En el Museo Nacional Del PRADO en Madrid y hasta el 19 de septiembre, se ofrece la exposición sobre este autor, sin representación en ningún museo español, en la que sus más importantes obras aparecen colgadas junto a las de los pintores que le sirvieron de inspiración: Claudio de Lorena, Tiziano, Veronés, Wateau, Poussin, Canaleto, Rembrand... por eso la muestra se llama: TURNER y los Maestros.
Breves Notas Biográficas.
Joseph Mallord, William TURNER nació en Londres en 1775 un 23 de abril (como Shakespeare) hijo de un barbero y de una carnicera del mercado de Conven Garden, que murió muy joven en un manicomio.
A los 14 años empezó a trabajar como topógrafo y debido a su buen manejo del lápiz fue recomendado por Hardwick, arquitecto, para entrar en la selecta Royal Academy School, donde ya en 1790 expuso sus primeras acuarelas. Thomas Monro coleccionista, lo contrató para que hiciera una réplica de algunos de los mejores cuadros de su propiedad; allí TURNER adquirió gran formación como copista de obras maestras
Fue un hombre sin amigos y un gran trabajador. A su muerte se encontraron en su casa más de 19.000 dibujos y bocetos. Su ansia de trasladar al papel lo que veía fue compulsivo. Era capaz de andar 40 Km. al día para llenar sus cuadernos de criptas, monumentos, iglesias, ruinas.
A los 24 años vio cumplido su gran sueño: ser elegido miembro de la Royal Academy. Para un chico del pueblo un salto muy importante.
A principios del S.XIX viajó a París al Louvre, visitó Italia ¾Venecia varias veces¾ recorrió los mejores museos de Europa y estudió a fondo a los artistas más representativos que en ellos se exponían. España nunca le sedujo.
En cuanto a su intimidad se sabe que era de estatura baja, con perfil de loro y barbilla prominente. Sus manos manchadas de pintura le daban un aspecto descuidado, y el fuerte acento cockney delataban su baja extracción social. No tenía aspecto de gentleman, pero tampoco lo intentó. Sentía atracción por las viudas y mujeres maduras y aunque nunca se casó, convivió con alguna y tuvo dos hijas que no reconoció.
Gozó de la consideración de público y crítica de la época: triunfó.
Murió el 19 de diciembre de 1851.
Encuentro
TURNER era para mí un pintor inglés de marinas, aunque también recordaba alguna acuarela de tema arquitectónico, tan del gusto romántico.
En absoluto me sentía atraída por su obra.
Esta primavera asistí a un seminario sobre “Los colores del Arte”y uno de los temas versaba sobre los efectos cromáticos de J.M.W. TURNER.
Recuerdo que la Prf. Dra. Delgado nos explicó cómo al principio de su carrera a TURNER le interesaban las masas de color monocromáticas, evolucionando primero a los colores azul y gris y adscribiéndose después al movimiento Paisajista Pintoresco.
(Pintoresco era todo lo que tenía color, aunque fueran solo detalles. Dentro de lo Pintoresco podía tener cabida lo Sublime, como en los fenómenos naturales dramáticos: tormentas, aludes, marejadas. Estos conceptos se unían en el paisaje que además debía lograr Armonía, eligiendo un tono clave que saliendo del cielo participara de él todo el cuadro.)
TURNER incorporó a sus paisajes el movimiento en el agua, viento, y la luz y viveza en los colores que descubre en Lorena, pintor italiano del S. XVI. En sus cuadros hay una línea divisoria: arriba amarillo, quintaesencia de luz, abajo color cada vez más degradado. El color es el mensaje para el espectador.
Con el tiempo deja de interesarle el realismo y se centra en capas trasparentes de color, que una vez secas crean formas. La pintura produce su propia pintura.
Pone manchas de color y a través de la luz se pueden adivinar objetos, invitando así a participar de los cuadros; es un antecedente del arte abstracto: el mundo es como cada uno lo imagina. En su última etapa como pintor, el espectador se ve envuelto en la vorágine del color, representa el infinito imposible de captar. TURNER se encuentra con la divinidad. La revelación es la luz.
Los cuadros que glosaban estas palabras, todos de su última etapa, demostraban la teoría expuesta y la emoción se unía al bellísimo efecto visual.
Me sentí fascinada.
Reencuentro
Voy al Prado, y paso a las salas donde se exponen los cuadros de TURNER junto a los de aquellos maestros del pasado que le influyeron, o de contemporáneos con los que compitió por un premio o por el favor de la crítica y público.
No le han hecho ningún favor.
La primera impresión es que como artista no ha tenido una idea original en su vida. Los temas que pinta son reinterpretaciones muy pegadas al original, aunque incorporando en algunos casos una atmósfera poética: haciendo menos plano el lienzo al sumergirlo en una luz más viva y dando la pincelada más larga.
Vista sola, como en el seminario, la obra de TURNER resulta admirable. En compañía pierde la magia. Pretendió crear una réplica mejorada de obras inmortales y al verla al lado de la primitiva, te decantas por ésta.
Los pintores siempre estudian a los grandes maestros y se empapan de su técnica y tratamiento del lienzo, pero nadie dudará quién es el autor de las Meninas de Velazquez o de Picasso: son mundos diferentes. No es el caso de TURNER y sus maestros. Llegas a dudar de si fue efectivamente un precursor del impresionismo, o simplemente no se atrevió a pintar la cara de las figuras y las abocetó tan solo.
Toda su vida fue una lucha constante por no abandonar los presupuestos clasistas y no ser rechazado en el entorno elitista de la Academia, medir su arte con pintores del pasado o contemporáneos, estar atento a las tendencias del mercado que diríamos ahora, y pintar aquellos temas que el público demandaba, vivía de su trabajo. Todo esto y además, su deseo de pasar a la posteridad y el temor a no alcanzar la gloria, llenaron sus días.
Mi impresión personal es que estas obsesiones por gustar a los demás, le impidieron dar rienda suelta a su creatividad, malográndose como artista. TURNER es un buen técnico, no un genio.
Sólo en sus últimas obras rompió el corsé que le oprimía y es cuando en sus cuadros estalló la luz y el color. Dejo de pintar “a la manera de” para ser él mismo. En esta etapa de su vida, siendo ya un anciano, conoció a Ruskin el mejor propagandista de su obra, el cual con sus elogios hizo exclamar a TURNER: “Él ve más en mi pintura de lo que yo jamás he visto”. Se refiere a estos lienzos personales por los que hoy es considerado en la historia del arte. Pero en la exposición del Prado apenas hay cuatro y el espectador ve más a los Maestros que al mismo TURNER. Una pena que siga siendo un desconocido, o casi.
Advertencia: ninguna de las personas con las que he hablado sobre Turner, ha estado de acuerdo conmigo sobre la valoración que hago de su obra. Una vez más queda demostrado que la ignorancia es muy audaz. Mi ignorancia.
Alicia
Breves Notas Biográficas.
Joseph Mallord, William TURNER nació en Londres en 1775 un 23 de abril (como Shakespeare) hijo de un barbero y de una carnicera del mercado de Conven Garden, que murió muy joven en un manicomio.
A los 14 años empezó a trabajar como topógrafo y debido a su buen manejo del lápiz fue recomendado por Hardwick, arquitecto, para entrar en la selecta Royal Academy School, donde ya en 1790 expuso sus primeras acuarelas. Thomas Monro coleccionista, lo contrató para que hiciera una réplica de algunos de los mejores cuadros de su propiedad; allí TURNER adquirió gran formación como copista de obras maestras
Fue un hombre sin amigos y un gran trabajador. A su muerte se encontraron en su casa más de 19.000 dibujos y bocetos. Su ansia de trasladar al papel lo que veía fue compulsivo. Era capaz de andar 40 Km. al día para llenar sus cuadernos de criptas, monumentos, iglesias, ruinas.
A los 24 años vio cumplido su gran sueño: ser elegido miembro de la Royal Academy. Para un chico del pueblo un salto muy importante.
A principios del S.XIX viajó a París al Louvre, visitó Italia ¾Venecia varias veces¾ recorrió los mejores museos de Europa y estudió a fondo a los artistas más representativos que en ellos se exponían. España nunca le sedujo.
En cuanto a su intimidad se sabe que era de estatura baja, con perfil de loro y barbilla prominente. Sus manos manchadas de pintura le daban un aspecto descuidado, y el fuerte acento cockney delataban su baja extracción social. No tenía aspecto de gentleman, pero tampoco lo intentó. Sentía atracción por las viudas y mujeres maduras y aunque nunca se casó, convivió con alguna y tuvo dos hijas que no reconoció.
Gozó de la consideración de público y crítica de la época: triunfó.
Murió el 19 de diciembre de 1851.
Encuentro
TURNER era para mí un pintor inglés de marinas, aunque también recordaba alguna acuarela de tema arquitectónico, tan del gusto romántico.
En absoluto me sentía atraída por su obra.
Esta primavera asistí a un seminario sobre “Los colores del Arte”y uno de los temas versaba sobre los efectos cromáticos de J.M.W. TURNER.
Recuerdo que la Prf. Dra. Delgado nos explicó cómo al principio de su carrera a TURNER le interesaban las masas de color monocromáticas, evolucionando primero a los colores azul y gris y adscribiéndose después al movimiento Paisajista Pintoresco.
(Pintoresco era todo lo que tenía color, aunque fueran solo detalles. Dentro de lo Pintoresco podía tener cabida lo Sublime, como en los fenómenos naturales dramáticos: tormentas, aludes, marejadas. Estos conceptos se unían en el paisaje que además debía lograr Armonía, eligiendo un tono clave que saliendo del cielo participara de él todo el cuadro.)
TURNER incorporó a sus paisajes el movimiento en el agua, viento, y la luz y viveza en los colores que descubre en Lorena, pintor italiano del S. XVI. En sus cuadros hay una línea divisoria: arriba amarillo, quintaesencia de luz, abajo color cada vez más degradado. El color es el mensaje para el espectador.
Con el tiempo deja de interesarle el realismo y se centra en capas trasparentes de color, que una vez secas crean formas. La pintura produce su propia pintura.
Pone manchas de color y a través de la luz se pueden adivinar objetos, invitando así a participar de los cuadros; es un antecedente del arte abstracto: el mundo es como cada uno lo imagina. En su última etapa como pintor, el espectador se ve envuelto en la vorágine del color, representa el infinito imposible de captar. TURNER se encuentra con la divinidad. La revelación es la luz.
Los cuadros que glosaban estas palabras, todos de su última etapa, demostraban la teoría expuesta y la emoción se unía al bellísimo efecto visual.
Me sentí fascinada.
Reencuentro
Voy al Prado, y paso a las salas donde se exponen los cuadros de TURNER junto a los de aquellos maestros del pasado que le influyeron, o de contemporáneos con los que compitió por un premio o por el favor de la crítica y público.
No le han hecho ningún favor.
La primera impresión es que como artista no ha tenido una idea original en su vida. Los temas que pinta son reinterpretaciones muy pegadas al original, aunque incorporando en algunos casos una atmósfera poética: haciendo menos plano el lienzo al sumergirlo en una luz más viva y dando la pincelada más larga.
Vista sola, como en el seminario, la obra de TURNER resulta admirable. En compañía pierde la magia. Pretendió crear una réplica mejorada de obras inmortales y al verla al lado de la primitiva, te decantas por ésta.
Los pintores siempre estudian a los grandes maestros y se empapan de su técnica y tratamiento del lienzo, pero nadie dudará quién es el autor de las Meninas de Velazquez o de Picasso: son mundos diferentes. No es el caso de TURNER y sus maestros. Llegas a dudar de si fue efectivamente un precursor del impresionismo, o simplemente no se atrevió a pintar la cara de las figuras y las abocetó tan solo.
Toda su vida fue una lucha constante por no abandonar los presupuestos clasistas y no ser rechazado en el entorno elitista de la Academia, medir su arte con pintores del pasado o contemporáneos, estar atento a las tendencias del mercado que diríamos ahora, y pintar aquellos temas que el público demandaba, vivía de su trabajo. Todo esto y además, su deseo de pasar a la posteridad y el temor a no alcanzar la gloria, llenaron sus días.
Mi impresión personal es que estas obsesiones por gustar a los demás, le impidieron dar rienda suelta a su creatividad, malográndose como artista. TURNER es un buen técnico, no un genio.
Sólo en sus últimas obras rompió el corsé que le oprimía y es cuando en sus cuadros estalló la luz y el color. Dejo de pintar “a la manera de” para ser él mismo. En esta etapa de su vida, siendo ya un anciano, conoció a Ruskin el mejor propagandista de su obra, el cual con sus elogios hizo exclamar a TURNER: “Él ve más en mi pintura de lo que yo jamás he visto”. Se refiere a estos lienzos personales por los que hoy es considerado en la historia del arte. Pero en la exposición del Prado apenas hay cuatro y el espectador ve más a los Maestros que al mismo TURNER. Una pena que siga siendo un desconocido, o casi.
Advertencia: ninguna de las personas con las que he hablado sobre Turner, ha estado de acuerdo conmigo sobre la valoración que hago de su obra. Una vez más queda demostrado que la ignorancia es muy audaz. Mi ignorancia.
Alicia
Fotografía
(Snow Storm-Steam-Boat off a Harbour’s Mouth. JMW Turner. 1842. Óleo sobre lienzo)
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