lunes, 15 de marzo de 2010

ESTA PARANDO EL VIENTO. Relato.

El cielo estaba de un color gris plomo. La temperatura había perforado el piso de los 0 grados y unas gotas de lluvia helada comenzaban a caer. Lorenzo siguió caminando y se acercó al cordón de la vereda para ver de cerca el paso del tranvía. Por la Bahnhos Strasse, no circulan autos, sólo tranvías, las líneas 7 y 13. Uno que va y otro que viene. Continuamente.
Encendió un cigarrillo, miró su reloj y suspiró profundamente, sintió que el frío le calaba lo huesos. Se detuvo un instante y la miró, ella caminaba delante de él.
Elena acomodó el cuello de su abrigo de piel y se detuvo frente a un escaparate en la esquina de Bahnhos con St. Peter Strasse. Lo observó a través del reflejo del vidrio, luego le preguntó:
-¿Y ahora qué tienes? ¿Por qué suspiras de esa forma?
-Nada. Hace frío…y… es que vamos a llegar tarde.
Elena sin dejar de mirar la vidriera cruzó los brazos y movió la cabeza. La rojiza y larga cabellera se desplazó sobre el hombro izquierdo, algunos mechones taparon la mitad de su cara. Luego de unos instantes dijo sin inmutarse:
-¿Tarde para qué? Deberías dejar de ser esclavo de las agujas del reloj, aunque sea por un par de días.
-Esta bien… Es que va a nevar en cualquier momento. Está parando el viento.
-¿Y?, vinimos a esquiar ¿no? En invierno siempre hace frío y nieva. Y si nieva, es muy difícil que haya viento. Lo que decís no es ninguna novedad.
-Elena… yo… Quisiera hablarte de…
-¿Otra vez con lo mismo? Cuantas veces tengo que decirte que no pasó nada. Son ideas tuyas. Sacátelas de la cabeza de una vez por todas. Para mí el tema está terminado.
-Sólo quiero decirte que…
El ruido de un tranvía que pasaba justo en ese momento, tapó las palabras que salían de la boca de Lorenzo. Dejó de hablar y retrocedió unos pasos hasta el borde de la acera.
-No te escuché. ¿Qué dijiste? -Elena se acercó lentamente al cordón de la vereda donde estaba fumando Lorenzo y le apoyo el dedo índice de la mano derecha sobre los labios-. Silencio. Olvidate. Vos no viste nada, ni escuchaste nada. Porque simplemente nunca pasó nada. Es tu imaginación, que te jugó una muy mala pasada. Como siempre. Tuviste… una ilusión óptica. Te entiendo y te perdono. -dijo mientras miraba los escaparates de los edificios de la vereda de enfrente- ¡Estas tiendas son carísimas.! ¡Y eso que son juguetes!
-Zurich no es barato. -respondió Lorenzo mirando el cielo gris.
-¿Entonces, por qué me trajiste?
-Querías esquiar y aquí estamos. -replicó Lorenzo y comenzó a caminar hacia la esquina de la plaza.
Elena se sacó el pelo de la cara, mientras lo miraba alejarse con la cabeza gacha.
-Voy a preguntar un precio, regreso enseguida.
Lorenzo al escucharla, se dio vueltas y volvió sobre sus pasos.
-Elena… espera. Creo que esto no fue una buena idea.
-¿Por qué? ¿Sabes qué pasa? estás muy ansioso, calmate -dijo Elena frotándose las manos enguantadas-, miras la hora continuamente y estás apurado todo el día. Tranquilo. No es tarde, ni temprano. Estamos de paseo disfrutando de esta calle, llena de bancos, de tiendas de lujo, de tranvías, como si fuera… una segunda luna de miel.
-¡Escuchame! -dijo Lorenzo levantando el tono de voz, mientras la agarraba de la solapa del abrigo de piel-. Estas intentando hacerme pasar por loco. Pero yo te vi acostada con él, desnudos los dos en nuestra cama… Te ví con mis dos ojos… Pu..
Elena lo interrumpió:
-Soltame y no levantes la voz…
Lorenzo la soltó, se dio vueltas y le dio la espalda.
-Vos no viste nada -dijo Elena con total tranquilidad-, porque ese día llegaste borracho y te acostaste en el sillón. Ni siquiera la ropa te sacaste. Yo estaba en la cama, sí, pero sola… ¿No te acordás? Hace memoria. Y que se te quede grabado en esa cabeza, yo estaba sola.
-¿Pero vos crees que yo soy estúpido? –dijo Lorenzo dándose vueltas nuevamente y enfrentándola.
-¿Ese es un problema tuyo, que vas a tener que resolver tu solo? No tengo que creer nada de nadie, ni siquiera de un alcohólico como vos. Y callate de una vez por todas, no me hagas pasar vergüenza en plena calle. ¿O necesitas que te compre una botella de vodka para que te calles?
Lorenzo acuso el golpe, esas palabras lo destrozaron. Sintió impotencia y ganas de salir corriendo por el medio de la calle.
-Esta bien. -se tapo la cara con sus manos- Tenés razón… Vos siempre pusiste las reglas del juego. Me callo. Ganaste otra vez.
-Vinimos a descansar y a pasarla bien. Ya basta de discusiones. Pareces un adolescente malcriado. No paso nada tontito -dijo Elena mientras acariciaba la cara de Lorenzo con su mano enguantada-. Compro algo, una pavada, volvemos al hotel, nos cambiamos y nos vamos a esquiar. Está cayendo agua nieve y ¡está helada! Mirá. Esperame aquí y no te vayas a ningún lado -le dió un beso en la frente a Lorenzo y se dirigió a la tienda.
Lorenzo tiró al piso la colilla del cigarrillo que tenía en su mano derecha y la aplastó con su zapato. Levantó la vista y vio venir el tranvía. El viento se había detenido por completo, ninguna rama seca de los árboles de la plaza se movía, todo estaba en una completa y apacible calma. La idea le cruzó por su cabeza con la velocidad de un rayo. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Lo pensó. Ya estaba cerca, sólo un par de segundos, nada más. Un salto y todo habría terminado. En el momento en que estaba por dar el paso hacia el medio de la calle, sintió nuevamente la voz:
-Cariño, ¿Qué haces tan cerca de las vías? Ven aquí, te compré un regalito. Esto es para ti -dijo Elena, mientras se acercaba a donde estaba Lorenzo y le entregaba un paquete con un gran moño rojo-, un recuerdo de nuestro viaje a Zurich. Creo que es muy parecido a los que te comparaba tu madre. Ábrelo, te va a gustar. –dijo sonriendo.
Lorenzo tomó la caja entre sus manos temblorosas, rompió el moño, el papel y abrió el paquete. Se detuvo un instante a mirar la caja. Elena no paraba de reírse. Lorenzo no paraba de temblar, la miró, abrió la caja y sacó un trencito de juguete, igual al que acababa de pasar por la bulliciosa Bahnhos Strasse.
Omar Magrini.
Arriba, derecha, fotografía de la Bahnhos Strasse con los tranvías.
Abajo, imágenes de Zurich. Suiza.






5 comentarios:

Gera dijo...

Muy lindo el relato, realmente me gusto mucho. Que buenos recuerdos de Suiza! y que hermosa historia!!!

Muli dijo...

Muy bonito.Me ha gustado mucho.Además la protagonista se llama Elena,como yo.
Un saludo.

Grullas en Red dijo...

Muchas gracias Gerardo.Zurich es una ciudad preciosa, parece de cuento y pensar que hay tanto dinero y oro debajo de esa calle!!
Me alegro que te hay gustado el relato.

Muli, muchas gracias por el comentario y que te haya gustado el relato.

Un afectuoso saludo.
Omar

Anónimo dijo...

No solo la historia es interesante, es que el texto está muy bien escrito. Te felicito.

claudia

Grullas en Red dijo...

Muchas gracias Claudia por tu comentario.
Esperamos tenerte como lectora de proyecto grullas!
Un saludo
Omar

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