miércoles, 3 de agosto de 2011

LA CRACOVIA DE OSKAR SCHINDLER




Hay momentos en la vida, donde los seres humanos sacan lo mejor y lo peor de ellos mismos. Algunas personas pueden combinar ambas cosas.

Oskar Schindler había nacido en el año 1908, en una ciudad que en aquel momento pertenecía al Imperio Austrohúngaro, imperio que desapareció después de la Primera Guerra Mundial. Luego su ciudad pasó a ser Checoslovaquia. Pero en Zwittau para los alemanes y Svitauy para los checos, la mayor parte de la población era de origen germano.
Tras aquella guerra mundial, la familia Schindler, que se dedicaba a los negocios, quedó totalmente arruinada.
Desde joven, Oskar Schindler, se tuvo que poner a trabajar para salir adelante. Encontró un trabajo como gerente en una compañía eléctrica.
En 1928, se casó con Emilie Pelz (1907-2001) la hija de unos agricultores. Dos años después se afiliaba al Partido Nazi.
El 1 de septiembre de 1939, el ejército alemán invadió Polonia.
Las guerras, si no se tienen escrúpulos, pueden llegar a ser lugares maravillosos para hacer negocios y subir en la escala social. Oskar Schindler lo vio así. Aquella guerra era su oportunidad para triunfar en el aspecto económico.
Sin dinero, pero con muchas ganas de conseguirlo, se trasladó en octubre de 1939, a la Cracovia invadida por los alemanes.
Allí se empezó a codear con los mandos nazis. Sabía gastar el dinero que no tenía y comprar la “amistad” de los que mandaban.
Cracovia era una ciudad con una población de 250.000 habitantes, 60.000 de ellos eran judíos.
Schindler comenzó a buscar el dinero que necesitaba y que no tenía. Entró en contacto con Itzhak Stern (1901-1969), un judío que fue su contable hasta el final de la guerra.
Stern conocía a aquellos capitalistas judíos que, aún teniendo dinero, no podían utilizarlo porque los nazis lo habían prohibido. Schindler no tenía prejuicios raciales, no era un nazi de ideología, era un nazi de interés. Así que llegó a un acuerdo con los judíos, ellos le darían el dinero que necesita y él les conseguiría las cosas que no podían obtener por ser judíos.
El trato se cerró sin mayor problema y con el dinero prestado, pudo comprar una fábrica totalmente arruinada en la calle Lipowa nº 4, en el barrio de Zablocie de Cracovia. Así nació la Deutsche Emalienwaren Fabrik “EMALIA”.
Para poner en marcha la producción, necesitaba mano de obra, mano de obra barata. A los trabajadores polacos, aunque poco, había que pagarlos, la solución para ganar mayor plusvalía era contratar mano de obra gratuita, o sea, judíos. Así que la mayoría de los trabajadores de EMALIA fueron judíos.
Allí se fabricarán utensilios de cocina que, gracias a sus contactos y a la corrupción de los mandos nazis, pudo vender al ejército alemán.
Oskar Schindler comienza a ver realizado su sueño. Empieza a tener dinero, a codearse con los que tienen el poder, a disfrutar de la vida y del sexo, otra de las cosas que le apasionaban.
El 3 de marzo de 1941, el gobierno nazi puso en funcionamiento, el Gueto de Cracovia, en el barrio de Podgórza, al otro lado del río Vístula. Allí trasladarán a todos los judíos de la ciudad. La familia y el propio Roman Polanski (1933) vivirán allí, hacinados, junto al resto de la población judía. La prima de Polanski, Roma Ligocka (1938) escribirá años después un libro, la niña del abrigo rojo, sobre aquella vivencia.
Schindler aprovecha esta oportunidad, para quedarse con una casa lujosa en la calle Straszewskieco nº 7, casa que había pertenecido a una rica familia judía.
La vida sigue, el tiempo va pasando, Schindler cada vez tiene más dinero y más amantes. Los obreros-esclavos de su fábrica se sienten privilegiados porque no sufren ningún tipo de violencia y son tratados de una forma humana.
Los nazis siguen rizando el rizo. En 1942 se crea el campo de trabajo forzado de Plaszow que funcionará hasta 1944. Se levanta sobre dos cementerios judíos.
Cuatro fábricas, dos canteras y miles de trabajadores esclavos. Pero Plaszow no EMALIA, allí los trabajadores son tratados como animales rabiosos, como si no fueran seres humanos. Más tarde el campo de Plaszow terminará siendo un campo de concentración.
Cracovia sigue su bajada a los infiernos. El Gueto de la ciudad será arrasado entre los días 12 y 14 de marzo de 1943. Unas dos mil personas son asesinadas.
Los sobrevivientes del gueto son llevados a distintos campos de concentración y exterminio. La mayoría de ellos a Plaszow.
Por primera vez en su vida, Oskar Schindler comienza a tomar conciencia de lo que está ocurriendo a su alrededor. Toma partido y reacciona contra la barbarie. Su forma de ayudar será contratando más trabajadores para su fábrica. A veces a familias enteras. A personas que nunca han trabajado con sus manos.
Octubre de 1944, el ejército soviético se encontraba cerca de Cracovia.
A los nazis no les gustaba dejar evidencias de su forma de trabajar y organizar el exterminio contra sus enemigos. Así que ante la llegada de los soviéticos, comenzaron a destruir el campo de Plaszow. Los prisioneros fueron deportados hacia otros campos de concentración como Auschwitz, no lejos de Cracovia.
Schindler consiguió que las autoridades nazis, le permitiesen abrir una nueva fábrica en Brunnlitz (Brnenec en checo), cerca de su ciudad natal. Realizó una lista con 1200 nombres de judíos que pasó a Amon Goeth (1908-1946), el comandante del campo de Plaszow. Goeth, a cambio de dinero le permitió que se llevara a las personas que estaban en la lista.
Desde octubre de 1944 hasta mayo de 1945, cuando Brunnlitz fue liberado por los soviéticos, la fábrica de municiones de Schindler estuvo en funcionamiento. Luego ayudado por sus trabajadores huyo hacia el oeste. Dejó Europa y se marchó a Argentina con su mujer.
En Argentina pusieron en marcha una granja de cría de aves. Un negocio ruinoso. La pareja se separó, ella decidió quedarse en Argentina y él volvió a Europa.
Oskar Schindler murió en Hideshein (Alemania) en 1974. No poseía nada. Está enterrado en Jerusalén.
Aquella lista, aquel gesto de buena voluntad, le convirtió en un héroe. Fue una manera inteligente de ayudar y ser ayudado.

Mireya Martínez-Apezechea

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dicen que la guerra es capaz de sacar lo peor y lo mejor del ser humano.
Recuerdo muy bien mi visita a Cracovia. La calle Lipowa fue visita obligada.

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