miércoles, 30 de marzo de 2011

Un café con leche y un bikini...

Cuando hablamos de desayunos, algunos de mis amigos me dicen que ellos en su casa no comen ni toman nada; que se levantan, se bañan y salen a la calle y recién ahí entran en un bar y desayunan, o llegan a su trabajo y después salen a desayunar. En mi caso, yo no puedo salir a la calle sin haber comido o tomado algo; o al menos, si estoy muy apurado, un café negro con una tostada con dulce o un yogurt con una fruta. Pero hay excepciones a la regla y hubo veces en que salí corriendo de casa con un té bebido y después sí, ya con tiempo, entraba a un bar y desayunaba. Cada vez que me sentaba y pedía un cortado con una medialuna/croissant, mentalmente iba tomando nota de las distintas formas de pedir un café y de todo lo que piden para comer en el desayuno, luego llegaba a casa y anotaba en un papel todo lo que había observado, para no olvidarme. El trabajo de campo, por llamarlo de alguna manera, se llevó a cabo en bares de Madrid y Barcelona en el rango horario de entre las 8,30 y las 10 de la mañana.

Camarero -Buenos días, señores, ¿qué van a tomar?

Cliente 1 -Yo tomaré un café con leche y un bikini. (Perdón, no pide un traje de baño de dos piezas, al menos en Cataluña, un bikini en un desayuno, es un sándwich caliente de jamón dulce o jamón de York y queso)

Cliente 2 -Para mí un desayuno continental con café con leche.

Camarero -Oído: dos con leche, bikini, continental. El camarero se acerca a otra mesa.

Camarero -¿Qué les pongo señores?

Cliente 3 -Yo tomaré un chocolate con churros.

Cliente 4 -Y yo, un café con leche corto de café y un cruasán normal.

Camarero -Un chocolate con churros, uno con leche corto, un cruasán tostado. El camarero se va a otra mesa de cuatro parroquianos.

Camarero -A ver, señores, ¿qué va a ser?

Cliente 5 -Yo quiero un cortado y un dónut.

Cliente 6 -A mí tráigame una flauta de jamón serrano y un zumo de naranja natural.

Cliente 7 -Yo querré un pincho de tortilla de patatas y una caña.

Cliente 8 -Para mí, un café con leche con sacarina y un montadito de jamón.

Camarero -Oído: uno con leche, un cortado, caña, zumo de naranja. Flauta de serrano, pincho de española, mini de jamón y dónut. Clientes en la barra.

Cliente 9 -Para mí, un expreso.

Cliente 10 -¿Tiene leche descremada? Camarero -Sí señora.

Cliente 10 -Pues para mí, un cortado descafeinado corto de café, con leche descremada y sacarina.

Cliente 11 -Un cola cao con leche templada y una barrita con tomate Camarero -Marchando uno solo y un desgraciado, un cola cao con leche fría y una tosta con tomate y oliva.

La leche del café se pide de varias maneras distintas de acuerdo al gusto de cada cliente:

- Leche caliente.

- Leche templada.

- Leche natural. (del tiempo, a temperatura ambiente)

- Leche fría. (de la heladera)

- Leche normal, entera. (no hay que especificarlo, es la leche habitual)

- Leche descremada. (light, sin grasa)

Analicemos algunos casos Si pedimos sólo un jugo de naranjas, probablemente nos preguntarán: ¿Natural o de botella? Por eso decimos “natural”, para especificar que lo queremos de naranjas exprimidas al momento. En otras bebidas, no obstante, “natural” significa “del tiempo”, “a temperatura ambiente”, es decir, ni frío ni caliente, sino tal cual está en el bar, a la misma temperatura del ambiente del bar.

Por ej;

- Un agua natural.

- Un agua con gas, natural.

- Un agua sin gas natural (en algunos lugares, “natural” significa sin gas)

- Un agua sin gas, fría.

- Un agua del tiempo.

- Un agua que no esté fría.

Otros casos

- Un café con leche corto de café y un cruasán. Un café con leche corto de café quiere decir que lo quiere con menos café, más clarito, menos intenso. Así lo pide mucha gente que prefiere un café con leche suave.

El cruasán es el universal croissant francés, la media luna de hojaldre que, adaptado a la fonética y grafía españolas, se escribe c r u a s á n y se acentúa en la última a.

-Un cortado con un dónut. Algunos prefieren el cortado muy oscuro, con una gota de leche, que lo piden “con una nube”, porque esas gotas de leche forman una especie de nube/espuma al caer sobre café negro. El dónut, término aún no incorporado al Diccionario de la Lengua Española, pero asi lo llaman es un tipo de rosquilla esponjosa recubierta de azúcar o chocolate, sean o no de la marca Donuts (Como las que come Homero Simpson).

Otro de los clientes pide una flauta de jamón serrano. Le llaman “flauta” (con el mismo nombre del instrumento musical) a un sándwich/bocadillo hecho con un pan largo, (tipo baguette) muy rico, con poca miga y muy crujiente.

Otro pide un pincho de tortilla. Un pincho es como una tapa, en este caso, de tortilla de papas y servido con una rodaja de pan. Y se pide una caña; un vaso de cerveza de barril, no muy grande, típico para acompañar tapas saladas.

Otro cliente pide un café con leche con sacarina (con edulcorante) y un montadito de jamón. El montadito es, en unas zonas, una tostadita de pan con una tapa encima.

Y en otras, un bocadillo mini, un sandwich pequeño con jamón, queso, salchichón, etc.

Las distintas formas de pedir un café;

-Un café americano.

-Un carajillo.

-Un descafeinado de máquina.

-Un descafeinado de sobre.

-Un expreso.

-Un café solo.

-Uno solo.

-Un café negro.

La señora le pregunta al camarero si tiene leche descremada. Al decirle que sí, entonces pide: Un cortado descafeinado corto de café, con leche descremada y sacarina. Y automáticamente el camarero “canta” en la barra:

- Marchando, uno sólo y un “desgraciado”. Un cortado descafeinado, que no tiene cafeína, que tiene menos café del habitual, que lleva leche descremada y que apenas tiñe del café, y que va endulzado con sacarina… No podría llamarse de otra forma, es el mejor nombre para este cortado: un desgraciado.

Bueno hasta el próximo post, me voy a tomar unos mates…

O.M.

miércoles, 23 de marzo de 2011

LAILA Y LA MUERTE


LAILA Y LA MUERTE

La muerte, la mayoría de las veces es inesperada, brutal, dolorosa, es maleducada, llega sin que nadie la invite, sin que nadie la espere, sin que nadie la quiera... pero llega

vida frente a muerte
ser frente a no ser
todo frente a nada

Laila escribió esto en su diario, diario por llamarlo de alguna forma, porque la mayoría de los días no podía escribir nada. No disponía de ningún rato libre para ella o si tenía tiempo, se encontraba tan cansada que, era incapaz de sujetar un lápiz entre sus dedos y dejarlo correr sobre el papel, para dejar constancia de sus sentimientos.
Llevaba demasiado tiempo en aquel campamento, esperando poder volver algún día a su ciudad, a su vida, pero el tiempo corría en contra suyo, estaba enferma, eso ella lo sabía, pero no se podía imaginar que estaba perdiendo la batalla de la vida y que la muerte iba ganando terreno.
La vida en un campamento de refugiados es demasiado primitiva, solamente te permite dedicarte a lo básico para subsistir y luchar contra la muerte, agua, comida, calor, frío... no hay tiempo para sutilezas y cuando se tiene un descanso es mejor soñar con que pronto vas a salir de allí.
Muy de vez en cuando, Laila recordaba su vida anterior, podía ver su despacho, la mesa de madera de cedro maciza, suave y olorosa que tanto le gustaba y donde preparaba sus clases de historia, mientras al otro lado de la ventana veía la ciudad. Recordaba algunos nombres de sus alumnos, la sensación de placer, cuando enseñas al que quiere aprender. Algunos de ellos habían sido asesinados, otros habían huido o se habían alistado a las milicias... A veces, hasta se permitía el lujo de volver a entrar en su casa, de observar a sus hijos cuando eran pequeños y necesitaban de ella. Pero lo más preciado, lo que más deseaba, era volver a estar, volver a hablar, volver a vivir con él. ¿Dónde estaría ahora?, ¿viviría o estaría muerto? pensaba una y otra vez. Pero cuando esto ocurría, luego le invadía el dolor, la angustia, el vértigo, el miedo. No, no podía volver al pasado, era demasiado doloroso, había perdido todo lo que le daba tranquilidad, lo que le daba sentido a su vida. Ahora sólo tenía el presente, un presente rodeado de miseria, muerte y miedo. Intentaba pasar el día dedicada a buscar agua, preparar comida en el comedor comunitario, ayudar en la enfermería... cuanto más cosas que hacer, mejor, ella necesitaba acción, poco tiempo para pensar en el futuro.
Laila no sabía que el futuro se haría presente aquella noche, que un avión sobrevolaría el campo de refugiados y que dejaría caer varias bombas, sembrando de muerte aquel lugar y que ella sería una de las víctimas, tampoco sabía que más tarde el gobierno que había enviado a la muerte, alegaría en su defensa que desde aquel recinto se disparaba contra sus intereses.
Laila pasó el día ocupada en sus quehaceres, no tuvo tiempo para pensar, a la mañana siguiente ya no existía y en algún lugar, un hombre de mediana edad, soñaría que volvía a vivir con ella.

Mireya Martínez-Apezechea

miércoles, 16 de marzo de 2011

BAJANDO ESCALONES



Bajando escalones

Por un descuidado movimiento al ir a aclararlo el cuchillo acabo dentro de mi mano. El dolor me subió hasta el codo y después la sangre empezó a gotear sobre el fregadero.
Mi primer impulso fue ponerla debajo del grifo, como si el agua tuviera propiedades curativas y fuera a cicatrizar el corte, pero lo único que conseguí fue que la sangre saliera más rápido, así que cambié de método y apreté con fuerza la herida para tratar de contener la hemorragia.
Apoyada en la encimera, todo el cuerpo empezó a convertirse en algo blando incapaz de sostenerse. El miedo a caer y golpearme hizo que retrocediera para apoyarme en la pared. Me dejé escurrir por ella hasta el suelo, un buen sitio para tumbarse cuando se tiene la seguridad de que no va a haber tiempo de llegar a una cama. El interior de mis ojos se llenó de puntos luminosos y empecé a sentir un desagradable frío.
Entonces, por esos mecanismos de relación que tiene el cerebro, me vinieron a la memoria las palabras de mi padre el día que me enseñó cómo pelar una naranja, en una época en que solo por el olor de la fruta podías adivinar la estación del año en la que estabas y las naranjas olían inconfundiblemente a invierno.
―Usa tus manos ―me dijo― ve metiendo los dedos por debajo de la cáscara separándola poco a poco. Si al principio no puedes dale un pequeño mordisco para abrir la piel. No quiero que cojas un cuchillo hasta que seas mayor, aún eres muy pequeña y te puedes hacer daño.
―Y cuándo sea mayor y coja un cuchillo ya no me cortaré nunca, ¿verdad papá?
Sonrió, ahora lo sé, con cierta tristeza porque fue incapaz de mentirme.
Pelar aquella primera naranja fue un importante reto en el que puse todo mi empeño. No recuerdo cuanto tiempo tardé sólo tengo la imagen de una gruesa cáscara que mis pequeños dedos como garras atacaban una y otra vez. Y con cada desgarro la carne de debajo de mis uñas se separaba un poco más de ellas, sin embargo no me importaba así como tampoco que me dolieran durante días, al fin y al cabo eran heridas por hacer algo que yo estaba segura me acercaba al mundo de los adultos al que estaba deseando llegar, pues estaba convencida de que allí todo me estaría permitido sin correr ningún riesgo.
Para mí todos los mayores eran héroes, dioses y el más importante de todos, por supuesto, mi padre. La experiencia me iría arrancando a trozos esa idealización y me haría conocer sus limitaciones y con las suyas las de todos los adultos o quizá conocí primero las de los demás y apliqué las conclusiones a mi padre o quizá, lo más seguro, fuera una mezcla de ambas.
Al abrir los ojos lo primero que vi fue el techo de la cocina. En cualquier otro momento me hubiera fijado en una pequeña grieta que habría que arreglar, pero en ese instante algo atrajo mi atención con más fuerza: la mirada de mi hijo fija en mí y su expresión. Supe el camino que andaba recorriendo en ese momento: el de descubrir que su madre era más humana de lo que él suponía, pues no en balde había hecho algo parecido a morirse.
Tuve la certeza de haber bajado un escalón en su pedestal, y me di cuenta, en ese momento, de que era imposible que fuera el primero, en cambio para mí sí era la primera vez que tomaba conciencia de ello.

Paloma ©

miércoles, 9 de marzo de 2011

¿Por qué se festeja el día de los enamorados?



El 14 de febrero se festeja una de las celebraciones más populares del calendario. Es el Día de San Valentín, una fecha que combina a la perfección amor y consumo. Así, entre corazones y flechazos, se intercambian tarjetas, flores y bombones que dan pie a un esperado boom comercial. (Muchos esperábamos el “boom” aquí en Madrid, pero ni San Valentín pudo hacer milagros con las ventas…)

Incorporado al calendario comercial en 1969, el Día de San Valentín se conmemora en casi todo el mundo. Esta costumbre se inició en los países de habla inglesa en el siglo XVIII y hace algunos años —marketing e internet mediante—, llegó a los países latinos. Sobre su origen, aún no hay acuerdo: tres leyendas intentan explicar la tradición.

En orden cronológico; la primera cuenta que en el año 270 el emperador romano Claudio II prohibió, mediante un edicto, el matrimonio con el argumento de que los recién casados se negaban a ir a la guerra. Fue entonces cuando el obispo Valentín comenzó a casar a las parejas de manera clandestina. La "insurrección" del cura pronto fue descubierta y Claudio ordenó que lo decapitaran. Encarcelado, mientras esperaba su muerte, conoció a Julia, la hija de su custodio, y se enamoró. Julia era ciega y un milagro atribuido al amor del cura le permitió recuperar la vista. Valentín fue ejecutado el 14 de febrero y en su tumba, sigue la leyenda, Julia plantó un almendro. Hoy este árbol, es considerado símbolo de amor y amistad.

Otros atribuyen el origen a antiguas fiestas paganas "cristianizadas". Entre las celebraciones más atractivas de Roma, estaba la "Lupercalia", que se festejaba el 15 de febrero, en honor a Lupercus, divinidad con figura de cabra y símbolo de la potencia sexual. Durante la fiesta se introducían en una caja prendas femeninas para que los muchachos sacaran la ropa de quién, de ahí en adelante, sería su compañera de diversión durante el año. Esto convirtió a Lupercus en "Patrón de los enamorados".

Cuando Roma se convirtió al cristianismo, los líderes de la Iglesia —al ver que era imposible hacer olvidar los ídolos y las fiestas a sus nuevos conversos— optaron por cambiar el nombre de los dioses paganos y sus celebraciones por otros de carácter cristiano. Así, Valentín fue proclamado 200 años después de su muerte, "Patrono de los enamorados" por el Papa Gelasio.

También están quienes adjudican el origen de la celebración a Carlos, duque de Orleans, capturado por los ingleses en el año 1415 en la guerra contra Francia. Preso en la Torre de Londres, se dedicó a la poesía con un estilo refinado y purista, que reflejaba la melancolía por su encierro. En una carta a su esposa, firmó como "tu Valentín" y esta "tarjeta", la más antigua que se conoce, se conserva en el Museo Británico.

De todas formas, la historia conocida dice que la primera tarjeta con fines comerciales fue creada en 1840, en los Estados Unidos. Años después, la británica Esther Howland dotó al Día de San Valentín de su propio símbolo: una caja de bombones con forma de corazón. Quedó así inaugurada una costumbre que hoy, ya sea por amor o por simple consumo, mueve millones de euros.

Fuentes:
Enciclopeda de la Universidad de Columbia,
History Channel y www.artehistoria.com
O.M.

miércoles, 2 de marzo de 2011

LA ESTRELLA QUE NO SABIA NADAR.

-Al recreo -dijo la señorita Luna. Y todas las estrellas novas salieron corriendo al jardín.
Jugaron al corro mientras cantaban:

“Al corro de la patata, comeremos ensalada,
como comen los señores, naranjitas y limones,
alupé, alupé, sentadita me quedé.”

Y con tanta fuerza se sentó Nirva, que hizo un agujero en el suelo y se coló por él, cayendo, cayendo...
-Señorita Luna ayúdeme, señorita Luna -gritó.
De pronto, ¡plaf! Tocó con una punta, luego con todo el cuerpo, algo frío, blando, y suave.
¿Dónde estaba Nirva?

No lo sabía, pero pronto se puso a reír porque le hacían cosquillas debajo de los brazos, ¡y tenía tantos!
Eran pececillos de colores que querían saber que era aquella figura plateada que se les había caído encima. Y es que Nirva ¿ a que lo has adivinado? Nirva estaba flotando en medio del mar. Menos mal que no se hundía, porque no sabía nadar.
Pasó un Delfín. Como era muy hablador fue el primero que preguntó: -¿qué te ha ocurrido? -Nirva se lo contó.
-¡Te has caído del cielo! -exclamó sorprendido el delfín.
-Desde allí arriba sí.
-¿Te has hecho pupa?
-No. ¿Dónde estoy?
-En el agua, en medio del mar
-Pero yo no puedo moverme como tú y me canso de estar quieta. Tengo un poco de miedo.
-Tranquila estás entre amigos. Adiós, ah eres muy guapa. Y se fue corriendo para contarle a sus hermanos lo que pasaba.

Mamá Ballena, que había escuchado la conversación, pensó -la estrellita tendrá sed- y sin más, empezó a despedir por las aberturas de la nariz chorros de vapor de agua que caían sobre ella como un surtidor y casi la ahogan
-Está salada. Esta agua no me gusta -gritaba Nirva.
-Nos vamos de aquí- respondió muy ofendida y cogiendo a su hijito, el ballenato, desapareció en un santiamén.
-¿Sabes luchar?. El pez espada que le llamaban así porque de la boca le salía un palo largo, largo como una espada, comenzó a pelear en broma con uno de los brazos de la estrella y luego otro, otro... Se lo pasaron muy bien durante un rato largo, pero luego Nirva se puso triste pensando que la señorita Luna y sus amigas la estarían buscando.
-No quiero seguir más, quiero ir a mi clase.
-Me gustaría ayudarte, aunque no sé como- y se alejó, dejándola sola.

La sardina Catalina, que era muy lista, decidió que el rey del mar tenía que saber lo que pasaba. Se montó sobre un tiburón y enseguida llegó a palacio.
-Mi Rey, ahí arriba... -y le contó que una estrella pequeñita se había caído del cielo, no sabía nadar y las olas, aunque fuese en broma, podrían asustarla.
-Vamos allá- dijo Poseidón- acércame el tridente.
La sardina Catalina no podía ella sola con aquel tenedor tan grande, pero las sirenas que nadaban por allí le ayudaron y agarrada a su barba, subió con él hasta donde estaba la estrella.
-Mamá, quiero ir a mi casa, quiero volver -lloriqueaba Nirva.
Poseidón la levantó con mucho cuidado y la puso en la punta de su gran tenedor sin hacerla daño, luego cogió impulso y con toda su fuerza y ayudado por Eolo el rey del viento, empujó hacia arriba.
-Buen viaje pequeña. Vuelve cuando quieras.

Nirva subía y subía hasta que ¡cataplum! se encontró de nuevo en el jardín de su cole.
La señorita Luna y sus amigas se pusieron muy contentas de verla de nuevo, y a partir de entonces tuvieron mucho cuidado de sentarse en las nubes despacito, para no caerse como le había ocurrido a Nirva.
Nirva cuando se hizo mayor, en las noches oscuras brillaba mucho, mucho, para que los delfines, ballenas, sardinas, y los que vivían en el mar, nadaran sin miedo a la oscuridad.

Todos los años, cuando era el cumple del rey Poseidón, le mandaba el polvo de estrellas que encontraba para que se hiciera una corona. De ella salían luces de colores que se encendían y apagaban, como fuegos artificiales. Era muy divertido el espectáculo y aplaudían a rabiar.
Cuando la fiesta terminaba al amanecer, y antes de retirarse todos a descansar, Nirva les guiñaba un ojo llena de complicidad, ¡hasta la próxima! Eran sus amigos.

Alicia

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