miércoles, 7 de septiembre de 2011

SANATORIO MARINO Y HELIOTERÁPICO DE GÓRLIZ





A principios del siglo XX, en Vizcaya muchos niños enfermaban de tuberculosis. La falta de higiene, el hacinamiento, la mala alimentación, ayudaron a que esta infección contagiosa se extendiera rápidamente por los nuevos barrios obreros.
En los últimos años, la ría del Nervión se había convertido en una zona industrial. Navieras, altos hornos, minas, enriquecían a unos y daban trabajo precario a otros. Los nuevos obreros malvivían en barrios construidos rápidamente, sin ninguna proyección urbanística y sin ninguna normativa sanitaria. Aquellos lugares se convirtieron en focos de muchas enfermedades, entre ellas, la tuberculosis.
Con la industrialización, la aparición de la clase obrera, de los grandes oligarcas, de los partidos políticos. También surgió un grupo de profesionales que con su trabajo diario, intentaron generar un mundo “mejor”, menos malo.

Enrique Areilza (1860-1926) había estudiado medicina. Con veinte años y con su título de médico, volvió a Bilbao. Comenzó a buscar trabajo y consiguió la plaza de director del nuevo Hospital Minero de Triano. En enero de 1881, se inauguró el hospital y Areilza se hospedó en una fonda en la zona minera, cerca del hospital. Allí estuvo viviendo y trabajando durante los veinte años siguientes. Con una mentalidad laica, en un mundo muy religioso, enseguida despertó en él, una inquietud social. Se dio cuenta que, la salud no solamente estaba en el ámbito hospitalario, sino que había que mejorar las condiciones de vida para mantenerse sano.
En doctor Areilza hablaba de salarios, de alimentación, de salubridad, lo que hoy conocemos como medicina preventiva, como un vehículo para luchar contra la enfermedad.
Una sociedad sana, desde el punto de vista médico, sólo se podía desarrollar en un mundo más igualitario. Sabía de lo que hablaba porque conocía el medio, ya que vivía y trabajaba allí.
Con estas ideas y con la ayuda de otros médicos, como Luis Larrinaga (1878-1953) se dieron cuenta, de la necesidad de construir un hospital para niños tuberculosos.
Pero levantar un nuevo edificio era costoso, así que presentaron su proyecto a la Diputación de Vizcaya, presidida en aquel momento por Luis de Salazar.
Salazar dio el visto bueno y apareció en escena Mario Camiña, un arquitecto que trabajaba para la Diputación.
Mario Camiña había realizado una serie de trabajos en Vizcaya, siguiendo las ideas del secesionismo vienés. Le gustó el proyecto y asesorado por las ideas de los médicos y el conocimiento de los nuevos hospitales que, se estaban construyendo en diferentes países de Europa. Preparó y levantó los planos del futuro edificio. El pintor Anselmo Guinea (1854-1906) realizó una acuarela donde se podía ver la maqueta del hospital que se quería construir. El doctor Luis Larrinaga escribió un informe sobre el proyecto y todo esto, se llevó a la “Esposicione Internazionale d'Igiene Sociale” de 1912 que, se celebró aquel año en Roma.
El proyecto ganó un premio.
Camiña ideó un hospital moderno. Siguiendo las ideas del secesionismo vienés, levantó un edificio donde predomina la sobriedad formal, de líneas rectas y sencillas.
La fachada está decorada con baldosines azules que destacan sobre el muro blanco. Para su construcción se utilizó hormigón armado, un material muy poco utilizado en aquella época.
En un principio, el edificio tuvo dos plantas y un sótano. Las cubiertas eran planas y se utilizaban como solárium. Durante años se utilizó la helioterapia (curación mediante la exposición al sol) en el tratamiento de la tuberculosis. Más tarde, se levantó una tercera planta y desaparecieron las cubiertas planas.
La zona hospitalaria constaba de cinco edificios: el hospital, un pabellón para enfermos contagiosos, una residencia para sirvientas y monjas que trabajaban allí, otro edificio con la capilla y el comedor y un quinto para el ropero.
En 1918, Camiña se jubiló y le sustituyó como arquitecto de la Diputación, Diego de Basterra (1883-1959) que continuó con el proyecto de su precursor.
Por fin en junio de 1919 se inauguró el hospital, con el nombre de Sanatorio Marino y Helioterápico de Górliz.
Después de buscar por la costa vizcaína la ubicación del edificio, se eligió el pequeño pueblo marinero de Górliz, porque era el lugar que más luz solar recibía de Vizcaya.
Se nombró director del centro, al doctor Luis Larrinaga. Llegaron los primeros niños. El sol, la alimentación, el aire limpio del mar (todavía no se utilizaban antibióticos para la curación de la tuberculosis) conseguían curar a aquellos niños que venían de zonas muy pauperizadas.
El sanatorio tuvo una vida corta. Dieciocho años después de su inauguración, en plena Guerra Civil, los niños del sanatorio marino, fueron evacuados por la Cruz Roja Internacional. Un barco, el Goizeko Izarra, los trasladó a Francia. Así, de una forma violenta, terminaba el Sanatorio Marino y Helioterápico de Gorliz.
El doctor Luis Larrinaga no volvió nunca más a trabajar allí, Areilza había muerto años antes. Con el tiempo, el edificio fue utilizado para diferentes fines.
En 1985, Osakidetza, la sanidad pública del País Vasco, se hizo cargo del edificio. Se restauró y hoy es el centro más grande de rehabilitación en Vizcaya.
El edificio de Camiña preside la playa de Górliz, se mezcla con los bañistas, surfistas y paseantes. Desde sus terrazas, los pacientes pueden ver el mar, muchos salen rehabilitados de allí, otros no.
Estéticamente, el hospital, sigue siendo una construcción moderna, racional, un homenaje a aquellos que creyeron que la sanidad tenía que ser para todos.

Mireya Martínez-Apezechea

1 comentario:

José Antonio Larrinaga dijo...

Mi felicitación Mireya por este recordatorio de hombres de ciencia que trabajaron para sanar a los enfermos de las clases sociales más necesitadas. Es importante conocer la figura del médico bilbaíno Luis Larrinaga Maurolagoitia, el más directo colaborador del Servicio de Cirugía de Enrique Areilza y uno de los más importantes en la lucha antituberculosa infantil en Bizkaia. Además de ser el principal promotor en la fundación del Sanatorio de Górliz fue también, poco después, el fundador del Sanatorio de Plentzia. En este caso lo construyó a su costa para después venderlo a la Caja de Ahorros Vizcaína. Dirigió los servicios de ambos sanatorios con verdadera sabiduría científica, misión que finalizó contra su voluntad en la guerra civil española.

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