Nada mejor que las largas y soleadas tardes de la primavera, en el madrileño Parque del Retiro, para pasear con amigos, tomar un helado o una Coca Cola y enterarte de las cosas de la vida, pero de la vida de los otros. (No me mal entiendan… je, je, je,)
Siempre que vienen amigos o familiares a visitarnos a casa, los llevamos a conocer y a caminar por el parque. Esta vez nos visitó un amigo inglés, en realidad vino por trabajo y se quedó el fin de semana con nosotros. Tuvimos oportunidad de hablar y mucho. Lo que sigue a continuación es un resumido relato del último año de su vida sentimental. (Con su consentimiento)
Hace 3 años Peter (34 años) conoció a Glenda (32 años, nacida en Alemania) en el Museo Británico, en la ciudad de Londres. Ambos estaban extasiados contemplando la Piedra Rosetta; de repente se vieron reflejados en los gruesos cristales blindados que cubren la piedra y hubo flechazo y amor a primera vista. Pregunta va, sonrisa viene, ¿qué dirán esos jeroglíficos? y esas cosas que se dicen, luego tomaron un café, luego fueron a almorzar… luego se pusieron de novios y al poco tiempo se fueron a vivir juntos.
Ahora viene lo mejor; el año pasado, en setiembre, Glenda renuncia a su trabajo y le dice a Peter que se va seis meses a recorrer el mundo con una mochila al hombro. Peter, mas allá de enojarse o sorprenderse, la felicita por la idea y le dice que no hay problemas, que aproveche y que disfrute del viaje.
Y así Glenda, con su mochila al hombro, se fue a pasear el mundo y Peter se quedó en Londres trabajando. A los 2 meses de la partida de ella, él se tomó unos días de vacaciones y se fue a Tokio, ahí se encontraron y estuvieron juntos una semana viajando por el país del sol naciente. Luego Peter volvió a su trabajo y a ella a seguir peregrinando por el globo.
Pasaron dos meses más, él volvió a pedir unos días de vacaciones y se fue a Sidney, Australia, por una semana y ahí, en el hemisferio sur, vivieron una semana de puro amor saltando de un lugar a otro, literalmente, como dos canguros más. (Según sus palabras)
Luego de esa semana él volvió a Londres a seguir trabajando y ella a seguir de viaje por otros dos meses. Cumplidos los 6 meses, Glenda volvió a Londres y a los 20 días consiguió el trabajo en el cual está ahora.
Hoy continúan con sus vidas, felices y contentos en el mismo departamento, ubicado en las afueras de Londres.
“Cada casa es un mundo” decía mi abuela y ¡cuánta razón tenía! Pero haciendo una reflexión rápida; que lejos (y muy lejos) que está esta anécdota, de la realidad que viven familiares y amigos en Argentina; algunos de los cuales ni se les ocurriría salir de la provincia de Buenos Aires. Conociéndolos y dicho por ellos mismos; ni de chicos, ni de adolescentes, ni de novios (y menos dejar a la novia sola 6 meses que se vaya a recorrer el mundo!) ni de casados y encima con hijos; nunca jamás se les cruzaría por la cabeza la idea de irse de viaje por tanto tiempo.
Tengo primos que sólo conocen Córdoba y Mar del Plata y otros que no salieron del país. Y no solo primos, amigos, y de buena posición, que si quisieran podrían hacerlo tranquilamente, pero la idea ni se les aparece por su cerebro. Ellos, como muchos, como la mayoría, eligieron tener muy cerca a la familia y a los amigos, si hasta en las vacaciones se van todos juntos.
Como si fuera poco, y para terminar de convencernos de que lo que hicieron es absolutamente normal, el domingo en el parque había dos jóvenes inglesas tomando sol al borde del estanque, muy cerca nuestro; y la conversación giró en torno a la elección del lugar al cual se irían a vivir y a trabajar el año próximo para acumular experiencia; Hong Kong, Dubai, Australia o Nueva Zelanda. Nosotros, como dicen los nuestros amigos españoles, flipábamos. Peter se reía y nos decía “ven…”
Y así surgió la gran pregunta, ¿por qué aquí, en el hemisferio norte es o suena tan común escuchar a adolescentes (y algunos no tanto) decir; me voy a dar una vuelta al mundo, o me tomo un año sabático para recorrer y después vuelvo a seguir trabajando? O lo que también es bastante frecuente; terminar la universidad y buscar el futuro laboral en otro país. Creo que para los del norte suele ser normal tomar la decisión de irse; y la familia, los padres y los novios saben que puede ocurrir y lo aceptan.
Una situación que para los del sur es totalmente distinta, pareciera que costara muchísimo cortar el cordón y separarse del enclave familiar y de los amigos. ¿Por qué será? ¿Por la cultura, por los afectos, por las distancias o por la forma de vivir? En fin, ya encontraré las respuestas y se las diré.
Peter se queda hasta el martes, trataré de averiguar un poco más sobre como va esa relación, aunque según dijo, con viajes o sin ellos, hasta el altar no paran.
Siempre que vienen amigos o familiares a visitarnos a casa, los llevamos a conocer y a caminar por el parque. Esta vez nos visitó un amigo inglés, en realidad vino por trabajo y se quedó el fin de semana con nosotros. Tuvimos oportunidad de hablar y mucho. Lo que sigue a continuación es un resumido relato del último año de su vida sentimental. (Con su consentimiento)
Hace 3 años Peter (34 años) conoció a Glenda (32 años, nacida en Alemania) en el Museo Británico, en la ciudad de Londres. Ambos estaban extasiados contemplando la Piedra Rosetta; de repente se vieron reflejados en los gruesos cristales blindados que cubren la piedra y hubo flechazo y amor a primera vista. Pregunta va, sonrisa viene, ¿qué dirán esos jeroglíficos? y esas cosas que se dicen, luego tomaron un café, luego fueron a almorzar… luego se pusieron de novios y al poco tiempo se fueron a vivir juntos.
Ahora viene lo mejor; el año pasado, en setiembre, Glenda renuncia a su trabajo y le dice a Peter que se va seis meses a recorrer el mundo con una mochila al hombro. Peter, mas allá de enojarse o sorprenderse, la felicita por la idea y le dice que no hay problemas, que aproveche y que disfrute del viaje.
Y así Glenda, con su mochila al hombro, se fue a pasear el mundo y Peter se quedó en Londres trabajando. A los 2 meses de la partida de ella, él se tomó unos días de vacaciones y se fue a Tokio, ahí se encontraron y estuvieron juntos una semana viajando por el país del sol naciente. Luego Peter volvió a su trabajo y a ella a seguir peregrinando por el globo.
Pasaron dos meses más, él volvió a pedir unos días de vacaciones y se fue a Sidney, Australia, por una semana y ahí, en el hemisferio sur, vivieron una semana de puro amor saltando de un lugar a otro, literalmente, como dos canguros más. (Según sus palabras)
Luego de esa semana él volvió a Londres a seguir trabajando y ella a seguir de viaje por otros dos meses. Cumplidos los 6 meses, Glenda volvió a Londres y a los 20 días consiguió el trabajo en el cual está ahora.
Hoy continúan con sus vidas, felices y contentos en el mismo departamento, ubicado en las afueras de Londres.
“Cada casa es un mundo” decía mi abuela y ¡cuánta razón tenía! Pero haciendo una reflexión rápida; que lejos (y muy lejos) que está esta anécdota, de la realidad que viven familiares y amigos en Argentina; algunos de los cuales ni se les ocurriría salir de la provincia de Buenos Aires. Conociéndolos y dicho por ellos mismos; ni de chicos, ni de adolescentes, ni de novios (y menos dejar a la novia sola 6 meses que se vaya a recorrer el mundo!) ni de casados y encima con hijos; nunca jamás se les cruzaría por la cabeza la idea de irse de viaje por tanto tiempo.
Tengo primos que sólo conocen Córdoba y Mar del Plata y otros que no salieron del país. Y no solo primos, amigos, y de buena posición, que si quisieran podrían hacerlo tranquilamente, pero la idea ni se les aparece por su cerebro. Ellos, como muchos, como la mayoría, eligieron tener muy cerca a la familia y a los amigos, si hasta en las vacaciones se van todos juntos.
Como si fuera poco, y para terminar de convencernos de que lo que hicieron es absolutamente normal, el domingo en el parque había dos jóvenes inglesas tomando sol al borde del estanque, muy cerca nuestro; y la conversación giró en torno a la elección del lugar al cual se irían a vivir y a trabajar el año próximo para acumular experiencia; Hong Kong, Dubai, Australia o Nueva Zelanda. Nosotros, como dicen los nuestros amigos españoles, flipábamos. Peter se reía y nos decía “ven…”
Y así surgió la gran pregunta, ¿por qué aquí, en el hemisferio norte es o suena tan común escuchar a adolescentes (y algunos no tanto) decir; me voy a dar una vuelta al mundo, o me tomo un año sabático para recorrer y después vuelvo a seguir trabajando? O lo que también es bastante frecuente; terminar la universidad y buscar el futuro laboral en otro país. Creo que para los del norte suele ser normal tomar la decisión de irse; y la familia, los padres y los novios saben que puede ocurrir y lo aceptan.
Una situación que para los del sur es totalmente distinta, pareciera que costara muchísimo cortar el cordón y separarse del enclave familiar y de los amigos. ¿Por qué será? ¿Por la cultura, por los afectos, por las distancias o por la forma de vivir? En fin, ya encontraré las respuestas y se las diré.
Peter se queda hasta el martes, trataré de averiguar un poco más sobre como va esa relación, aunque según dijo, con viajes o sin ellos, hasta el altar no paran.
O.M.
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