miércoles, 30 de noviembre de 2011

JORNADA DE REFLEXIÓN




Jornada de reflexión

En este día en el que la campaña electoral queda parada, Martina se dedica a lo que esperan de ella: que discurra con la cabeza no con los pies.
Martina reflexiona sobre dónde pondrá a los peces si el estanque se congela en el invierno y que extraña sensación debió sentir el primer Homo que se quemó con fuego.
También sobre si las personas reflexionamos sólo en esa jornada o lo hacemos más a menudo o ni siquiera ese día.
Se dedica a mirar las estrellas escondidas detrás del azul del cielo. Si la Tierra, que pesa trillones de toneladas y tiene un gran volumen, es una insignificante mota de polvo en el Universo, entonces ¿qué coño somos nosotros?
Las gentes de Somalía se pasean por su cabeza y está segura de que no dudarían en cambiarse por nosotros a pesar de nuestra terrible crisis.
En la siesta nada por el espacio sideral con un impecable estilo braza. Rodeada de meteoritos y satélites empapelados con carteles de propaganda política, se las arregla para esquivar los agujeros negros que la acechan detrás de algunos planetas.
Al mismo tiempo que la noche ella cae en que sigue indecisa. Durante unos momentos desea ser como esas personas que tienen el voto decidido desde siempre, pero en seguida confiesa, ante ella misma, la falta de haber envidiado a los que comenten el grave pecado de no dudar. Y una vez hecho el propósito de enmienda coge varias papeletas de partidos políticos, las echa al suelo y deja que su gato las olisquee con minuciosa curiosidad hasta que se sienta sobre una de ellas, la elegida, esa será la que eche en la urna al día siguiente. Menos mal que ha recordado el método que utilizaba una actriz, no recuerda su nombre, cuando tenía que elegir entre varios guiones. Aseguraba que su gato jamás se había equivocado.

Paloma ©


jueves, 24 de noviembre de 2011

DE LA VIDA MISMA.


Una tarde de la semana pasada, mientras caminaba con una amiga por la rambla, se hizo un momento de silencio. La miré, ella estaba observando a su alrededor y de repente exclamó: “¡cuántas caras y ninguna igual!” El comentario me provocó risa y seguimos caminando. Después llegó la reflexión. No hay dos caras iguales, cierto, pero es que nunca me había puesto a pensar en eso, simplemente es algo que se da por hecho y no se piensa, aunque dicen que todos tenemos un doble en algún lugar del planeta.
Pero después de analizarlo un poco creo que detrás de cada rostro, dentro de cada cabeza, hay una vida, una mirada, un sufrir, un pensamiento distinto y como dice el dicho popular, cada cabeza es un mundo entero. (Por descubrir)
Ayer estaba sentado en la sala de espera del centro de salud, me fui a poner la vacuna contra la gripe, y miraba a mí alrededor.
Tengo una mala costumbre, miro una cara y me invento una historia, miro unos ojos y deduzco, poniendo mucha imaginación claro, lo que hay detrás, lo que está pensando esa persona o por lo que esta pasando.
Sin embargo ayer fue distinto, tenía sentadas a mi lado a dos mujeres, que, a pesar del cartelito de silencio que estaba colgado en la pared, ellas hablaban sin parar y era curioso porque hablaban las dos a la vez con una necesidad imperiosa de comunicar sus dolores, sus rencores, sus alegrías y, al fin y al cabo, contar sus vidas o que alguien las escuche. Sin embargo, ninguna escuchaba a la otra.
Una contaba que iba al cementerio a limpiar la tumba de su suegra, pero a su padre no se la limpiaba por venganza y es que la había desheredado por casarse con un carpintero…
No pasaron ni cinco minutos y ya me habían apuntado para participar en la conversación, porque me involucraron con la mirada y con los gestos cada vez que hablaban y de verdad me alegro, porque hablar con personas que han recorrido mucho más camino en la vida del que llevo recorrido yo, me enriquece y son experiencias y anécdotas que voy registrando y tomando nota para mis escritos.
La espera se me hizo mucho más corta y en cuarenta y cinco minutos me pusieron al día de sus amores, desamores y sufrimientos, algo que me llamó la atención fue su afición por visitar al médico, ya que venían seguido y hablaban de sus amigas, que si "fulanita" ya ha venido esta mañana y "menganita" vendrá mañana porque la artritis le va peor...
Cada persona es un mundo y es una aventura adentrarse en él. Y eso es lo interesante, las cosas sencillas que nos suceden a cada instante, de la vida misma, de los momentos que nos sorprenden cada día, de disfrutar de estas pequeñas cosas que nos pasan en la consulta médica o en un supermercado, en el trabajo o en la parada del autobús. De descubrir otras vidas, de usar la imaginación, de escuchar, de pararse de vez en cuando a respirar, de observar una flor, de vivir sintiendo lo vivido, de aprender, de caer y levantarse, de sonreír aunque todo no vaya tan bien como quisiéramos, pero al menos para que los demás se pregunten porqué seguimos sonriendo...

miércoles, 16 de noviembre de 2011

ADISHAM







A unos tres kilómetros de Haputale, en las montañas de Sri Lanka se encuentra Adisham. Una caminata corta y bonita, te lleva hasta allí sin esfuerzo. Es una zona alta, 1431m sobre el nivel del mar, donde no hace calor y caminar es agradable.
Haputale está rodeada de plantaciones de té. Un té introducido por los británicos a mediados del siglo XIX. La mayoría de las mujeres del área, trabajan temporalmente en la recolección de las hojas de té. No es un trabajo fácil, hay que tener paciencia, delicadeza y fortaleza. Para llegar a Adisham hay que cruzar una de estas plantaciones. Si pasas por allí entre mediados de marzo y mediados de junio, puedes ver el trabajo de estas personas y oír sus cantos. Cantar es una forma de aliviar el trabajo y de hacerlo menos pesado.
La Reserva Natural de Tangamalai donde se conserva un bosque autóctono y una reserva de aves, también se encuentra en el camino.

Adisham es hoy en día, un monasterio benedictino donde un pequeño grupo de monjas reza, cuida el jardín, venden mermeladas caseras y fruta de la zona. También llevan una posada, en una parte del edificio, donde si se quiere, uno puede pasar la noche.
Pero no siempre fue así, este lugar fue construido en estilo neo tudor en 1931, como lugar de descanso de Sir Thomas Lister Villiers y su familia.
Villier había nacido en Adisham en 1869, en el condado de Kent, Inglaterra. Emigró a Sri Lanka, entonces Ceilán, para trabajar con una compañía inglesa que se dedicaba al comercio. Allí conoció a su primera mujer, Evelyn Hope, hija de un terrateniente con plantaciones de té. Los primeros años de casados, los pasaron en Brasil. Más tarde regresaron a Ceilán. Donde Villier siguió enriqueciéndose con sus negocios.
A principios del siglo XX, un Sir Thomas sexagenario, mandó construir una casa de campo que recordaba a su Inglaterra natal y le puso el nombre de Adisham, como su lugar de nacimiento. Luego importó muebles, porcelana, cristalería, alfombras, todo lo que una casa noble necesitaba, de Inglaterra. Decoró las paredes de la casa con los retratos de sus antepasados, los Clarendons y los Duques de Bedford. Organizó una biblioteca y un jardín de estilo inglés con rosales, camelias, rododendros, araucarias, jacarandas. Quería sentirse como un noble inglés en su Inglaterra natal sin darse cuenta de que se encontraba en el trópico a miles de kilómetros de su isla europea.
A lady Villiers, la mujer de Sir Thomas, le gustaba pintar y para ella se construyó un estudio en Adisham. Todavía se pueden ver algunas acuarelas y óleos pintados por ella.
Adisham fue visitado por los gobernantes y hombres de negocios británicos y por las visitas ilustres que llegaban a Ceilán. En las fiestas que se celebraban, no faltaba el gobernador de la isla, el virrey vivía en India.
Con la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron y los ceilandeses comenzaron a pedir la independencia. El 4 de febrero de 1948, Ceilán se independiza de Gran Bretaña.
Los Villier abandonan el país. Sir Thomas vuelve a su Inglaterra natal. Deja para siempre su casa de campo y la isla que le había enriquecido. Escribe un libro sobre la industria del té, Some Pioneers of Tea Industry.
Adisham comienza su decadencia, hasta que en los años sesenta, es comprada por la Congregación de St. Sylvester, una suborden benedictina.
Sir Thomas muere en Inglaterra en 1959 y en una isla lejana, le sobrevive una casa de piedra, en medio de las montañas, en medio de los campos de té.
Las mujeres siguen cantando, mientras recogen las hojas de té, se trabaja mucho y se gana poco, pero necesitan el dinero para seguir viviendo.

Mireya Martínez-Apezechea

miércoles, 9 de noviembre de 2011












EL MANIFAS



Había sido un cobarde. Durante toda su vida; así se juzgaba. Nunca en los años de universidad fue capaz, por miedo, de alinearse junto a los que se oponían al Régimen. Por supuesto que internamente lo repudiaba, pero pusilánime en extremo, temía ser detenido y llevado a los calabozos de la Puerta del Sol donde, decían, un tal Billy el Niño era capaz de hacer a cualquiera cantar La Traviata aunque no supiera la letra. Cuando reconocía a un secreta en las aulas se alejaba, no como otros que le increpaban. De las carreras perseguidos por grises a caballo se escondía: nunca asistió a una manifestación.
Su bautismo tuvo lugar en Londres a principio de los setenta; paseaba un domingo por las calles desiertas cuando escuchó un clamor compacto, musical, que como las olas del Cantábrico crecía y crecía para luego morir dulcemente en el silencio. Siguiendo aquel sonido llegó a una avenida donde miles de personas de todas las edades, algunas empujando cochecitos de bebé, ocupaban la calzada pacíficamente haciendo el eco cada cierto tiempo al eslogan que les llegaba a través de un megáfono: Irlanda libre, repetían.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
Acomodaticio, fundido en la grisura de un trabajo rutinario, no comentó con nadie el prodigio del que había sido testigo. Cualquiera se fiaba.
En la Transición repudió con su presencia el asesinato de los abogados de Atocha y apoyó el canto a la libertad después del 23-F. En los años siguientes también estuvo en las manifestaciones por los asesinatos de Miguel Angel Blanco, Tomás y Valiente, del 11-M e incluso contra la guerra en Irak. Eran grandes ocasiones en las que nadie podía permanecer impasible; luego volvía a la rutina con mala conciencia. Siempre se sintió en deuda con la sociedad y descontento consigo mismo.
Este año al jubilarse y disponer de todo su tiempo, vida solitaria sin familia, decidió que debía dedicarse a acompañar a todos aquellos que recurrieran a la protesta callejera para reivindicar sus objetivos. Más vale tarde que nunca.
Meticuloso, ordenado, empezó a anotar en una agenda todas las manifestaciones que se convocaban: día, hora, lugar, motivo. De entrada tenía previsto excluir las de carácter exclusivamente político para evitar la esquizofrenia de defender ideas contrapuestas, y tuvo que añadir desconcertado, las de los grupos religiosos. Se mantendría al margen de ambos temas para centrarse en los de contenido cultural, ecológico, laboral, urbanismo, salud, educación y festivas. Las calles de la ciudad eran una continua algarada. Vivió días gloriosos. Pero puestos a elegir, prefería aquella que bajo el lema Abrazos Gratis, le dio ocasión hasta hartarse de, siendo tímido, perder la vergüenza y recibir entre sonrisas el calor del otro al devolverle el abrazo.
Se había convertido en un coleccionista de manifas; en un manifestante vocacional.
En mes y pico estuvo en 32; un ritmo frenético.
Entendía que un pueblo que ha estado tantos años amordazado, ahora se “emborrachara” de libertad pidiendo cosas a veces imposibles, e incluso molestando a los demás con la ocupación de los espacios públicos. Eso es la Democracia: poder dar su opinión cada ciudadano sobre cualquier tema sin temor, con naturalidad. Así de fácil.
Volvía a casa con la garganta rota y los pies destrozados, pero feliz. Íntimamente se sentía redimido.
Su corazón acompasado a un cuerpo sedentario, no pudo resistir por mucho tiempo tanto esfuerzo, tanta emoción. Descansa ya en paz.

Alicia

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