miércoles, 25 de abril de 2012

Vencejos

Desde hace unos días los oigo por las ventanas de mi casa.
Desde hace unos días he vuelto a la niñez, a la agradable sensación de que cuando los oía estaba más cerca el final del colegio.
Llenan las primeras horas del día y las últimas de la tarde con un bullicio al que estamos tan acostumbrados que a muchos les pasa desapercibido. A mí no, yo les escucho atentamente todas las mañana y todas las tardes, desde que llegan rozando mayo y se marchan antes de que sospechemos la llegada del otoño.
 Sus agudos chillidos son como puertas que se abren encima de mi cabeza y me dejan ver a unos pájaros que vuela sin parar a no ser que llueva fuerte o les esperen unos polluelos con la boca abierta, si esto no ocurre su sitio es el aire: para dormir, para aparearse, para comer, para vivir. El suelo es un accidente en su vida. No lo tocan ni en las horas densas del verano cuando no tienen más remedio que parar por el calor , pero siempre en un lugar alto: desvanes, aleros, huecos de árboles, grietas de las rocas. y allí permanecen hasta que notan sobre sus plumas que el Sol da una tregua, entonces vuelven a subir en amplios círculos para pasar la noche sobrevolando las nubes.
Ahora me acompañarán durante tres meses. Sus voces me refrescarán en lo más caluroso del verano y me transportarán a los días de las vacaciones infantiles.

Paloma ©

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