miércoles, 23 de marzo de 2011

LAILA Y LA MUERTE


LAILA Y LA MUERTE

La muerte, la mayoría de las veces es inesperada, brutal, dolorosa, es maleducada, llega sin que nadie la invite, sin que nadie la espere, sin que nadie la quiera... pero llega

vida frente a muerte
ser frente a no ser
todo frente a nada

Laila escribió esto en su diario, diario por llamarlo de alguna forma, porque la mayoría de los días no podía escribir nada. No disponía de ningún rato libre para ella o si tenía tiempo, se encontraba tan cansada que, era incapaz de sujetar un lápiz entre sus dedos y dejarlo correr sobre el papel, para dejar constancia de sus sentimientos.
Llevaba demasiado tiempo en aquel campamento, esperando poder volver algún día a su ciudad, a su vida, pero el tiempo corría en contra suyo, estaba enferma, eso ella lo sabía, pero no se podía imaginar que estaba perdiendo la batalla de la vida y que la muerte iba ganando terreno.
La vida en un campamento de refugiados es demasiado primitiva, solamente te permite dedicarte a lo básico para subsistir y luchar contra la muerte, agua, comida, calor, frío... no hay tiempo para sutilezas y cuando se tiene un descanso es mejor soñar con que pronto vas a salir de allí.
Muy de vez en cuando, Laila recordaba su vida anterior, podía ver su despacho, la mesa de madera de cedro maciza, suave y olorosa que tanto le gustaba y donde preparaba sus clases de historia, mientras al otro lado de la ventana veía la ciudad. Recordaba algunos nombres de sus alumnos, la sensación de placer, cuando enseñas al que quiere aprender. Algunos de ellos habían sido asesinados, otros habían huido o se habían alistado a las milicias... A veces, hasta se permitía el lujo de volver a entrar en su casa, de observar a sus hijos cuando eran pequeños y necesitaban de ella. Pero lo más preciado, lo que más deseaba, era volver a estar, volver a hablar, volver a vivir con él. ¿Dónde estaría ahora?, ¿viviría o estaría muerto? pensaba una y otra vez. Pero cuando esto ocurría, luego le invadía el dolor, la angustia, el vértigo, el miedo. No, no podía volver al pasado, era demasiado doloroso, había perdido todo lo que le daba tranquilidad, lo que le daba sentido a su vida. Ahora sólo tenía el presente, un presente rodeado de miseria, muerte y miedo. Intentaba pasar el día dedicada a buscar agua, preparar comida en el comedor comunitario, ayudar en la enfermería... cuanto más cosas que hacer, mejor, ella necesitaba acción, poco tiempo para pensar en el futuro.
Laila no sabía que el futuro se haría presente aquella noche, que un avión sobrevolaría el campo de refugiados y que dejaría caer varias bombas, sembrando de muerte aquel lugar y que ella sería una de las víctimas, tampoco sabía que más tarde el gobierno que había enviado a la muerte, alegaría en su defensa que desde aquel recinto se disparaba contra sus intereses.
Laila pasó el día ocupada en sus quehaceres, no tuvo tiempo para pensar, a la mañana siguiente ya no existía y en algún lugar, un hombre de mediana edad, soñaría que volvía a vivir con ella.

Mireya Martínez-Apezechea

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