domingo, 30 de septiembre de 2012

ESQUIVA PRESENCIA


Aquella mujer le estaba obsesionando. Era consciente de ello y sin embargo, no podía dejar de pensar en ella.
Su compañera de mesa en la biblioteca le pasó un papelito. -¿Te animas a tomarte un respiro?
Levantó la cabeza sorprendido, abandonando su mundo de ensoñación.
   -No sé, todavía tengo mucho trabajo por delante- garabateó.
   -Venga, necesitamos estirar las piernas- fue la respuesta.
Sí, Martina tenía razón. Eran muchas las horas pasadas tomando notas, consultando  libros, comprobando datos. Y la tesis no parecía avanzar en su redacción definitiva. Le acompañaría.
Juan sorprendía no solo por ser un joven en quien se adivinaba un futuro brillante, sorprendía porque compaginaba muy bien la faceta de estudioso con su otra más mundana de ligón. Cierto que para un chico guapo y con buena facha el camino era más fácil que para otros, y más dominando todos los trucos de la seducción con los que el resultado estaba prácticamente garantizado. Hasta ahora. Su actual “doña Inés” se le mostraba esquiva y distante; indiferente a su interés. Pero él insistía en acercarse desde todos los ángulos, conocerla hasta donde fuera posible. Su admiración crecía de día en día al considerarla  muy inteligente, además de bellísima.
   -¿Cómo vas con la investigación- se interesó Martina.
  -Me encuentro en un punto muerto -contestó- creo que me iré unos días a Berlín para ver si salgo del impasse
   -Me parece bien. Así te limpiarás las telarañas y verás todo con ojos nuevos
La idea se le acababa de ocurrir y agradeció a Martina que le confirmara que era buena. Sí volaría -esto su novia no podía sospecharlo- para encontrarse con quién le quitaba el sueño. El tiempo que tardó en encontrar un pasaje de bajo costo y alojamiento le pareció eterno y breve, imposible de racionalizar, tal era su estado de ánimo.
Cuando ya en Berlín se acercó a la Isla de los Museos, lugar de la cita, el corazón de adolescente que todavía quedaba en él, se sumía en la esperanza y la frustración a velocidad de vértigo. Ascendió al primer piso y con paso lento se fue acercando, salvando los grupos que se arremolinaban frente a la vitrina del fondo,  hasta quedar frente a frente.  La miró embelesado, incapaz de pronunciar palabra, entregado sin haber librado batalla. Ella le recibió imperturbable y un punto desdeñosa, acostumbrada como estaba a subyugar a todos cuantos la veían.
Y es que Nefertite, cuyo rostro ha traspasado el tiempo llegando hasta nosotros, y ahora expuesto en el museo, seguía siendo una mujer extraordinaria. ¿Cómo no amarla?

Alicia


LinkWithin

Related Posts with Thumbnails