viernes, 30 de noviembre de 2012

A VISTA DE PÁJARO


Su minuto de gloria. Toda aquella gente pendiente de él, e incluso preocupados por su destino. Que ironía.
El espectáculo era grandioso visto desde el alfeizar de un ventanal situado en el piso quince de un moderno edificio donde estaba de pie, con medio cuerpo fuera, en un difícil equilibrio. La ciudad a sus pies. Esa misma ciudad que ignoró su preparación académica y los triunfos conseguidos en competiciones deportivas internacionales. Las mismas personas que le habían avocado a aceptar su trabajo actual, gris, peligroso, aunque no mal pagado tuvo que reconocer, ahora le miraban angustiados y con expectación morbosa  esperando la caída. Que se arrojara al vacio.
La calle acordonada por la policía permanecía desierta en la fachada principal de la casa. Las luces parpadeantes de los coches celulares actuaban como un imán, el murmullo humano que llegaba hasta allá arriba le mecía como el batir de las olas.  Se movió venciendo ligeramente el cuerpo. Escuchó nítidamente el grito y el silencio.   Respiró profundamente, todavía no había llegado el momento. Aún no.
En el cine las cosa parecen fáciles cuando se ven en la pantalla, pero cada plano lleva horas que transcurren lentas, terriblemente lentas. Tendría que esperar la orden del director para, como doble del protagonista, rodar la secuencia. Lo que visto desde el suelo parecía un suicidio, en la película sería una huida precipitada del héroe.
Hacer puenting, arrojarse al vacio sujeto por un arnés, no era complicado y además, se dijo para espantar los negros pensamientos que se iban apoderando de su mente, el actor principal sería famoso y guapo, pero quien se beneficiaba a la estrella femenina era él. Una aventura sin importancia, solo para saciar su vanidad, que todo el equipo parecía no ver. Si llegara al gran público el cotilleo de que el galán macizo e irresistible no actuaba en las escenas peligrosas y que su chica le ponía los cuernos, el tinglado saltaría por los aires,  literalmente. Demasiado dinero en juego para no mantener ocultas las andanzas de la bella y el especialista.
La voz del ayudante de dirección puso en aviso a todos. Se escuchó: acción. Y sabiendo que los cables pararían bruscamente el descenso a la altura del segundo piso, donde él a través de la terraza se perdería en su interior, siempre de espaldas a la cámara, claro, se tiró.
Afortunadamente nunca supo que alguien había manipulado el equipo, así que su momento de gloria se prolongó hasta la calzada.
Alicia

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