martes, 14 de diciembre de 2010

NO SOLO UN HOMBRE


NO SOLO UN HOMBRE



39.785 Km. recorridos a caballo en apenas 13 años, dan idea de la magnitud del viaje que emprendió el joven de 20 años desde su Macedonia natal, y que le llevó hasta los confines del mundo conocido en el S. IV a.C.

Y no sólo cabalgó, fundó 24 ciudades, conquistó el Imperio Persa, Egipto, Babilonia: Asia Central desde el Mediterráneo hasta el rio Indo. Se divirtió con sus amigos, amó al suponemos bello Hefestión y llegó a desposarse con cuatro mujeres, siendo padre de dos hijos.

ALEXANDER
ALEJANDRO MAGNO
ALEJANDRO EL GRANDE

La muestra “Alejandro Encuentro con Oriente”, que hasta mayo de 2011 puede verse en Madrid en el Centro de Exposiciones Arte Canal, sobrecoge. Cómo un ser humano pudo ser origen de tanta belleza y de tales proezas militares, hacen pensar que efectivamente como tantos pensaban, incluyendo él mismo, era más que un simple hombre. Los dioses le dejaron acercarse a ellos, pero luego sintiéndose celosos, acabaron con su vida. No con su leyenda que permanece intacta al cabo de 25 siglos.

Quién era

Oficialmente hijo de Filipo II de Macedonia y Olimpia, princesa que se decía descendiente de Aquiles.
Macedonia es una tierra glacial en invierno y abrasadora en verano: da hombres fuertes. El que es fuerte puede ser agresivo. Como Filipo, que ensanchó sus dominios con continuas guerras y conquistas. Olimpia, sacerdotisa, siempre sostuvo que en el encuentro carnal con Filipo, Zeus se encarnó en el rey para engendrar un hijo: Alejandro.
En una mitología como la griega, en que Zeus tomaba las más extrañas formas, fuera polvo de oro o la de diversos animales para llegar a la mujer que le atraía, esta idea acabó por ser aceptada incluso por el propio Filipo muy reticente en principio, que le nombró su heredero.
Alejandro nacido bajo el signo de Leo, creció en la corte en un ambiente en que se cultivaba el cuerpo con distintas disciplinas y formas de lucha, y la mente con educadores como Aristóteles que fue durante unos años preceptor suyo.
Era, por tanto, un hombre culto, inteligente además, brillante, con una idea de la política que excedía a su época. Valiente, ambicioso, inmisericorde y magnánimo, orador convincente y estratega sin par, Cesar y Napoleón siempre le admiraron.. Cuando tomó el poder, las tierras conquistadas por Filipo, Atenas incluida, le parecieron poco para sus planes de gloria y Alejandro utilizó el ejercito creado por su padre, disciplinado y eficiente con sus famosas falanges: grupos de 16 filas de fondo en apretada formación, en la que los hombres de la vanguardia portaban armas cortas y los demás largas lanzas que presentaban al enemigo una barrera de picas que las hacían inexpugnables, junto a la caballería para acometer la misión, que estaba convencido, los dioses le tenían reservada. Con un ejercito de 35.000 hombres salió de Macedonia a conquistar el mundo. Y lo consiguió.

Héroe y Mito

Alejandro siempre tuvo muy en cuenta la posteridad. Dirigió con astucia el “marketing” sobre su imagen, llevando en el séquito además del escritor que recogía sus hazañas, a un escultor, un grabador, y un pintor cuidadosamente elegidos, y únicas personas que podían plasmar su figura.
Alguien dejó constancia, por envidia tal vez, que Alejandro era de baja estatura, andaba con la cabeza ladeada y un mechón de pelo caído sobre la frente. Nada extraordinario, si no fuera porque todas las efigies que nos han llegado representan el busto, o la figura ecuestre de un joven de apostura y rostro perfecto, según los cánones de belleza clásica griega.
Cualquiera que fuera su realidad física, poco importa. El ejercito le admiraba porque nunca pedía nada que él no hiciera también; sus conquistas, algunas sin ni siquiera luchar, proporcionaban suculentos botines y los soldados eran conscientes de estar realizando un camino no seguido antes por ningún otro general. Hasta que se cansaron y le obligaron a volver, a renunciar a llegar más allá del Indo. Por el camino fue dejando como gobernadores de las ciudades conquistadas y de nueva planta a gente de la milicia.
No tenían motivo de queja.
Los pueblos subyugados tampoco: respetaba sus costumbres y leyes, permitía que continuaran con sus dioses y favorecía el mestizaje de la población. Naturalmente compartía con ellos el idioma, el arte y la organización griega, pero no parecía imposición, lo aceptaban sin protestar.
El Helenismo, fusión de la cultura griega con las de las tierras ganadas, fue una experiencia enriquecedora, fruto de una visión de futuro superior a la de sus contemporáneos. Facilitó la convivencia y el intercambio cultural en aquel Imperio sin parangón en la historia. Su impronta permaneció mucho después de desaparecer Alejandro y los romanos tuvieron muy en cuenta este proceder para consolidar su poder en las campañas que llevaron a cabo.
Nadie es perfecto, ni siquiera Alejandro, que no pudo resistir la tentación de permitir que le dieran culto divino. Por unos era considerado el decimotercero dios del Olimpo, por otros la reencarnación de Amón. Él aceptaba y callaba.
Los dioses se enfadaron por usurpar su puesto, le retiraron la protección y decidieron su muerte. Tenía 33 años. El Imperio conquistado se desmembró al repartírselo sus generales. Sus hijos fueron asesinados. Pero nadie tuvo bastante poder como para borrar a Alejandro del recuerdo de sus contemporáneos que le siguieron adorando, ni de que las generaciones posteriores hasta hoy, le consideren Grande.
Su leyenda se extendió por todo el mundo y llegó hasta Hispania donde le erigieron una estatua en lo que hoy es Cádiz, se cantaron sus gestas en el Libro de Aleixandre, e incluso Cervantes cita a Bucéfalo, su caballo, en el Quijote. A través de los siglos ha sido motivo artístico en importantes obras del patrimonio español. Tan popular era. Continua siéndolo.

ALEJANDRO
ALEJANDRO MAGNO
ALEJANDRO EL GRANDE

Alicia

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