jueves, 24 de mayo de 2012

FINO COMO UN CABELLO

Le gustaba asustarme.
“Para llegar al Paraíso, tienes que atravesar un  puente tan fino como un cabello, fíjate que fácil es caer en el abismo: una mentira, desobedecer…”
Y me mostraba una estampa donde se veía a un niño sobre una tambaleante pasarela suspendida en un despeñadero, y a su lado un ángel de la guardia para protegerle, se suponía.
La abuela era una beata de misa diaria a primera hora y breviario que leía por las tardes, antes de acudir de nuevo a la Iglesia para rezar el rosario o alguna novena. En su habitación permanecía encendida día y noche una lamparilla de aceite frente a la reproducción de la gruta de Lourdes, con la Virgen  de blanco y Bernadet arrodillada. Ambas nos postrábamos también, ella en su reclinatorio, antes de acostarme.
Siempre me pareció vieja. Nunca la vi sonreír.
Bajita y redonda, de apariencia pulcra y un punto coqueta, se peinaba con esmero su pelo rubio en un moño alto que recogía con horquillas, mientras se marcaba las ondas con los dedos. Los ojos azules miraban sin parpadear, hasta que confesaba ¿el pecado? la niña de cuatro años que era yo entonces.
Todos los días se cambiaba de vestido hecho a la medida y cubría su figura al salir a la calle, con un abrigo de seda en verano y caliente en invierno. Debajo de la ropa que enseñaba, se ceñía un cordón de hábito de santa Teresa. Parece ser que ofreció en alguna ocasión llevarlo por vida, pero a la familia le pareció exagerado y su confesor le dio esta otra alternativa.
Lista, muy lista y trabajadora, era ella quien dirigía la casa, los hijos, el negocio. Un matriarcado bien aceptado por todos.
No fue feliz.
Locamente enamorada del abuelo, un hombre apuesto y reidor, padeció la viruela poco antes de casarse. En la fina y blanca piel de su rostro aparecieron marcas indelebles, en su corazón una herida que nunca se cerró. Siempre pensó que el novio dejó de quererla por las secuelas de la enfermedad y que se casó por mantener la palabra dada.
Lo repetía continuamente.
Sentía celos de cualquier mujer que pasase cerca de su marido, daba igual que fuese un  familiar, del  servicio o desconocida. Una locura de amor que le llevó a exclamar ante el féretro del abuelo
-Menos mal que te has muerto antes que yo, ¿Por que si hubiese sido al revés,  quién te iba a vigilar?
Yo adoraba al abuelo. Murió a los 78 años.
Su mujer le sobrevivió 12 más. No fui a su entierro.

Alicia



domingo, 6 de mayo de 2012

UN ÁRBOL + UN DISCO


El árbol Joshua no es un árbol, aunque tenga apariencia de serlo. Pertenece a la familia de las plantas agaváceas. Es una de las muchas especies de yuca que existen. Su nombre científico es “yucca brevifolia”. Crece  únicamente en los desiertos de Colorado y Mojave en California, en una pequeña parte de Arizona y Nevada y en el sur de Utah. Pero sobre todo en el Estado de California.
Los desiertos donde viven los Joshua, tienen una altitud media de unos mil metros. Allí las noches son muy frías y los días templados. En el verano el  calor lo invade todo.
El crecimiento de estos árboles es lento, van elevándose verticalmente hacia el cielo, poco a poco, sin prisa. Tienen tiempo. El árbol Joshua puede llegar a vivir unos cientos de años. Cuando florece por primera vez, ya lleva años existiendo. Las flores son blancas y carnosas y al caer éstas, el árbol pierde su crecimiento vertical. La siguiente rama nacerá horizontalmente, hasta que vuelva a florecer y salga otra rama en dirección opuesta. Con los años, el árbol Joshua adquiere un aspecto irregular, retorcido, deforme, poco equilibrado.
Los indios shoshones que vivieron en esta zona, convivieron con los Joshua. Comían sus flores y utilizaban las hojas para hacer cestos.
Joshua, en castellano Josué, fue el elegido por Yahvé tras la muerte de Moisés, para guiar a los hebreos a la tierra prometida.
Los mormones, una secta religiosa fundada en 1830 en Nueva York, fueron expulsados de varios lugares de la costa este de los Estados Unidos. Sus miembros se dividieron en grupos y huyeron a diferentes partes de América, algunos llegaron hasta el sur. Pero la mayoría comenzó a moverse hacia el oeste un territorio que, todavía había que conquistar a los indios. Un viaje que duró dos décadas y que movilizó a unas setenta mil personas.  
En su éxodo hacia el oeste, fueron poniendo nombre a lugares, plantas y a todo aquello que no conocían. Nombres casi siempre bíblicos.
Cuando se encontraron con este árbol raro, vieron en él una figura con los brazos levantados, orando y le dieron el nombre de Joshua. Esperando tal vez que, les guiase al paraíso, a la tierra prometida.
Muchos años después, en el verano de 1986, un grupo de música irlandés, U2, comenzó a grabar un disco en Dublín. Sería el quinto álbum de la banda, el que les dio fama internacional y que hoy en día está considerado como uno de los mejores discos de música pop-rock.
El 3 de julio de 1986 llovía en Dublín, Greg Carral, un joven neozelandés de veintiséis años, se dirigía en moto al estudio de grabación, donde los U2 estaban trabajando en su nuevo disco. Carral formaba parte del equipo del grupo irlandés. Un coche chocó contra la moto y el cuerpo de Greg quedó herido en una calle mojada de Dublín, poco después moría en un hospital. Los U2 suspendieron la grabación durante unos días. Viajaron a Nueva Zelanda para asistir al funeral de su compañero. Un funeral de tres días y tres noches, un funeral maorí, como Greg Carral. Dos años antes se había conocido allí, en una gira que había hecho el grupo por Australia y Nueva Zelanda. Desde entonces Carral había formado parte de la banda. Bono había escrito una canción On Tree Hill (colina de un solo árbol) el nombre de la canción hacía referencia a una colina que hay en Auckland, una colina sagrada para los maoríes. La canción iba a formar parte del nuevo disco, así que se la dedicó al Greg.
Meses después, terminada la grabación. Los U2 viajaron a Estados Unidos. El nuevo álbum se iba a llamar, Las Dos Américas, así que querían una portada con fotos de algún lugar de América. El fotógrafo holandés, Anton Corbijn, hizo el reportaje fotográfico. El sitio elegido fue el Parque Nacional Death Valley en California. En el Zabriskie Point, donde hay algún árbol Joshua.
A los U2 les gustó tanto esta planta que, cambiaron el nombre del disco por el de Joshua Tree y se lo dedicaron a su colega muerto, Greg Carral.
El disco salió a la venta, en marzo de 1987, hace ahora veinticinco años.
Un cuarto de siglo después, siguen existiendo todavía las dos Américas de las que hablaban los U2. Puede que más que dos Américas.
         
         JOSHUA TREE
Where the Streets Have No Name
I Still Haven’t Found What I’m looking for
With or Without You
Bullet the Blue Sky
Running to Stand Still
Red Mining Town
In God’s Country
Trip through Your Wires
On Tree Hill
Exit
Mothers of the Disappeared


Mireya Martínez-Apezechea

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