miércoles, 23 de febrero de 2011

A LOS CINCUENTA


A LOS CINCUENTA

Un cuerpo a los cincuenta no es un cuerpo a los diez, no es un cuerpo a los veinte, no es un cuerpo a los treinta, no es un cuerpo a los cuarenta.
Un cuerpo a los cincuenta es un cuerpo, que lleva un peso de medio siglo.
Medio siglo de acumulación de información, de acumulación de experiencias, de acumulación de visiones.
Un cuerpo a los cincuenta comienza una transformación física. Las hormonas cambian, provocan alteraciones, desconcierto y de pronto nos damos cuenta, de que somos química, un laboratorio andante.
El cuerpo se transforma, se hace mucho más presente en el día a día, más pesado, algunas veces, irreconocible.
Nos encontramos a mitad del camino entre lo que fuimos y entre lo que seremos.
Seguimos aprendiendo, necesitamos seguir aprendiendo. Generando ideas nuevas, nuevas respuestas ante problemas diferentes.
La ingenuidad se va quedando en el camino. Poco a poco la vamos perdiendo, abandonando, no podemos volver a por ella. Nos hacemos irónicos y escépticos. Miramos al mundo que nos rodea, con ojos que no miran por primera vez, que encuentran matices, detalles que antes nos veían.
La experiencia y la información te dan poder, pero te roban ese mirar sin prejuicios, sin ataduras que, se tiene cuando se empieza a descubrir la vida.
A los cincuenta, el cuerpo se rebela, se acomoda para reinventar la vida a su medida. Es un cuerpo en movimiento que aunque no sepa todavía lo que quiere, ya sabe distinguir lo que no le gusta.
Un cuerpo a los cincuenta no es un cuerpo a los sesenta, no es un cuerpo a los setenta, no es un cuerpo a los ochenta, no es un cuerpo a los noventa.
Un cuerpo a los cincuenta es un cuerpo, que lleva un peso de medio siglo y que aún le queda mucho por descubrir.

Mireya Martínez-Apezechea

martes, 15 de febrero de 2011

ESPEJOS ROTOS


Espejos rotos

Metido en una bolsa y abrazado por un niño, el gato mira con atención mientras procesa las nuevas circunstancias de su vida. Entretanto, su compañero de los últimos meses se dirige a la prensa. Él se llama Jimmy, el hombre que habla a los periodistas Marcos Baquero secuestrado por las FARC en junio del 2009 en una carretera colombiana.
En la rueda de prensa sólo comunica una mínima parte de las emociones vividas en el secuestro, pero son suficientes para que nos podamos hacer una idea de la terrible experiencia: temor a que acaben matándote, la separación de la familia, su sufrimiento, las condiciones de vida… así que cuándo le preguntaron que había sido lo peor él respondió: “Todo”, pero resaltó lo doloroso que es no tener a nadie con quién hablar, nadie que te escuche. Jimmy fue, durante diecinueve meses, su tabla de salvación en esta parcela, a él le contaba y por él era escuchado. Le vertió sus miedos, sus esperanzas y compartió sus sobresaltos. Espero que su ronroneo le reconfortara en sus incertidumbres, que, a pesar de las duras condiciones, se dejara llevar por ese “hablarse a si mismo” del gato, pues es sabido que esas vibraciones nos producen bienestar si dejamos que nos invadan.
Durante casi dos años sólo recibió caricias de unas patas mucho más humanas que las manos de los hombres que le retenían:"Fue mi compañero de cautiverio, con él hablaba. Lo único que le falta es hablar. Un día estaba llorando y él me arañó la cara como diciendo: no se preocupe, que todo va a estar bien. Yo le decía que muy pronto íbamos a estar con la familia, con niños y una esposa".
Puedo imaginar la intensa emoción que sintió cuando supo que iban a liberarle. Volvería a recobrar su vida y entre todo lo que ella contenía a sus dos hijos; cuando dejó de verlos el pequeño tenía cinco meses, pero a pesar de las brutales sensaciones que debieron recorrerle en esos momentos al llegar la hora de la partida no se olvidó del gato.
Supongo que durante los largos días que duró la caminata, hasta ser entregado a la misión humanitaria, lo llevaría en brazos. Llegó a su ciudad, Villavicencio, en un helicóptero brasileño junto con su compañero de prisión y allí tuvo lugar la rueda de prensa y la foto de su sobrino con Jimmy en brazos.
Ya que estos animales, además de ratones, cazan penas de nuestras almas no estará de sobra que acabe esta historia con un poema que habla de ellos. Pablo Neruda, Charles Baudelaire, Alan Poe y otros muchos han puesto un gato de protagonista en sus escritos. Muchos, también, los han tenido dormitando sobre los folios mientras trabajaban. Lord Byron viajaba con cinco gatos, uno de ellos llamado Beppo. José Luis Borges puso este nombre a uno de los suyos, en honor al escritor inglés, y le escribió este poema.
Paloma


BEPPO
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede el tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?

Jorge Luis Borges

martes, 8 de febrero de 2011

ADELFOFAGIA

Leyendo los diarios on-line sobre de la situación política en Argentina y después de haber estado un tiempo en esa hermosa tierra austral, observo que, con todo un abanico de conflictos como telón de fondo (alto consumo con inflación entre un 22 y un 27 % según cálculos privados; gremialistas y sindicatos que piden aumentos de sueldos del orden del 35%, inseguridad; asesinatos, mafias, pobreza, luchas de pobres contra pobres, falta de billetes, medicamentos adulterados, cargamentos de drogas que salen de los aeropuerto sin control alguno, el precio de las propiedades por las nubes, fondos de dudosa procedencia para financiar campañas electorales y un largo etc.) hay, (existen son reales, se ven, se palpan) extraños movimientos internos dentro del partido gobernante de cara a las elecciones presidenciales del corriente año.

Léase, la sublevación de algunos intendentes del superpoblado conurbano bonaerense y de algunos gobernadores que están en desacuerdo (y se animan a sacar los pies del plato) con las políticas de la Presidenta, que pareciera negar la realidad, como si estuviera mirando otro canal o viviendo en otro país.
Y del otro lado, están los obsecuentes de siempre, aquellos funcionarios que están en completo acuerdo y defienden a libro cerrado y a capa y espada las políticas de la Señora. Lo mismo sucede con los legisladores que responden ideológicamente y sin miramientos a la cabeza, dentro de la misma estructura vertical de poder (la cual pareciera que comienza a resquebrajarse) y están aquellos, en un número cada vez mayor, que ya no responden y ponen reparos y cuestionamientos al Ejecutivo, o sea legisladores que en su momento transformaron el Parlamento en una simple escribanía, firmando todo lo que venia de Presidencia sin mirar y hoy están en desacuerdo con las políticas oficialistas.
Se comienza a percibir una cierta indisciplina, ciertos movimientos de querer asomar la cabeza y salir del vientre K cuanto antes, impensable hasta hace sólo unos meses, cuando todavía estaba vivo el ex presidente.
Cuando la autoridad comienza su ciclo de caída libre, se huele y algunos políticos tienen el olfato muy afinado para detectar el momento justo en que el mando comienza a escabullirse como arena fina de entre los dedos del inquilino de turno de la casa Rosada. Estos movimientos de rebelión encendieron luces amarillas en las entrañas del poder, en lo que parecía ser un cuerpo muy sólido y compacto, pero la realidad esta demostrando otra cosa y las luchas intestinas por conservar el poder (o simplemente para sobrevivir a él) ya comenzaron a nueve meses de las elecciones. Sobrevivirán y llegarán los más fuertes, los débiles serán devorados por esa cruenta pelea entre hermanos que se avecina. Esto recién comienza.

Esta situación es lo más parecido a la Adelfofagia, un término que no había oído antes (lo escuché en una serie del canal FOX) y me dejó pensando un largo rato: Adelfofagia; canibalismo intrauterino. Tras buscar en diccionarios y en internet, encontré que el canibalismo intrauterino o adelfofagia, es una peculiaridad de la reproducción de algunos animales ovovivíparos como el tiburón blanco, (fotografía superior) o ciertos anfibios como las salamandras. Los animales ovovivíparos ponen huevos, pero éstos se desarrollan en el útero materno hasta su eclosión. En algunos casos, los huevos que primero eclosionan dentro del útero y dan lugar a crías más fuertes que se comen a sus hermanos eclosionados o por eclosionar, de esta forma, por ejemplo, de los entre diez y catorce huevos que puede albergar en su útero una hembra de tiburón blanco, termina pariendo sólo dos, eso si, se tratará de dos crías fuertes e independientes que se alejarán rápidamente de la madre para que ésta no haga con ellos lo mismo que hicieron con sus hermanos.


Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
O.M.

martes, 1 de febrero de 2011

EL MEDIADOR


EL MEDIADOR

La puerta se cerró tras él con su ruido de llaves y cerrojos.
El mediador supo que estaba solo en aquella aventura y un estremecimiento le recorrió el cuerpo. Respiraba aquel aire, porque un grupo de amotinados en el penal de N... le había designado como representante de sus reivindicaciones delante de la autoridad. Estaba todavía amaneciendo en un día frío de enero y la brisa suave, pero gélida, le azotó el rostro. Se frotó las manos con energía, como para darse ánimo a sí mismo, y saco un cigarrillo que encendió lentamente, tomándose su tiempo tal vez para pensar, o controlar el pánico que le invadía. El plan había sido minuciosamente estudiado en todas sus variantes, pero nadie puede controlarlo todo. Confiaba en el buen resultado del mismo, por supuesto, se jugaba demasiado como para permitirse dudar del éxito.
Era consciente de que le observaban. Arrastrado por el viento llegó desde las cocinas un agradable olor a café; aspiró con fruición y el sabor imaginado se mezcló en su boca con el del pitillo. Parecía que le costara separarse del edificio, abandonar su protección. Avanzó un paso y la fina capa de hielo crujió bajo sus pies.
Miró alrededor.
El penal situado en una explanada, no tenía otras construcciones colindantes para asegurar visibilidad a los centinelas, y ni el piar de un pájaro madrugador rompía el silencio. Suspiró y comenzó a caminar hacia el coche que le esperaba a escasos metros con el motor en marcha.

Ahora los espacios cerrados le daban seguridad, pero no siempre fue así.
Se crió en plena libertad, de movimientos y responsabilidades. Abandonó el colegio en cuanto pudo y tonteó con distintos oficios por si alguno de ellos le despertaba la vocación, y por no escuchar a su madre, súper protectora y siempre quejosa con él. El padre nunca contó para nada en la familia. Trabajaba y trabajaba, bebía a veces, comía, dormía... ni su mujer, ni aquel hijo a quién no comprendía le importaron demasiado. Tampoco era violento, ni exigente. Tan solo una sombra sin apenas voz.

Siempre se echa la culpa del comportamiento a las malas compañías; de acuerdo que sus propuestas suelen ser más atractivas que las que ofrece la monotonía de una vida gris. Pero quién les presta oídos, estaba ya predispuesto a seguirlas, aún antes de conocerlas. Nunca se engañó a este respecto.
Se comportó como estaba previsto y si hizo un alto en ese camino, fue gracias a que conoció al que más tarde se presentó como sacerdote. Parecía un obrero más, pero consiguió que un grupo de chicos le escucharan. Les hablaba de ellos y trató de buscar soluciones para su apatía; hasta que inesperadamente le trasladaron a otra zona. Desapareció.
Y con él los buenos propósitos de enmienda, si es que alguna vez los tuvo.

Cuando hace años cruzó esposado el umbral de la cárcel, se había revuelto en un intento inútil por escapar. Atravesó todos los controles y al llegar a la celda asignada, todavía bullía en su espíritu la rebeldía y el convencimiento de que aquella situación era transitoria. A pesar de la sentencia.
El olor a humedad, a gente hacinada, a detritus, lo tuvo mucho tiempo pegado a la pituitaria. Los gritos y palabrotas atormentaron sus oídos y la visión de aquella chusma con la que no se sentía identificado le producía asco, como la comida que juzgaba bazofia. Claro que peor fue el silencio sonoro de la celda de castigo y el tacto viscoso de la sangre cuando sufrió un navajazo en el patio.
Esas percepciones, quizá inventadas, le acompañaron tanto como la rabia y las ganas de huir.

Pasó el tiempo, y la calma se fue introduciendo poco a poco en su espíritu. Recibir los rayos del sol pegado a la pared del patio era un chute de energía. Escuchar a las golondrinas cuando pasaban rasantes sobre las cabezas un regalo inesperado. Aprendió a ver seres humanos, donde antes solo percibía masa. Incluso el rancho ya le sabía sabroso.
Aunque tuvo recaídas, claro. Todavía recordaba con nostalgia lo que pudo haber sido y no fue: ese amor loco por la asistenta social que incluso le llevó a creer que era correspondido. Y aún con el sufrimiento del desengaño, el sueño más bonito que cruzó su vida. Por aquel entonces, su adolescencia y juventud pendenciera, sin reglas ni metas le parecían ajenas a su persona. Nuevas sensaciones y emociones estaban creando al hombre nuevo que era ahora.
Reinventarse no fue fácil y por sí mismo nunca lo hubiera logrado. Primero alguien al salir de nuevo al mundo dejó abandonó un libro en su celda, estuvo a punto de destrozarlo y sin saber muy bien como, empezó a leerlo. Más tarde, se atrevió a ir a la biblioteca y sacar otro. Después ya no pudo parar. Cuando acababa de trabajar en el economato, corría a la sala de lectura y allí el tiempo se detenía. Vivía otras vidas, descubrió que dentro de él existía alguien a quien nunca le dio oportunidad de aflorar. Se reconcilió con su pasado y acepto el porvenir. Era una forma consciente de felicidad que ya nunca le abandonaba. Tuvo la oportunidad y el apoyo para estudiar, y lo hizo. Derecho primero y Psicología después.
Con estos títulos, abrió consulta gratuita para sus compañeros presos y así llegó a ser querido y respetado. Por eso ahora iba en aquel coche en calidad de mediador, con el ánimo un poco encogido por la responsabilidad, pero feliz por poder ser útil a los demás.

Los dos policías que le acompañaban en el coche le escuchaban con simpatía, tenía una voz agradable y era un magnifico narrador, hasta que inesperadamente una navaja le rebanó a uno el cuello, y obligó al otro a parar el motor antes de seguir la misma suerte.
─Lo siento chicos, ha sido mi primera oportunidad de ser libre y no podía desperdiciarla.


Alicia

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