roque Guinart, aparece en la segunda parte del Quijote haciendo alusión a un encuentro que tuvo Cervantes con el bandolero. Cuenta la leyenda que las cruces que hay talladas en la roca son obra del bandolero, una por cada muerte...

Otro de los rincones que merece la pena visitar es la cueva agujereada en cuyo interior, todo apunta a que se ha hecho fuego en más de una ocasión, ¿será quizás, señal de algún ritual? Esta roca agujereada con forma de cueva, tiene una especie de habitáculo en su interior, lo cual no deja de ser curioso, ya que uno lo mira y se pregunta, ¿Quiénes y para qué lo hicieron? En fin.

 Hay además, construcciones prehistóricas que completan este museo al aire libre cargado de misterio. Interesante es agregar  que siguiendo el sendero flanqueado por las curiosas formaciones pétreas, es muy fácil encontrar alusiones al fenómeno Ovni, símbolos tan conocidos como el de UMMO, en las cuevas y en las rocas.
Muchos se atreven a decir que cuando  cae la noche los otros habitantes del bosque de Orrius salen de sus escondrijos para pasearse y disfrutarlo a la luz de la luna…
En definitiva, un rincón mágico de la mágica Cataluña.

(El lugar me hizo acordar mucho al misterio en el jardín de los monstruos, la novela Bomarzo y sus animales imaginarios en la ruta italiana de Viterbo.
“Un príncipe jorobado, que Mujica Lainez retrató en su novela más célebre, mandó construir un parque lleno de enigmas. Allí se cruzan extrañas criaturas. Y un lema: "Todo pensamiento es fugitivo")



o.m.

jueves, 24 de mayo de 2012

FINO COMO UN CABELLO

Le gustaba asustarme.
“Para llegar al Paraíso, tienes que atravesar un  puente tan fino como un cabello, fíjate que fácil es caer en el abismo: una mentira, desobedecer…”
Y me mostraba una estampa donde se veía a un niño sobre una tambaleante pasarela suspendida en un despeñadero, y a su lado un ángel de la guardia para protegerle, se suponía.
La abuela era una beata de misa diaria a primera hora y breviario que leía por las tardes, antes de acudir de nuevo a la Iglesia para rezar el rosario o alguna novena. En su habitación permanecía encendida día y noche una lamparilla de aceite frente a la reproducción de la gruta de Lourdes, con la Virgen  de blanco y Bernadet arrodillada. Ambas nos postrábamos también, ella en su reclinatorio, antes de acostarme.
Siempre me pareció vieja. Nunca la vi sonreír.
Bajita y redonda, de apariencia pulcra y un punto coqueta, se peinaba con esmero su pelo rubio en un moño alto que recogía con horquillas, mientras se marcaba las ondas con los dedos. Los ojos azules miraban sin parpadear, hasta que confesaba ¿el pecado? la niña de cuatro años que era yo entonces.
Todos los días se cambiaba de vestido hecho a la medida y cubría su figura al salir a la calle, con un abrigo de seda en verano y caliente en invierno. Debajo de la ropa que enseñaba, se ceñía un cordón de hábito de santa Teresa. Parece ser que ofreció en alguna ocasión llevarlo por vida, pero a la familia le pareció exagerado y su confesor le dio esta otra alternativa.
Lista, muy lista y trabajadora, era ella quien dirigía la casa, los hijos, el negocio. Un matriarcado bien aceptado por todos.
No fue feliz.
Locamente enamorada del abuelo, un hombre apuesto y reidor, padeció la viruela poco antes de casarse. En la fina y blanca piel de su rostro aparecieron marcas indelebles, en su corazón una herida que nunca se cerró. Siempre pensó que el novio dejó de quererla por las secuelas de la enfermedad y que se casó por mantener la palabra dada.
Lo repetía continuamente.
Sentía celos de cualquier mujer que pasase cerca de su marido, daba igual que fuese un  familiar, del  servicio o desconocida. Una locura de amor que le llevó a exclamar ante el féretro del abuelo
-Menos mal que te has muerto antes que yo, ¿Por que si hubiese sido al revés,  quién te iba a vigilar?
Yo adoraba al abuelo. Murió a los 78 años.
Su mujer le sobrevivió 12 más. No fui a su entierro.

Alicia



domingo, 6 de mayo de 2012

UN ÁRBOL + UN DISCO


El árbol Joshua no es un árbol, aunque tenga apariencia de serlo. Pertenece a la familia de las plantas agaváceas. Es una de las muchas especies de yuca que existen. Su nombre científico es “yucca brevifolia”. Crece  únicamente en los desiertos de Colorado y Mojave en California, en una pequeña parte de Arizona y Nevada y en el sur de Utah. Pero sobre todo en el Estado de California.
Los desiertos donde viven los Joshua, tienen una altitud media de unos mil metros. Allí las noches son muy frías y los días templados. En el verano el  calor lo invade todo.
El crecimiento de estos árboles es lento, van elevándose verticalmente hacia el cielo, poco a poco, sin prisa. Tienen tiempo. El árbol Joshua puede llegar a vivir unos cientos de años. Cuando florece por primera vez, ya lleva años existiendo. Las flores son blancas y carnosas y al caer éstas, el árbol pierde su crecimiento vertical. La siguiente rama nacerá horizontalmente, hasta que vuelva a florecer y salga otra rama en dirección opuesta. Con los años, el árbol Joshua adquiere un aspecto irregular, retorcido, deforme, poco equilibrado.
Los indios shoshones que vivieron en esta zona, convivieron con los Joshua. Comían sus flores y utilizaban las hojas para hacer cestos.
Joshua, en castellano Josué, fue el elegido por Yahvé tras la muerte de Moisés, para guiar a los hebreos a la tierra prometida.
Los mormones, una secta religiosa fundada en 1830 en Nueva York, fueron expulsados de varios lugares de la costa este de los Estados Unidos. Sus miembros se dividieron en grupos y huyeron a diferentes partes de América, algunos llegaron hasta el sur. Pero la mayoría comenzó a moverse hacia el oeste un territorio que, todavía había que conquistar a los indios. Un viaje que duró dos décadas y que movilizó a unas setenta mil personas.  
En su éxodo hacia el oeste, fueron poniendo nombre a lugares, plantas y a todo aquello que no conocían. Nombres casi siempre bíblicos.
Cuando se encontraron con este árbol raro, vieron en él una figura con los brazos levantados, orando y le dieron el nombre de Joshua. Esperando tal vez que, les guiase al paraíso, a la tierra prometida.
Muchos años después, en el verano de 1986, un grupo de música irlandés, U2, comenzó a grabar un disco en Dublín. Sería el quinto álbum de la banda, el que les dio fama internacional y que hoy en día está considerado como uno de los mejores discos de música pop-rock.
El 3 de julio de 1986 llovía en Dublín, Greg Carral, un joven neozelandés de veintiséis años, se dirigía en moto al estudio de grabación, donde los U2 estaban trabajando en su nuevo disco. Carral formaba parte del equipo del grupo irlandés. Un coche chocó contra la moto y el cuerpo de Greg quedó herido en una calle mojada de Dublín, poco después moría en un hospital. Los U2 suspendieron la grabación durante unos días. Viajaron a Nueva Zelanda para asistir al funeral de su compañero. Un funeral de tres días y tres noches, un funeral maorí, como Greg Carral. Dos años antes se había conocido allí, en una gira que había hecho el grupo por Australia y Nueva Zelanda. Desde entonces Carral había formado parte de la banda. Bono había escrito una canción On Tree Hill (colina de un solo árbol) el nombre de la canción hacía referencia a una colina que hay en Auckland, una colina sagrada para los maoríes. La canción iba a formar parte del nuevo disco, así que se la dedicó al Greg.
Meses después, terminada la grabación. Los U2 viajaron a Estados Unidos. El nuevo álbum se iba a llamar, Las Dos Américas, así que querían una portada con fotos de algún lugar de América. El fotógrafo holandés, Anton Corbijn, hizo el reportaje fotográfico. El sitio elegido fue el Parque Nacional Death Valley en California. En el Zabriskie Point, donde hay algún árbol Joshua.
A los U2 les gustó tanto esta planta que, cambiaron el nombre del disco por el de Joshua Tree y se lo dedicaron a su colega muerto, Greg Carral.
El disco salió a la venta, en marzo de 1987, hace ahora veinticinco años.
Un cuarto de siglo después, siguen existiendo todavía las dos Américas de las que hablaban los U2. Puede que más que dos Américas.
         
         JOSHUA TREE
Where the Streets Have No Name
I Still Haven’t Found What I’m looking for
With or Without You
Bullet the Blue Sky
Running to Stand Still
Red Mining Town
In God’s Country
Trip through Your Wires
On Tree Hill
Exit
Mothers of the Disappeared


Mireya Martínez-Apezechea

miércoles, 25 de abril de 2012

Vencejos

Desde hace unos días los oigo por las ventanas de mi casa.
Desde hace unos días he vuelto a la niñez, a la agradable sensación de que cuando los oía estaba más cerca el final del colegio.
Llenan las primeras horas del día y las últimas de la tarde con un bullicio al que estamos tan acostumbrados que a muchos les pasa desapercibido. A mí no, yo les escucho atentamente todas las mañana y todas las tardes, desde que llegan rozando mayo y se marchan antes de que sospechemos la llegada del otoño.
 Sus agudos chillidos son como puertas que se abren encima de mi cabeza y me dejan ver a unos pájaros que vuela sin parar a no ser que llueva fuerte o les esperen unos polluelos con la boca abierta, si esto no ocurre su sitio es el aire: para dormir, para aparearse, para comer, para vivir. El suelo es un accidente en su vida. No lo tocan ni en las horas densas del verano cuando no tienen más remedio que parar por el calor , pero siempre en un lugar alto: desvanes, aleros, huecos de árboles, grietas de las rocas. y allí permanecen hasta que notan sobre sus plumas que el Sol da una tregua, entonces vuelven a subir en amplios círculos para pasar la noche sobrevolando las nubes.
Ahora me acompañarán durante tres meses. Sus voces me refrescarán en lo más caluroso del verano y me transportarán a los días de las vacaciones infantiles.

Paloma ©

miércoles, 18 de abril de 2012

El Hombre Infiel.

Hace tiempo un vecino del barrio me contó esta historia, no sé si será cierta o no, pero quiero compartirla con Uds.

Había una vez… en el siglo pasado un muchacho barcelonés que soñaba con ser artista, el creaba hermosas figuras de cerámica con sus manos y tenía el don de convertir el barro crudo en una obra de arte, sin embargo, nadie se fijaba en su talento. Había intentado afanosamente exponer sus obras, pero las galerías de la ciudad apenas si lo atendían. Cansado de golpear las puertas de las galerías, el hombre terminaba vendiendo sus obras por poco dinero en los mercadillos de la ciudad. Un día, a última hora de la tarde, desilusionado y vencido, por no haber vendido nada, pagó al dueño del lugar y se marchó. LLego a su casa en el barrio del Poble Nou y preso de un ataque de furia rompió todo lo que había llevado para vender y se juró así mismo que nunca más lo intentaría.

“¡No tengo talento, soy un fracasado, jamás podré vender mis obras a nadie, no sirvo para nada!”. Gritaba furioso mientras estrellaba contra el piso las diferentes esculturas que había realizado. De repente sintió que alguien lo observaba, al darse vueltas vio a una mujer muy extraña, tenía el cabello largo, negro azabache, sus ojos de color verde esmeralda lo miraban con fijeza, estaba elegantemente vestida pero lucia muy rara. El hombre la miró y se secó las lágrimas, para que no lo viera llorar.

-¿Por qué haces eso? -preguntó asombrada la mujer.

-Bueno… es que no sirvo -tartamudeo el hombre-, en verdad no tengo talento, soy un fracasado, nunca lograré mi sueño.

La extraña dama sonrió y se acercó a él, le tomó las manos y lo miró a los ojos.

-Dios es el que tiene la última palabra. Si Dios pone en tu corazón un sueño es porque tienes el suficiente talento como para hacerlo realidad.

El hombre se quedó mudo sin saber que decir. La mujer recogió las obras que aún no había destruido y las observó detenidamente.

-Yo te puedo ayudar –dijo con una sonrisa a flor de labios-, conozco una persona que tiene una importante galería en el Paseo de Gracia, sé que le interesaran tus obras. Vamos a verla.

El hombre siguió a la mujer, se subieron a un taxi que ella pagó y llegaron a la puerta de la más importante galería que había en la ciudad. Aquella misma galería que muchas veces el portero ni siquiera lo había dejado entrar. El hombre, entre asustado y confundido, le dijo a la mujer que de ese lugar lo habían invitado a que se retirara varias veces, pero para su asombro, la mujer no le hizo caso y entró con él de la mano ante la atenta mirada del portero. Fueron directamente a la oficina donde estaba su amiga, la dueña de la galería. Y en efecto, a la dueña le gustaron sus esculturas y le pidió al hombre que hiciera algunas obras más, harían una exposición sin compromisos y si a la gente le gustaba podían firmar un contrato y hablar de negocios. El hombre aceptó.
De más está decirles que la exposición fue todo un éxito y firmaron un contrato. A partir de ese momento, la fama y la fortuna tocaron a su puerta, el hombre feliz viajaba por toda Europa con sus obras y era reconocido en todas las capitales del viejo continente. La extraña dama, siempre a su lado, se convirtió para él en lo más importante de su vida.

Una tarde de lluvia, en el taller donde creaba sus obras, él le propuso matrimonio y ella aceptó. La noche antes del casamiento, en la fiesta de despedida de solteros, ella le dijo:

-Te amo y sé que tu también a mí, pero solo quiero decirte una cosa, mientras me seas fiel no habrá problemas, pero el día en que me engañes conocerás la furia de mi alma.

El la miró, se sonrió y asintió, luego la besó apasionadamente, no tenía miedo, no pensaba engañarla nunca, se había enamorado perdidamente de ella. Se casaron y todo era felicidad para los dos. El dinero crecía en sus cuentas, tenían todo lo que habían soñado y en poco tiempo la vida les dio una hermosa niña. El hombre era el más afortunado de todos.

Pero un día, en un viaje a Viena, conoció a una joven mujer que lo impactó profundamente. Era alta, delicada, de rubios cabellos y grandes ojos azules. El hombre quedó flechado y se enamoró de ella mientras bailaba un vals en una recepción en su honor en el Palacio de Schonbrunn.

La joven también le correspondió y entre copas de champagne y música de orquesta suave, vivieron intensamente aquella noche, que culminó en una lujosa habitación de hotel. Él se sentía, joven, fuerte, el más dichoso de todos los hombres, aquella muchacha lo había cautivado tanto que ya ni siquiera pensaba en su propia mujer.
Lo que él pensó que sería una noche de pasión, se convirtió en una obsesión, decidió seguir adelante con esa relación y la convirtió en su amante. Todos los meses viajaba a Viena para estar con ella y vivía intensamente su amor sin que su mujer se enterase, o por lo menos, eso pensaba él.

Pero la joven quería algo más que una simple aventura, ella ansiaba ser la única dueña de aquel hombre rico, famoso y guapo, y por lo tanto, le exigió una y otra vez que abandonara Barcelona, que se mudara a Viena y que se casara con ella.

El miedo a perderla y su amor por esa joven precipitaron la decisión. Una noche, al regresar de Viena, su esposa le aguardaba como cada vez que el volvía de sus viajes, sonriente y feliz. Él algo seco le rechazó el beso de bienvenida y fue con ella hacia la biblioteca.

-Tengo que pedirte perdón, sé que no debí hacerlo pero se me fue de las manos. La verdad es que conocí a una joven en uno de mis viajes a Viena, estoy enamorado de ella y quiero pedirte el divorcio. Espero que me entiendas. Por el dinero no te preocupes yo me ocuparé que nada te falte a ti ni a la niña

Su mujer contuvo la respiración, lo miró a los ojos y asintió con la cabeza.

-Lo sabía. Siempre lo supe, desde la primera noche que pasaste con ella en el Hotel Sacher. Sin embargo, esperaba que fueras tú quién me lo dijera. Está bien acepto, pero antes quiero pedirte algo.

-¿Qué? Lo que desees… -dijo él, sin poder ocultar su alegría.

-Quiero un último beso de amor -contestó ella con los ojos chispeantes de dolor.

El hombre accedió sonriendo, se acercó a ella, la estrechó entre sus brazos y la besó. La besó largamente, intensamente, tanto que no podía desprender sus labios de los de ella, no podía, por más que lo intentaba algo lo sujetaba a ella con una fuerza sobrehumana, no podía... De repente, el hermoso rostro de su mujer se fue transformando; primero tomó el color pálido, luego se convirtió en un rostro de anciana arrugado y luego… el hombre dio un grito ahogado dentro de la boca de su esposa al darse cuenta que una serpiente estaba apretando su garganta y que el rostro de su mujer era el rostro de una calavera, que por el hueco de sus ojos había soltado la serpiente que ahora apretaba su cuello y le arrancaba la vida a aquel hombre infiel.

Cuentan las crónicas policiales de la época que el hombre murió estrangulado, de la mujer y de la niña nunca se supo nada. Meses después, cuando la mansión fue vendida, la nueva familia que entró al lugar, encontró en el sótano una figura de barro muy extraña, era un esqueleto alado que besaba con pasión a un hombre horrorizado, sin lugar a dudas, aquel fue el beso de la muerte...



Escultura El Beso de la Muerte, Cementerio del Este, Barrio del Poble Nou, Barcelona.

O.M.

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