jueves, 25 de agosto de 2011

SANTANDER


Santander

Mi cuerpo, aterido por la falta de sueño.
Tú, aún fría por la madrugada.
Mis ojos, reconfortados, llenos de poder abarcarlo todo con la mirada.
Acaricio tu agua,
hago un reloj de arena
con mi mano y tu playa.
Subo los escalones de tu tierra
y te veo tendida perezosa,
bajo un sol que apunta
abrigado por la bruma,
como una acuarela
de trazos transparentes.
Busco ilusiones soñadas,
caminos perdidos por tus calles
con sabor a días grises.
Me has atado con las notas de música
del viejo quiosco, cuando bajaba por el boulevard
ayer por la mañana.
Y se pintó de lluvía el día,
entonces cantaron tus gentes con sus voces
y sentí el pulso de tu vida.

Paloma ©


martes, 16 de agosto de 2011

VOLVER AL PASADO.


En un vuelo proveniente de Buenos Aires, me desperté sobresaltado con un calambre en la pierna izquierda, tal fue el dolor que tuve que pararme y ponerme a hacer algunas flexiones para que la sangre retome su circuito normal en esa extremidad inferior y desaparezca ese cosquilleo molesto, ocasionado por la posición del asiento delantero que me impedía estirar las piernas.
Todo el pasaje dormía placidamente, el avión estaba en penumbras y yo, elongando, y, en esa postura de estirar las piernas estaba, que no pude evitar escuchar la siguiente conversación (que transcribo lo mejor que recuerdo), entre los dos pasajeros que estaban ubicados en la fila siguiente a la mía;

-Oye, tú que sabes tanto de estas cosas ¿crees que puede construirse una máquina para retroceder en el tiempo y ver el pasado? -Por supuesto que sí –contestó su compañero de asiento-.
-Pero ver el pasado es algo imposible. Todo lo que se conoce son todas historias de ciencia ficción. O sea, una gran mentira.
-Todos podemos ver el pasado en directo y sin ayuda de otro instrumento que nuestros propios ojos.

Cuando escuché esto, el calambre se me pasó y me quedé duro. Seguí haciendo ejercicios para disimular y así poder seguir escuchando.

-Sé que tienes ganas de reírte, pero te lo puedo demostrar fácilmente.
-Te prometo que no me voy a reír. Te escucho.
-Si sabes que la luz viaja en el espacio a la velocidad aproximada de 300.000 kms. en un segundo debes entonces comprender que la luz del Sol, situado a 150 millones de kilómetros de nosotros nos llega a la Tierra con un retraso de algo más de ocho minutos. Por tanto, la luz que tu ves ahora mismo si te asomas por esa ventanilla es la luz del Sol de hace ocho minutos. ¡Ya estás viendo el pasado! ¿no es así? Si el Sol se apagase repentinamente, tardarías ocho minutos en enterarte.

Les puedo asegurar que un escalofrió me sacudió el cuerpo y me senté, tiré el asiento para atrás y agudicé mi oído lo más que pude.

-Por la noche, la mayoría de las estrellas que ves están a decenas, centenares, millares de años luz. Es decir el espléndido escenario del cielo estrellado es en realidad la pantalla de una “máquina del tiempo”. Seguramente, muchas de las galaxias que vemos brillar ya hallan dejado de existir pues su luz presente ya se ha extinguido. Sin embargo su luz del pasado nos sigue llegando. Cuando vemos que estalla una estrella situada a 400 años luz, no lo hace en el momento presente sino que lo hizo en el año 1605 de nuestra era. Incluso la luz de la Luna no nos llega en el momento presente, sino con un segundo de diferencia. Si quisiéramos ver lo que sucedió hace algo más de una hora en la Tierra solo tendríamos que situar un potentísimo telescopio en Plutón y enfocar hacía nuestro planeta, lo que observemos será lo que sucedió con algo más de una hora de retraso. Estamos viendo constantemente el pasado, incluso nuestra mente vive en el pasado y en muy pocas ocasiones se asienta en el presente…

A esta altura de la conversación, el comandante anunció que atravesaríamos una zona de turbulencias y que debíamos abrocharnos los cinturones. Abroché el mío y puse mi asiento en posición vertical, volví a estirar mi oído, pero, creo que el que prometió no reírse se quedó dormido escuchando al otro, y el otro no habló más y se puso a leer.

Respire hondo y me dije; “Bueno… resulta que ahora puedo ver el pasado… Y lo más terrible es que es verdad… En fin, lo que hay que escuchar… y me quedé dormido…”

miércoles, 3 de agosto de 2011

LA CRACOVIA DE OSKAR SCHINDLER




Hay momentos en la vida, donde los seres humanos sacan lo mejor y lo peor de ellos mismos. Algunas personas pueden combinar ambas cosas.

Oskar Schindler había nacido en el año 1908, en una ciudad que en aquel momento pertenecía al Imperio Austrohúngaro, imperio que desapareció después de la Primera Guerra Mundial. Luego su ciudad pasó a ser Checoslovaquia. Pero en Zwittau para los alemanes y Svitauy para los checos, la mayor parte de la población era de origen germano.
Tras aquella guerra mundial, la familia Schindler, que se dedicaba a los negocios, quedó totalmente arruinada.
Desde joven, Oskar Schindler, se tuvo que poner a trabajar para salir adelante. Encontró un trabajo como gerente en una compañía eléctrica.
En 1928, se casó con Emilie Pelz (1907-2001) la hija de unos agricultores. Dos años después se afiliaba al Partido Nazi.
El 1 de septiembre de 1939, el ejército alemán invadió Polonia.
Las guerras, si no se tienen escrúpulos, pueden llegar a ser lugares maravillosos para hacer negocios y subir en la escala social. Oskar Schindler lo vio así. Aquella guerra era su oportunidad para triunfar en el aspecto económico.
Sin dinero, pero con muchas ganas de conseguirlo, se trasladó en octubre de 1939, a la Cracovia invadida por los alemanes.
Allí se empezó a codear con los mandos nazis. Sabía gastar el dinero que no tenía y comprar la “amistad” de los que mandaban.
Cracovia era una ciudad con una población de 250.000 habitantes, 60.000 de ellos eran judíos.
Schindler comenzó a buscar el dinero que necesitaba y que no tenía. Entró en contacto con Itzhak Stern (1901-1969), un judío que fue su contable hasta el final de la guerra.
Stern conocía a aquellos capitalistas judíos que, aún teniendo dinero, no podían utilizarlo porque los nazis lo habían prohibido. Schindler no tenía prejuicios raciales, no era un nazi de ideología, era un nazi de interés. Así que llegó a un acuerdo con los judíos, ellos le darían el dinero que necesita y él les conseguiría las cosas que no podían obtener por ser judíos.
El trato se cerró sin mayor problema y con el dinero prestado, pudo comprar una fábrica totalmente arruinada en la calle Lipowa nº 4, en el barrio de Zablocie de Cracovia. Así nació la Deutsche Emalienwaren Fabrik “EMALIA”.
Para poner en marcha la producción, necesitaba mano de obra, mano de obra barata. A los trabajadores polacos, aunque poco, había que pagarlos, la solución para ganar mayor plusvalía era contratar mano de obra gratuita, o sea, judíos. Así que la mayoría de los trabajadores de EMALIA fueron judíos.
Allí se fabricarán utensilios de cocina que, gracias a sus contactos y a la corrupción de los mandos nazis, pudo vender al ejército alemán.
Oskar Schindler comienza a ver realizado su sueño. Empieza a tener dinero, a codearse con los que tienen el poder, a disfrutar de la vida y del sexo, otra de las cosas que le apasionaban.
El 3 de marzo de 1941, el gobierno nazi puso en funcionamiento, el Gueto de Cracovia, en el barrio de Podgórza, al otro lado del río Vístula. Allí trasladarán a todos los judíos de la ciudad. La familia y el propio Roman Polanski (1933) vivirán allí, hacinados, junto al resto de la población judía. La prima de Polanski, Roma Ligocka (1938) escribirá años después un libro, la niña del abrigo rojo, sobre aquella vivencia.
Schindler aprovecha esta oportunidad, para quedarse con una casa lujosa en la calle Straszewskieco nº 7, casa que había pertenecido a una rica familia judía.
La vida sigue, el tiempo va pasando, Schindler cada vez tiene más dinero y más amantes. Los obreros-esclavos de su fábrica se sienten privilegiados porque no sufren ningún tipo de violencia y son tratados de una forma humana.
Los nazis siguen rizando el rizo. En 1942 se crea el campo de trabajo forzado de Plaszow que funcionará hasta 1944. Se levanta sobre dos cementerios judíos.
Cuatro fábricas, dos canteras y miles de trabajadores esclavos. Pero Plaszow no EMALIA, allí los trabajadores son tratados como animales rabiosos, como si no fueran seres humanos. Más tarde el campo de Plaszow terminará siendo un campo de concentración.
Cracovia sigue su bajada a los infiernos. El Gueto de la ciudad será arrasado entre los días 12 y 14 de marzo de 1943. Unas dos mil personas son asesinadas.
Los sobrevivientes del gueto son llevados a distintos campos de concentración y exterminio. La mayoría de ellos a Plaszow.
Por primera vez en su vida, Oskar Schindler comienza a tomar conciencia de lo que está ocurriendo a su alrededor. Toma partido y reacciona contra la barbarie. Su forma de ayudar será contratando más trabajadores para su fábrica. A veces a familias enteras. A personas que nunca han trabajado con sus manos.
Octubre de 1944, el ejército soviético se encontraba cerca de Cracovia.
A los nazis no les gustaba dejar evidencias de su forma de trabajar y organizar el exterminio contra sus enemigos. Así que ante la llegada de los soviéticos, comenzaron a destruir el campo de Plaszow. Los prisioneros fueron deportados hacia otros campos de concentración como Auschwitz, no lejos de Cracovia.
Schindler consiguió que las autoridades nazis, le permitiesen abrir una nueva fábrica en Brunnlitz (Brnenec en checo), cerca de su ciudad natal. Realizó una lista con 1200 nombres de judíos que pasó a Amon Goeth (1908-1946), el comandante del campo de Plaszow. Goeth, a cambio de dinero le permitió que se llevara a las personas que estaban en la lista.
Desde octubre de 1944 hasta mayo de 1945, cuando Brunnlitz fue liberado por los soviéticos, la fábrica de municiones de Schindler estuvo en funcionamiento. Luego ayudado por sus trabajadores huyo hacia el oeste. Dejó Europa y se marchó a Argentina con su mujer.
En Argentina pusieron en marcha una granja de cría de aves. Un negocio ruinoso. La pareja se separó, ella decidió quedarse en Argentina y él volvió a Europa.
Oskar Schindler murió en Hideshein (Alemania) en 1974. No poseía nada. Está enterrado en Jerusalén.
Aquella lista, aquel gesto de buena voluntad, le convirtió en un héroe. Fue una manera inteligente de ayudar y ser ayudado.

Mireya Martínez-Apezechea

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