lunes, 21 de junio de 2010

YEDRA


Yedra

Me encuentro con ella por casualidad mientras doy un paseo. La veo salir de la casa. Más que salir hace una aparición estelar chorreando por encima de lo que supongo es una tapia. Chorrea con elegancia, y no me digáis que a este verbo y a este sustantivo no les pega ir unidos porque si la tuvierais delante no lo dudarías. Si solo hay que verla dejar caer sus ramas como si nada, sin darse importancias, como el que lo ha hecho desde que ha nacido.
¡Qué de colores en todo su cuerpo y cuantos matices en los colores!
En lo más profundo el verde se mezcla con el negro, con el marrón cuando la luz consigue empezar a colarse. El Sol hace su exhibición en las capas de fuera mostrando ante mis ojos una gran variedad de verdes. Se adueña de todo y a las hojas más cercanas las vuelve de color amarillo brillante, incluso otras toman tintes rojizos por el reflejo de los ladrillo de la tapia de al lado.
Un Papá Noel encaramado a una ventana, que no conseguirá poner el pie en tierra firme en todas las Navidades, mira a la yedra de reojo, dándose cuenta de que está
salpicada de hojas muertas hechas de arena tostada y de que los bebés hoja tienen color cáscara de lima porque aún les queda tiempo para oscurecer con la experiencia.
Cruzo la calle despacio, mirándola embobada de izquierda a derecha de arriba abajo, como una niña contemplando la cola de un vestido de novia tejida con miles de hojas de charol, robustas y con nervios, de color más claro, que parecen brazos abiertos para coger la luz. Imagino que dentro de cada una de ellas debe haber praderas de musgo cruzadas por ríos de savia, cielos color esmeralda y olivas de manzanilla como estrellas. Sospecho que debe oler a paseos entre prados santanderinos y si me apuráis a tortilla de patata, filetes empanados o pimientos fritos.
El ruido de una moto sin tubo de escape me coloca de nuevo en la acera.
Algunos insectos que toman el Sol en las hojas que parecen amarillas, se esconden muy dignos, intuyo que hasta enfadados por haberles acortado el tiempo de solárium. La yedra está frente a mí, su sangre es de distinto color a la mía, su verdor ha descansado mi vista y ha hecho que haya visto otro mundo dentro del mío.

Paloma ©


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