miércoles, 17 de noviembre de 2010

PERRO LADRADOR. (Relato)

Perro Ladrador.

Ay Señor. Eres incapaz de poner tu solito Canal + para ver el partido. Siempre tan listo y ya ves, no puedes con la técnica. Eres un antiguo. Claro que bien pensado siempre lo has sido. Mucho bla, bla, bla, nadie tan liberal como tu, con mayor amplitud de miras en todos los temas, sobre todo en lo referente a las mujeres y luego en casa... Hombre, no voy a decir que seas un maltratador, ¡como que yo lo iba a consentir!, pero si un mandón, aunque realmente la culpa es mía por no haber defendido bien mis posiciones: ¿para qué vas a trabajar después de casada? Para lo que ganas, me repetías. Y cuando llegó el primer hijo: ¡ Tampoco es cosa de abandonar tus obligaciones de madre por dos duros!.
Pero es que no era el dinero lo importante para mí, entérate. Me gustaba mi profesión, ya se que no es para presumir el ser Asistente Social, pero es que me agrada interesarme por la gente, solucionar problemas, moverme, estar al día, salir, arreglarme, y respirar libertad. En serio, ¿tu crees que he sido feliz en nuestro matrimonio? Vamos ya, el ser ama de casa está bien, muy bien, para quien tiene esa vocación, no para mi que nunca de soltera había entrado en la cocina y ahora tengo la impresión de que he pasado mi vida delante del fogón de butano, eléctrico, gas, vitrocerámica, esperando que el aceite tomara temperatura para freír patatas, croquetas o lo que fuera.
Haberte casado con una cocinera, y encima yo, cobarde, si wuana, si wuana, sin enfrentarme nunca. Claro que cuando te ibas después de comer, salía detrás de ti a ver una exposición, al cine, escuchar una conferencia, a una tertulia con amigas. Total con tal de estar en casa cuando volvías, aquí no ha pasado nada. Ni tu preguntabas, ni yo hacía ninguna alusión. Pues para que lo sepas, ha sido gracias a mi otra vida que he podido soportar esta. Y te digo una cosa, ahora que has dejado la empresa a nuestro hijo y pasas más tiempo en estas paredes, es cuando creo que voy a tener que tomar una decisión. Y sabes lo que quiero decir.
-Rosa, que empieza el partido y esto no marcha, échame una mano mujer
-Claro, creí que ya lo habías puesto tú ¿te apetece una cerveza y aceitunas?
-Nadie como mi Rosa, dame un beso chata.
Pues ya ves, solo una palabra cariñosa y me entrego. Ay, una que es débil.

Alicia

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